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Ser raro mola

Desde siempre me ha gustado la gente rara. Esas personas que son diferentes a los demás, que te sorprenden, que hacen cosas que no esperas de ellos. Personas que se fascinan hasta puntos casi enfermizos por temas poco habituales, esas que no saben un poco de muchas cosas sino mucho de pocas. Son gente rara, diferente. Hoy me gustaría hablar de qué es ser raro y de la importancia que puede tener en la vida y como valor educativo.

«Esto es para los locos. Los inadaptados, los rebeldes, los problemáticos, los alborotadores. Las clavijas redondas en agujeros cuadrados. A los que no tienen apego a las reglas y a los que no tienen respeto por el “status quo”. Puedes citarlos, discrepar de ellos, ensalzarlos o vilipendiarlos. Pero la única cosa que no puedes hacer es ignorarlos… Porque ellos cambian las cosas, empujan hacia adelante la raza humana y, aunque algunos puedan verlos como locos, nosotros vemos genios. Porque las personas que están lo bastante locas como para creer que pueden cambiar el mundo, son las que lo hacen.» Rob Siltanen, para la campaña Think Different de Apple. Erróneamente atribuido a Steve Jobs.

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¿Los adolescentes son raros? Todo lo contrario.

La adolescencia es un momento de la vida en el que tratamos de asimilarnos a un grupo determinado. Estamos creando nuestra identidad, emancipándonos emocionalmente de nuestros padres y necesitamos referentes claros a los que agarrarnos para crear nuestra identidad. Pero junto a ese deseo de diferenciación y emancipación de la familia también hay una fuerte necesidad de pertenencia, de sentirnos parte de un grupo. Es por ese motivo que es frecuente que los adolescentes se organicen en sus pequeños grupos o tribus: los heavys, los emos, los pijos, los skaters, los rastas, etc.

En un momento de la vida en el que necesitas rápidamente un referente al cual asimilarte, este tipo de grupos resultan tremendamente útiles: te dan una nueva identidad y visión de ti mismo que, además, suele ser opuesta a la de tu familia. Además, es como el menú de un restaurante de comida rápida: lo lleva todo incluido. Si, por ejemplo, «quieres ser heavy» (ya no se ven muchos de estos, la verdad) es muy fácil: sabes qué ropa debes llevar, qué música escuchar, qué peinado hacerte (bueno, más bien no hacerte, la cosa es llevarlo largo), a qué locales ir, qué aficiones tener, etc. Y si te despistas, sólo tienes que ver a tu alrededor para saber cuál es el camino de vuelta al redil.

Muchas veces los adultos ven estos grupos como algo raros, subversivos, originales, etc. pero nada más lejos de la realidad. Son lo más vulgar y frecuente que te puedes encontrar. Lo verdaderamente extraño es encontrar en un instituto un solo chaval que no pertenezca a ninguno de estos grupos. Y si lo encuentras, probablemente sea un inadaptado. Esta es una época en la que es muy importante la pertenencia a un grupo.

Los adultos y sus «packs ideológicos»

Pero como todo, la adolescencia también pasa. Y en ese punto nos encontramos ante una nueva disyuntiva: seguir siendo parte de un rebaño, hacer lo que los demás esperan de nosotros, o ser diferentes. Ser parte del rebaño es muy fácil, como en la adolescencia, sólo tienes que seguir el camino. Ser diferente, ser raro, es mucho más arriesgado.

En la edad adulta no dejan de existir esas «tribus» urbanas, pero de un modo un tanto más informal y con un componente de clan menos claro. Las personas adoptan un determinado rol y conducen su vida de acuerdo a él. Y es algo muy cómodo. Por ejemplo, existen los llamados «packs ideológicos», gracias a los cuales si te gusta una cosa debería gustarte otra. Por ejemplo, un pack podría ser el siguiente:

Pack comprometido – alternativo: estilo de ropa informal (de algodón orgánico, a ser posible), comida ecológica, tendencia al vegetarianismo, afición por música no comercial. Tonteo en la adolescencia con las drogas y actualmente algún porro ocasional. Le gusta la crianza con apego y es de izquierdas. No cree en dios pero es místico. Prefiere el té al café. Le gusta «lo natural» y es anti-vacunas.

Si decides prolongar tu adolescencia y pertenecer a alguno de estos grupos tu vida puede ser muy cómoda. Demasiado. Los problemas pueden venir cuando no te dejas llevar por ninguno en concreto y quieres tener tu propia individualidad: por ejemplo, ser vegetariano, de derechas, tener un coche caro y practicar meditación budista. ¿Suena raro, no?

Es poco frecuente encontrar combinaciones así de originales, para empezar, porque quien lo llevara a cabo tendría que lidiar con algún que otro pensamiento contradictorio. Pero tendría que lidiar sobretodo con una sociedad que no tolera la diferencia (a pesar de lo que se diga, la sociedad no tolera al diferente). Se espera que te comportes de una determinada manera, si te gusta A no puede gustarte B, te debe gustar C. Y si no, eres incoherente.

Si ocupas un determinado puesto o tienes una cierta reputación, se espera de ti que te comportes de una manera muy concreta de la cual no puedes apartarte. Pero hay gente que es diferente, rara:

¿Que quién es este friki? Pues este señor es Stephen Stahl. Es uno de los más reputados psiquiatras en la actualidad. Es el autor de más de 450 artículos científicos y más de 1500 abstracts y pósters, y es el autor del manual de psicofarmacología con el que miles de psicólogos y psiquiatras nos hemos formado. Y es un tipo peculiar. Sin duda, un poco raro. Me gusta.

Cuando una persona profundiza en la aventura de ser diferente se encuentra con un problema adicional: la falta de referentes. Debe crear su propio camino y disfrutar del privilegio de ser el primero en pasar por él. Pero esto requiere un esfuerzo importante, y por ello muchos deciden andar el camino que tantos otros han recorrido antes. Es simplemente otra opción pero, ¿es la que quieres?

Educar para ser raro

En el fondo ser raro, ser diferente, implica tener pensamiento crítico. Cuestionar la vida, preguntarte constantemente qué es lo que verdaderamente quieres. No dar por sentado nada. No seguir la corriente, no ser parte del rebaño.

Si esto lo trasladamos a la educación podemos entender que implica unos valores más que interesantes para poder transmitir a un hijo: ten tu propio criterio, no te dejes llevar por la masa, piensa críticamente, cuestiona lo que se te diga, no temas a las contradicciones, sorpréndete a ti mismo, haz cosas inesperadas. Apasiónate. Sé raro. 

Y, como en todo, la mejor forma de transmitir esos valores es siendo un modelo para nuestros hijos. Pero no sólo así. También debemos actuar como canalizadores de sus intereses y aficiones, facilitar que lleven a cabo sus metas y proyectos. Estar atentos a sus intereses y facilitarles el llevarlos a cabo. Además, no debemos esperar que sea igual que los demás, sino que tenemos que ayudarle en el desarrollo de su individualidad.

Nos encontramos en momentos difíciles, a nivel político, social y moral. El escritor hindú Jiddu Krishnamurti dijo: «no es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.» Quizá, al fin y al cabo, estamos en un buen momento para ser diferentes.

Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.