Menos es más: los niños hiperregalados y la navidad

Se acerca la navidad, y es un momento perfecto para hablar de los niños y los regalos. ¿No creéis que nos estamos pasando? No quiero decir que no haya que hacer regalos por navidad, ni mucho menos, pero eso de inundar a los niños con tantas cosas puede no ser tan buena idea. Se acostumbran a lo material, lo exigen, cuanto más tienen, menos lo valoran… y nosotros acabamos creyendo que es una forma correcta de transmitirles nuestro afecto. Quizá nos estamos equivocando…

Muchas veces se habla de los niños caprichosos que lo tienen todo y que no saben más que pedir, pedir y pedir… pero lo cierto es que para cuando aprenden a pedir, habitualmente ya les hemos acostumbrado a recibir, recibir y recibir. Ya desde antes de nacer les llenamos la habitación de peluches, juguetes y artilugios, la mayoría totalmente innecesarios. Durante el primer año seguro que no nos piden nada, pero hemos continuado regalándoles chorraditas varias, con motivo o sin motivo, porque paseábamos por un centro comercial, hemos visto algo y hemos querido darnos el capricho.

Luego llega su cumpleaños, el santo, la navidad, o lo que sea, y por supuesto, “el niño se merece un regalo”… Pero es que nunca es UN regalo… es el regalo de los padres, de los abuelos, de los tíos, de los amigos… una montaña de regalos para unos niños que aún no han aprendido ni a pedirlos… eso cuando no es simplemente porque vienen de visita los abuelos o los tíos. Porque muchas veces es así, no es con motivo de ninguna celebración, lo entendemos simplemente como un “detalle” o un gesto de buena educación, llevarle un juguete al pequeño de la casa. Pero claro, si hacemos eso todos, sin pararnos a pensar en las consecuencias, el resultado son niños que se acostumbran a recibir constantemente, a estrenar, a la novedad constante y permanente, a tener siempre algo que atrape su atención… pero ¿qué pasa con el juguete de la semana pasada, si ahora tenemos otro nuevo más atractivo?, ¿cómo podemos disfrutar de 15 o 20 regalos a la vez si nos juntamos con todo esto en cada cumpleaños o navidad?, ¿al final son objetos valiosos, o trastos que están siempre pendientes de ordenar?

El que ha tenido un coche o una pelota de pequeño, seguro que recuerda con cariño ese coche o esa pelota. Yo me compré una pelota de baloncesto que aún conservo, y siendo más pequeña todavía recuerdo un coche 4×4 de estos que empujas hacia atrás y cogen el impulso necesario para avanzar solos. He pasado mucho tiempo jugando con esos juguetes y aún hoy los recuerdo muchos años después. Pero ahora las cosas han cambiado. Los niños no tienen una pelota, les regalamos la bolsa con 100 pelotas de colores para que puedan montar su propio parque de bolas en casa. No les compramos un coche, les regalamos el supermegatrailer-garaje-mecánico, con espacio para alojar otros 10 coches dentro. El problema es que el valor de cada coche y de cada pelota disminuye. Esas 100 pelotas o esos 10 coches no tienen el valor que para mí tenía mi única pelota o mi apreciado coche. Claramente cada pelota y cada coche de los que regalamos ahora tienen mucho menos valor, porque simplemente son una pelota o un coche más. No es mi pelota o mi coche, son simplemente una pelota o un coche, como tantos otros.

Pero es que, además, en muchas ocasiones no les hemos dado ni si quiera la oportunidad de desear esos objetos. Se los hemos regalado antes de que apareciera en ellos la necesidad o el deseo, con lo que el valor del objeto regalado, nuevamente desciende… Además, ¿cómo van a comprender el valor de las cosas si no paramos de regalarles cosas sin motivo?

El caso es que a veces a los padres nos falta el tiempo para llegar a todo, tenemos que trabajar, encargarnos de las tareas de la casa, de la comida, de la ropa… y necesitamos darles cosas para que se entretengan ellos solos mientras nosotros hacemos esas otras cosas tan importantes. El problema está en que nos hemos acostumbrado tanto a esa forma de funcionar que a veces, incluso disponiendo de ese tiempo continuamos dándoles cosas para que se entretengan ellos solos, cuando podríamos estar nosotros jugando con ellos. Nos acostumbramos y les acostumbramos a sustituir nuestra presencia por objetos y al final lo que tenemos es un exceso de cosas y un distanciamiento en nuestras relaciones. De hecho, esto pasa en muchas ocasiones con los padres, que como hemos dicho están muy ocupados con todas sus obligaciones, pero también pasa con los abuelos, los tíos, u otros familiares que en principio podrían disponer del tiempo para jugar y conectar con los niños, pero han olvidado como hacerlo, por lo que optan también por la solución de regalarles cosas y más cosas… y es que en nuestro contexto parece que todos nos hemos acostumbrado a sustituir la conexión con los niños por objetos. Les damos el regalo, les prestamos atención mientras lo desenvuelven, probablemente les hagamos una foto recibiéndolo, y rápido a otra cosa. Seguimos con nuestras conversaciones de adultos, si no es que directamente nos aislamos mirando el móvil mientras el niño se queda solo en su juego. Así, entre todos les acostumbramos a llenar ese vacío de nuestra presencia con objetos materiales.

Pero es que, además, las casas son pequeñas y rápido a reina el caos porque no nos caben tantas cosas; cuando los juguetes han invadido la casa, pero a la vez se hace difícil jugar porque tenemos mezcladas las piezas de construcción con los animalitos de la granja y los juguetes de la playa, es que probablemente en casa haya demasiados juguetes. Cuando a nosotros, como adultos, nos cuesta mantener un cierto orden con los juguetes, para los niños esto va a ser verdaderamente difícil, o directamente imposible. Toca simplificar.

Así que, si queremos evitarnos un cierto estrés tanto para los pequeños como para los mayores, parece buena idea hacer una selección y limpieza de los juguetes que tenemos por casa y que ya no usan demasiado, así como seleccionar con mucho cuidado los juguetes que entran por cada ocasión especial (como el cumpleaños o las navidades). De entre los juguetes que no están utilizando durante unos días o semanas, podemos decidir si les queremos dar una segunda oportunidad, bajándolos al trastero o subiéndolos a algún altillo, o si directamente los queremos tirar a la basura si están ya en mal estado, o los podemos donar a alguna asociación o institución que recoja juguetes, como hacemos habitualmente con la ropa.

Y con respecto a lo que entra en casa, debemos ser selectivos y elegir algunos pocos buenos juguetes (si es que queremos regalarles juguetes, que también hay otras opciones), preferiblemente juguetes con los que estemos dispuestos a jugar con nuestros hijos, en vez de una gran cantidad de juguetes de peor calidad, que rápido se convierten en trastos que contribuyen al caos en casa.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

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