Dejad de criticar a las madres: los juicios y la maternidad

Teta o bibe, porteo o cochecito, papillas o BLW, cuna o colecho, volver al trabajo en cuanto se acaba la baja o dedicarle más tiempo a cuidar de los hijos en casa… basta darse una vuelta por los cada vez más frecuentes grupos de crianza (físicos o virtuales) para observar que, nada más salir estos temas, el debate se enciende, llegando los comentarios demasiadas veces a ataques personales, faltas de respeto o menosprecios a quien elige criar a sus hijos de un modo diferente al propio. ¿Por qué sucede esto?, ¿por qué parece que criticar a las madres es el nuevo deporte de moda?

Lisa Wilkinson y Karl Stefanovic son los presentadores de un popular programa de la televisión australiana. Un día, Karl decidió hacer un experimento: llevaría durante todo un año el mismo traje al trabajo, así que día tras día iba vestido con el mismo traje azul oscuro, mientras que su compañera Lisa vistió de todos los colores y estilos que podamos imaginar. Durante ese año Lisa recibió las críticas habituales que suelen recibir las mujeres sobre su indumentaria, pero nadie reparó en su compañero que iba todos los días al trabajo con la misma ropa. Esta anécdota es uno de los muchos ejemplos que podríamos citar para mostrar como la mujer es un objeto de juicio y crítica a nivel social, y cuando hablamos de maternidad y crianza no nos encontramos precisamente ante una excepción, más bien todo lo contrario.

Pocas áreas hay más importantes en la vida de una persona que la crianza y educación de sus hijos; queramos o no es donde muchas veces acabamos proyectando nuestras ilusiones, nuestros miedos o nuestras frustraciones. Por eso, la forma en el que criamos a nuestros hijos, las decisiones que tomamos y el modo de llevarlas a cabo, se acaban convirtiendo en algo identitario, algo que nos ayuda a definir quiénes somos. Buscamos información, leemos, preguntamos, acudimos a conferencias… ¡vemos vídeos como los nuestros en YouTube! y poco a poco nos vamos posicionando en lo que parece que son como dos “bandos” de la crianza: por un lado la crianza más “tradicional” (en la que se busca una adaptación del niño a los ritmos o necesidades de sus padres) y por otro la que ha recibido nombres como “crianza natural”, “crianza con apego”, o “crianza respetuosa” (etiquetas que, todo sea dicho, no me gustan especialmente), en las que se pretende más bien que los padres sean quienes se adapten al pequeño. 

Sea como sea, la cuestión es que se acaban montando unas batallas en las que no gana nadie, sino que todos pierden. Como decíamos, la crianza de los hijos es un gran proyecto de vida, y es tan importante que queremos hacerlo muy bien. Por eso buscamos información y nos posicionamos, ya que nos sentimos inseguros, nos falta información y necesitamos referentes que nos ayuden en esta etapa. Pero fruto de esa inseguridad viene el seguimiento, muchas veces de manera acrítica, a los principios de una forma u otra de criar. Y con ello los ataques a quien lo hace diferente. 

¿Que por qué criticamos? Criticamos por miedo, porque viendo la paja en el ojo ajeno distraemos la atención y así creemos que evitamos mostrar nuestras debilidades cuando, en realidad, es eso precisamente lo que esconden las críticas. Como se suele decir: cuando señalas a alguien con el dedo, ten cuidado, porque el resto de dedos te están apuntando a ti. Y como veíamos en la anécdota sobre los presentadores australianos, el foco suele estar puesto en las madres más que en los padres. Son ellas quienes reciben la inmensa mayoría de las críticas, aunque también quienes generan muchas de ellas. Siempre hemos dicho que los padres, en este sentido (y en muchos otros también) son unos privilegiados: hagamos lo que hagamos, o por poco que hagamos, lo estamos haciendo bien. Y esa misma fórmula se puede aplicar casi a la inversa a las madres: hagan lo que hagan, o por mucho que hagan, se equivocan. En nuestro caso, lo hemos podido vivir en primera persona; mientras que yo recibía elogios y la calificación de “padrazo” por cosas tan básicas como ir al supermercado con nuestros hijos a hacer la compra, Kontxín lo hacía prácticamente a diario y a nadie parecía llamarle la atención tremenda heroicidad. Una madre recibirá críticas si trabaja o si no lo hace, si sale más o menos a la calle con sus hijos o sin ellos, si da teta o si da bibe, si tiene más o menos vida social o tiempo para sí misma… Parece que no hay forma buena de hacerlo.

Por favor, parad de criticar a las madres, dejadlas en paz y esforzáos en ser un poco más empáticos; no sabéis qué es lo que lleva a otra persona a comportase como lo hace o a tomar una u otra decisión respecto a su vida. Si en vez de ver la diferencia como una amenaza la viéramos con respeto o incluso con curiosidad, como una posibilidad de aprendizaje de nuevas estrategias y recursos, estas batallas serían menos frecuentes o al menos menos hirientes. 

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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