Cómo explicar la muerte a los niños y el duelo en la infancia

Imagino que a la mayoría os pasará como a mí, que es mezclar en una misma frase “muerte” y “niños” y os ponéis malos… Pero no podemos mirar hacia otro lado y hacer como que no existe. Porque el día menos pensado nos podemos ver en medio de una situación en la que tengamos explicarle por qué alguien a quien quería se ha ido para no volver. Es mejor evitar que nos pille por sorpresa y que sea un tema del que se ha hablado previamente, con la mayor naturalidad posible. Veamos.

https://youtu.be/ZBVAD6tEQD8

Dentro de pocos días algunos estarán celebrando Halloween y otros preparándose para Todos los Santos; el caso es que es una época del año en la que de una forma u otra la idea de la muerte está un poco más presente. 

Explicar la muerte a los niños

Antes la muerte se vivía como algo más cotidiano. Solían haber diferentes generaciones que convivían bajo el mismo techo, y era más frecuente convivir con ancianos enfermos que antes o después morirían. También era más frecuente en los pueblos convivir con la muerte de los animales, ya fueran mascotas o animales de granja. Antes se moría el perro y se enterraba en el monte o en el jardín; en muchos pueblos se hacía la de la matanza del cerdo, y de ahí se sacaba la carne o se preparaba embutido a la vista de todos. Ahora los padres se llevan al perro al veterinario y vuelven con las manos vacías y los filetes se venden en bandejas en el supermercado. Aunque seguimos conviviendo con la muerte, preferimos no mirarla directamente.

Pero por mucho que queramos evitar o esconderla, ésta va a seguir estando presente a nuestro alrededor. De hecho esconder el tema a los pequeños solo contribuye a dificultar las cosas en el momento en el que les toque enfrentarse con esta situación. Por esto, no hace falta esperarse a ninguna edad concreta para explicar a un niño qué es la muerte. De hecho la cosa va más de no esconderles el tema que de esperar a hablar de él en el, entre comillas, momento adecuado. Y como la muerte es algo hasta cierto punto cotidiano, las circunstancias nos darán la oportunidad de tratar el tema sin necesidad de tener que sacarlo nosotros. Si por lo que sea, nuestros hijos preguntan, por ejemplo porque han escuchado algo a algún compañero, porque han visto un animal muerto o porque ha pasado algo en su entorno, lo recomendable es no escabullir el tema ni engañarles, porque esto les puede causar más confusión y malestar. Esto más que de la edad, depende mucho del niño o la niña. Hay niños que preguntan por todo y de todo quieren saber, y otros que no tienen tantas inquietudes, o sus inquietudes son otras.

Si no son ellos los que sacan el tema, estaría bien tratarlo cuando tengamos la oportunidad. Por ejemplo cuando nos falte algún familiar, aunque sea lejano, cuando se muera alguna mascota, cuando escuchen acerca de alguna muerte o pasemos delante de una iglesia en la que se está celebrando un funeral. Aunque cuando son pequeños probablemente no terminen de entender las implicaciones de la muerte, no es necesario esperar hasta que lo puedan entender absolutamente todo para empezar a hablar del tema. De hecho, se estima que casi la mitad de los niños de entre dos y seis años han vivido alguna experiencia cercana de muerte (vecinos, abuelos, familiares), y se ha visto que si han tenido la oportunidad de enfrentarse a este tema con pérdidas “menos dramáticas” como la muerte de una plantita o una mascota, esto puede ayudarles a asumir pérdidas más importantes como la pérdida de algún familiar o amigo. Evitarles estos pequeños sufrimientos va a hacer que estén menos preparados para asumir la realidad cuando sea inevitable.

Vale, ¿y cómo lo hacemos?, ¿endulzamos la conversación, lo soltamos a bocajarro…? Bueno, más que endulzar habría que adaptar el mensaje a la edad y comprensión de los niños. Sobre todo llegar hasta donde ellos necesiten llegar, tampoco hace falta dar más explicaciones de las que nos pidan, pero sí que habría que contestar de la mejor manera que podamos a todas sus preguntas, para que no se queden con dudas que puedan acabar respondiendo ellos mismos mediante sus fantasías. A veces los niños tienen muchas preguntas y cada respuesta les lleva a una nueva pregunta. Pero otras veces hacen solo una o dos preguntas, y con respuestas muy simples se quedan tan tranquilos. Algunos padres encuentran útil apoyase en cuentos o películas, en función de la edad de los niños. 

¿Y cómo viven los niños el duelo?

Los niños y los adolescentes viven el duelo de una forma algo diferente a los adultos, pero hay debate acerca de la edad a la que se puede empezar a hablar de duelo, desde autores (pocos) que niegan su existencia antes de la adolescencia hasta quienes señalan que podemos ver manifestaciones de duelo desde los 6 meses de edad. Aunque a estas edades, tan pequeños, más que de duelo, probablemente hablaríamos de angustia de separación.

En realidad la comprensión de la muerte es un proceso que se va dando según los niños crecen. Hasta los 3 o 4 años no suelen tenerla presente y si piensan en ella no la consideran como algo definitivo. Entre los 4 y los 7 años, empiezan a comprenderlo, pero pueden entenderlo como algo reversible. Entre los 5 y los 10 años ya se empieza a entender que es algo irreversible, que implica la ausencia total de las funciones vitales y que es universal, es decir, que nos afecta a todos. Durante todo este tiempo si se piensa en la muerte, no se hace en la propia, sino como algo que ocurre a los demás.

En el caso de los niños y adolescentes hay algunas manifestaciones que se consideran normales en el caso de atravesar un duelo, como conmoción, confusión, irritabilidad por haber sido abandonados, ambivalencia, negación de la realidad, miedo a perder otros seres queridos, culpa o retrocesos mostrando conductas más infantiles. A estas edades la tristeza puede manifestarse también de manera indirecta mediante conductas como insomnio, pérdida del apetito, miedo a estar solo, falta de interés por cosas que antes le gustaban o una disminución del rendimiento escolar.

En los niños más pequeños predominan más las manifestaciones de tipo fisiológico al ser más difícil la expresión de las emociones. En lugar de mostrar tristeza o abatimiento, como en el caso de los adultos, las manifestaciones suelen ser más bien cambios de conducta o de humor, alteraciones en la alimentación o el sueño o disminución del rendimiento escolar.

La duración del duelo es variable, oscilando entre los pocos meses y el año aproximadamente. La mayoría lo superarán sin grandes complicaciones, aunque hay algunos factores de riesgo para que se den casos de duelos complicados, como por ejemplo (además de otros) la pérdida de la madre en niñas menores de 10 años o del padre en varones adolescentes. 

Por lo general los niños acaban superando bien la experiencia de duelo, quizá incluso más fácilmente que los adultos, aunque hay una etapa más vulnerable entre los 10 y los 14 años más o menos, en la que pueden darse más casos de duelo complicado.

En fin, que como la muerte es un tema con el que por lo general muchos adultos no estamos muy cómodos (porque en nuestro contexto es un tema tabú), muchas veces no tocamos el tema hasta que las circunstancias nos obligan, y más que preparar un discurso muy solemne para cuando llegue el momento, es mejor tratarlo con la mayor naturalidad posible conforme se de la oportunidad.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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