No veas las noticias de la TV: ¿por qué lo recomiendo a mis pacientes?

Algunos pacientes se extrañan cuando, como parte de la terapia que están siguiendo, les recomiendo que dejen de ver las noticias y que reduzcan en la medida de lo posible su consumo de redes sociales. Y también se extrañan cuando les digo que yo mismo, desde hace bastantes años he dejado de ver las noticias o de comprar periódicos. ¿Por qué recomiendo esto a mis pacientes?, ¿por qué yo también lo hago? Os lo cuento…

Por qué no veo las noticias

Recuerdo mi yo de hace algunos años (bastantes ya, de hecho) que compraba un par de periódicos casi cada día, que escuchaba las noticias por la radio a todas horas, y que veía también a diario los informativos por la TV. Y si se terciaba algún debate sobre política, tampoco le hacía ascos. A día de hoy la cosa ha cambiado bastante: llevo años sin ver las noticias en televisión (de hecho, llevo años sin ver la televisión), y llevo muchos meses limitando bastante mi consumo de redes sociales y de información en general; trato de ser cada vez más consciente de lo que publico, no hacerlo de modo impulsivo, y a la vez ser muy selectivo con lo que consumo. Por ejemplo, ya no entro en Facebook más que para gestionar la página profesional y he limitado las personas a las que sigo en twitter. Y esto no es por esnobismo, ni tampoco soy un ancianito al que le asustan los cambios y las cosas modernas. Es que llegó un momento en el que me sentí muy cansado de ese bajón que me daba cada vez que abría una red social o que veía las noticias.

Hace algunos meses el pediatra Carlos Casabona publicaba el siguiente tuit,  en el que comentaba algunos de los contenidos de un informativo y se preguntaba si a día de hoy constituye un tipo de contenido apto para público infantil. Decía así:

“Los telediarios actuales ¿son aptos para niños? Creo que no: violaciones en grupo de adultos a mujer, 4 adolescentes violan niño de 9 a en 1 cole, niño de 13 embaraza a su hna de 11, violencia de género, muertos/heridos sangrando tras bombas, aytos promocionan botellón”

Este tuit recibió unas cuantas respuestas con opiniones divididas; por un lado, quienes consideran que eso es tan sólo un reflejo de la realidad, en el sentido de “oye, que la vida es esto: no lo podemos esconder y meter a los niños en una burbuja, deben estar preparados”. Y por otro lado, quienes estaban con Carlos (entre los que me incluyo), y consideramos que esos contenidos, efectivamente, no son aptos para los niños. De hecho, yo iría un paso más allá: no hay persona que soporte durante mucho tiempo ese bombardeo de información negativa sin que su estado de ánimo o su visión del mundo se vean afectados. 

Los hay que argumentan: “ya, pero tampoco podemos dar la espalda a lo que ocurre, no podemos aislarnos de la realidad” Pero quienes piensan así cometen un error, y es creer que lo que vemos en los informativos o en las redes sociales es “la realidad”. Los llamados “servicios informativos” no son un servicio, en el sentido de “servicio público”, fruto de una agencia independiente que transmite asépticamente unos hechos, ponderando el grado de veracidad y de representatividad de lo que publica. No. Son más el producto de unas empresas, o conglomerados empresariales, que tienen un interés especial en transmitir cierta información, en el mejor de los casos, para ganar audiencia, cuando no para cambiar la opinión pública e, incluso, el estado de ánimo general. 

De entre todas las cosas que suceden cada día en un lugar determinado, se hace una selección que puede (o no) ser fiel a la realidad (de hecho, nunca lo suele ser), y eso es lo que se transmite: se transmite la selección, no la realidad. El problema surge cuando nos olvidamos que ese producto final que vemos mientras cenamos no es más que eso, la selección tendenciosa que alguien ha hecho para que nosotros la consumamos. 

