Las rabietas: cómo manejarlas respetuosamente [Vídeo]

Todos hemos visto, de más cerca o más lejos, a ese niño pataleando en el suelo del supermercado, llorando y gritando, mientras sus padres están al lado muertos de la vergüenza sin saber muy bien qué hacer. Eso son las rabietas. Pues bien, más allá de pensar «tierra, trágame», ¿qué podemos hacer cuando nuestro hijo entra en una rabieta?, ¿es posible actuar de un modo firme, y al mismo tiempo, respetuoso ante las rabietas? Sí. Y sobre eso voy a hablar en esta nueva Píldora de Psicología.

En un lenguaje más técnico podríamos decir que lo que comúnmente conocemos como rabietas o pataletas es la frustración de un niño ante un deseo que no puede cumplir. Y como es aún es pequeño, no encuentra otra manera de expresarlo que de este modo.

Las rabietas se dan con mayor frecuencia entre los 2 y 4 años de edad. Es un fenómeno normal dentro del desarrollo infantil, tan normal como el llanto de un bebé cuando tiene hambre, como el gateo o como la dificultad de controlar el pipi y la caca. NORMALES. Lo que pasa es que son muy molestas. Se dan en ese momento en el que los niños empiezan a buscar su independencia y a poner a prueba las normas que hay a su alrededor. Y que mejor manera de poner a prueba esas normas que confrontándolas. Conforme los niños van desarrollando otras habilidades más complejas, éstas tienden a disminuir, lo cual suele ocurrir de manera progresiva a partir de los 4 o 5 años de edad. Cuanto antes y mejor le enseñemos otras habilidades, antes podrán prescindir de las rabietas.

Pero que las rabietas formen parte del desarrollo normal no implica que no se pueda hacer nada para poder gestionarlas mejor, ya que de una mala gestión de las mismas pueden venir luego complicaciones. Nunca debemos entenderlas como una batalla niño-padres sino como una relación de ayuda padres-hijo que sufre.

Cómo gestionar respetuosamente las rabietas

Las rabietas son un fenómeno normal, y como tal debemos gestionarlas. No se dan porque el niño sea un malcriado o porque los padres no sepan imponer su autoridad. Se dan, simplemente, porque forman parte del desarrollo del niño. Podemos gestionarlas de un modo más consciente y respetuoso con las necesidades del niño, sin por ello dejar de ser firmes en las situaciones que lo requieren. ¿Qué podemos hacer?

  1. Más vale prevenir que curar. Evitando situaciones conflictivas podemos evitar una rabieta. Si sabes que de camino a la guardería o colegio pasáis por el parque y él va a querer quedarse, mejor ir por un camino alternativo. Como se suele decir: evita la ocasión y evitarás el peligro.
  2. Cuando se da la rabieta nunca debemos perder el control, elevar la voz ni intentar imponernos a la fuerza. Si, esto es difícil, pero hay que intentar hacerlo. Recordemos que aquí el incapaz de controlar sus emociones, en principio es el niño. Debemos ser conscientes que la rabieta tiene un inicio y un fin, y en ocasiones es difícil acortar esos tiempos.
  3. A veces se puede ceder. «¿Que quieres la camiseta roja en vez de la verde? Ok, ponte la roja, no pasa nada». Hemos evitado una rabieta o la hemos cortado a tiempo. No es una guerra, no pasa nada.
  4. La firmeza no está reñida con el afecto. A veces no podemos o no queremos ceder, y darle a nuestro hijo aquello que quiere no es la mejor opción para tratar de parar la rabieta: no podemos quedarnos indefinidamente en el parque, no podemos dejarle cruzar la calle por cualquier lado, no puede llevarse lo que quiera del supermercado, etc. Aquí no queremos ceder, pero sí podemos tratar de negociar con nuestro hijo una alternativa: “ya sé que quieres esto, pero no puede ser. Si quieres, podemos…”.
  5. Bajar a su nivel, hablarle con calma, mirándole a los ojos, intentando que nos mire mientras le hablamos. Esto es importante siempre que nos comunicamos con un niño, pero cuando estamos en una situación como ésta, mucho más importante todavía.
  6. Nunca debemos emplear el chantaje emocional: «si te portas así, papá no te querrá», «te voy a dejar ahí sólo», «como vea esto tu padre te vas a enterar» Bastante tiene el pobre con su disgusto que tiene, como para que encima le estemos hablando de este modo. Debemos transmitirle que le queremos igual aunque tenga esa rabieta, lo que pasa es que nos resulta molesto. Pero nuestro amor no depende de cómo se comporte.
  7. No negar el contacto físico. Es probable que rechace el contacto físico, que no quiera saber nada de nosotros. Debemos respetarlo y no tomarlo como un ataque. Simplemente está ofuscado. Pero si acepta el contacto físico, podemos darle un abrazo, besos o cogerle hasta que se sienta mejor.
  8. No debemos dar sermones ni grandes explicaciones, mucho menos en la fase más explosiva de la rabieta. Porque nadie nos va a estar escuchando en ese momento. Los mensajes, cuanto más breves y sencillos, mejor: “cariño, lo siento, ahora eso no puede ser” Una vez la pataleta ha acabado, y en función de la edad del niño, podemos  hablar con él acerca de lo ocurrido, pero nunca durante la misma.

Si sabemos que las rabietas son un fenómeno normal, que son algo evolutivo y que con el tiempo se soluciona, la actitud que tendremos hacia ellas será mejor que si pensamos que es una enfermedad o desviación que requiere de «mano dura para que el niño no se malcríe«.

Por lo tanto, la próxima vez que tu hijo entre en modo pataleta, respira, toma aire, y piensa que eso, en algún momento, habrá dejado de suceder.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

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