La teoría del cultivo

Entonces, ¿son los informativos, y por extensión, la televisión u otros medios de comunicación, un reflejo de la realidad? Como estamos viendo, no. Ya en los años 70 (antes de existir internet, ojo) se formuló la “Teoría del cultivo”. Esta teoría propone que cuanto más tiempo pasa la gente viviendo en el mundo de la televisión, más fácil será que crean que la realidad social se parece a la realidad reflejada por la televisión. Pensémoslo: la televisión es el medio que más imágenes y mensajes ha transmitido en toda la historia de la humanidad hasta la extensión de Internet, cultivando desde la infancia las predisposiciones y las preferencias de la gente: parte de lo que pensamos y sentimos viene directamente de lo que hemos visto en una pantalla. Pero es que estos contenidos han sido decididos por personas, con objetivos e intereses probablemente distintos a los que nosotros podamos tener para educar a nuestros hijos, por ejemplo. Si esto lo extendemos a Internet y las redes sociales, el resultado no es muy distinto.

¿Y las redes sociales?

Un reciente estudio publicado en 2018 mostraba que limitar el tiempo que pasamos en las redes sociales se traducía en una mejora del bienestar; esto ya lo habían encontrado antes muchos estudios correlacionales, pero ya sabemos eso de que correlación no implica causalidad, me refiero: ¿ver mucho Facebook hace que te deprimas, o es que la gente deprimida tiende a pasar más tiempo en las redes sociales? Pues bien, este estudio no es correlacional sino aleatorizado: tomaron a más de 100 personas y las dividieron en dos grupos de manera aleatoria: a unos les pidieron que redujeran su uso de Facebook, Instagram y Snapchat a 10 minutos diarios; al otro grupo les dijeron que usaran estas redes del modo habitual. Tres semanas después se vio una disminución significativa en los niveles de soledad y depresión en el grupo que redujo el uso de redes sociales frente al grupo control. Y también se observó en los dos grupos una disminución de la ansiedad. ¿Por qué en los dos grupos? Porque el grupo control también redujo algo su consumo de redes sociales; en la mayoría de estudios pasa lo mismo: el simple hecho de monitorizar una variable hace que esta variable se altere 

Y bien, ¿me he convertido en un amish, en un ermitaño?, ¿qué hago para informarme?, ¿para enterarme del mundo en el que vivo? Pues sigo oyendo la radio, aunque cada vez menos, escucho podcasts sobre actualidad que no se dejan llevar tanto por la agenda que marcan los partidos políticos, de vez en cuando ojeo algo de prensa por Internet, y cuando algo de verdad es importante, siempre acabo enterándome por comentarios de familia o amigos. 

¿Y qué he ganado al haber dejado de ver informativos? Cada vez estoy menos expuesto a imágenes y contenidos que, aunque sean vistosos y generen audiencia, no son noticia: imágenes impactantes, truculentas, desagradables, sobre las desgracias que ocurren en cualquier lugar del mundo. Me reafirmo en que, salvo casos muy sonados, el mundo es un lugar fantástico, lleno de gente maravillosa, en el que merece la pena vivir. Asesinatos, muertes, accidentes y desgracias varias existen, como han existido siempre. Soy consciente. Pero poner diariamente el foco en cualquier desgracia ocurrida en cualquier rincón del mundo hace que acabemos teniendo una visión sesgada de la realidad, que acaba repercutiendo negativamente en nuestro estado de ánimo.

Está claro que el mundo no es un lugar perfecto, y no en todos los rincones la gente es tan afortunada como aquí, pero podemos ver algunos ejemplos de tendencias mundiales que dan para el optimismo; por ejemplo, la esperanza de vida, que no ha dejado de crecer desde hace más de un siglo:

La mortalidad infantil, que está en el nivel más bajo desde que se tiene constancia:

La disminución global en las tasas de homicidios, que nos muestran que el mundo cada vez es un lugar más seguro:

O, por ejemplo, el número de horas semanales trabajadas, que progresivamente va disminuyendo desde hace más de un siglo:

 

Estos son algunos ejemplos, pero hay muchos más.

En fin; antes de nacer mis hijos ya hacía tiempo que había dejado de ver informativos, pero a día de hoy no encuentro ningún motivo por el que exponerles a esa visión especialmente negativa y parcial del mundo. Y mucho menos hacerlo en un momento en que a todos nos aporta mucho más tener la televisión apagada y hablar: contarnos qué tal nos ha ido el día, nuestras ilusiones, nuestras preocupaciones, nuestros planes… y nuestras peleas también! 

Si sois padres, animad a vuestros hijos a mirar más allá de las pantallas, a entrar en contacto con el mundo que les rodea, y que empleen su tiempo en actividades que tienen un verdadero impacto positivo en su salud física y emocional.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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