Diagnóstico psicológico

¿Para qué sirve un diagnóstico?

Hace un tiempo ya os hablé de la importancia que tienen las etiquetas que ponemos a las personas y el peligro que ello puede entrañar, haciendo que éstas se acaben comportando de acuerdo a la etiqueta que se les ha puesto. Hoy me gustaría compartir con vosotros una reflexión acerca del diagnóstico psicológico, ya que en muchas ocasiones se me ha preguntado acerca de ello. Todo lo que hoy voy a explicar se aplica tanto en el caso de evaluaciones de adultos como en el caso de niños, aunque en éste último caso, como veíamos en el artículo sobre el Efecto Pigmalión, actuar erróneamente tiene unas consecuencias mucho más graves.

Diagnóstico psicológico

Quienes me conocéis, ya sea personal o profesionalmente, sabéis que me enorgullezco de ser poco patologizador. ¿Qué quiere decir eso? Es lo mismo que decir que soy muy normalizador o poco alarmista. No me gusta describir la conducta de las personas con etiquetas o nombres de trastornos muy rimbombantes para impresionar a quienes me escuchen. En lugar de ello me gusta poder describir lo que sucede de una forma transparente y llana, que pueda ser comprendida por cualquier persona y que no genere una sensación innecesaria de alarma.

Veamos un ejemplo: imaginemos que acude un paciente a consulta con un cuadro sintomatológico muy claro: lleva un tiempo triste, se le ha ido el apetito e incluso ha perdido algo de peso, le cuesta disfrutar de las cosas que antes le hacían sentir bien, le cuesta más dormir por la noche, etc. Cualquier profesional especializado en la evaluación y el diagnóstico de los trastornos mentales encontrará muy sencillo traducir esta sintomatología a la jerga profesional. Podría explicarle a su paciente lo que le ocurre de este modo:

«Ud. presenta un cuadro sintomatológico caracterizado por una marcada disforia, incipiente anorexia (no nerviosa), anhedonia, insomnio de conciliación, etc. Lamento comunicarle que Ud. padece un Trastorno Depresivo Mayor de Episodio Único».

giphy

Más allá de lo bien que visten estas palabras y lo mucho que puedes impresionar a tu paciente, ¿sirve de algo? En absoluto, al menos no para nada bueno. Para empezar, porque el paciente no va a entender una sola palabra de lo que le estamos diciendo, pero el uso de esa verborrea pedante lo único que puede hacer es causarle una impresión de gravedad innecesaria. Máxime, si le decimos que sufre un Trastorno Depresivo Mayor (nota: hasta que se publique el DSM-V, el trastorno depresivo menor no existe. Cualquier depresión es mayor, por lo que es absurdo hacer esta diferenciación).

Cuando tras una primera sesión con un paciente éste me pide mi impresión clínica, suelo evitar pronunciarme en estos términos, y sobretodo evito dar un diagnóstico. En su lugar, le explico qué es lo que le sucede, así como la importancia de las etiquetas y el peligro de comportarse de acuerdo a ellas. En el caso que anteriormente comentaba, mi «diagnóstico» podría ser algo así como:

«Ud. lleva una temporada en la que es evidente que lo ha estado pasando bastante mal; no es de extrañar teniendo en cuenta lo que le ha sucedido. Su tristeza es totalmente normal, y el resto de síntomas también. Vamos a trabajar para que esté mejor y salga de esta mala racha. Para ello lo que vamos a hacer es……»

¿Quiere decir esto que los diagnósticos no sirven para nada? En absoluto. Para poder abordar correctamente una patología el primer paso es lograr un correcto diagnóstico, y lo que es más importante, lo que se conoce como diagnóstico diferencial: no sólo saber qué es lo que le sucede al paciente sino también qué es lo que NO le sucede. Muchos trastornos comparten una serie de síntomas bastante inespecíficos, por lo que es importante distinguir bien ante qué nos encontramos.

Además, a la hora de poder comunicarnos con otros profesionales tener una etiqueta diagnóstica facilita mucho la tarea: simplemente con saber el nombre del trastorno o su código diagnóstico ya tenemos claro qué le sucede al paciente, cuál es el grado aproximado de gravedad, el curso probable del trastorno, la sintomatología que presenta, si suele requerir medicación o no, etc. Nos ahorra mucha comunicación redundante.

Es responsabilidad de cada profesional el poder comunicarse con su paciente de un modo comprensible, si no, la información cae en saco roto. El diagnóstico debe ayudar al paciente a comprender qué le sucede y, sobretodo, poder normalizar su situación. Si no cumple estos criterios es que el profesional está fallando y no está siendo capaz de captar las necesidades reales de su paciente.

Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

Blue Monday, el día más triste del año

Blue Monday, ¿el día más triste del año?

Esta semana me han entrevistado en el programa Valencia Abierta, de la97.7 para hablar sobre el «Blue Monday«, que es supuestamente el día más triste del año.

Blue Monday, el día más triste del año

La historia oficial es la siguiente: El ‘Blue Monday‘ se identificó por primera vez en 2005 de acuerdo a una fórmula ideada por el investigador de la Universidad de Cardiff y experto en motivación Cliff Arnal, quien llegó a esta conclusión tras estudiar las variables del clima, su escasa liquidez para pagar algunas deudas y su decepción por haber incumplido los propósitos del nuevo año.

No obstante, el propio psicólogo que participó en la investigación admitió más tarde que su fórmula no tenía sentido y que simplemente acababa siendo una «profecía autocumplida» (una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.)

Esta pseudoinvestigación se realizó a demanda de una compañía de viajes, Sky Travel, con el objetivo de realizar una campaña publicitaria para animar en ese día tan triste a la gente para que se diera una alegría y viajara. Curiosamente, poco después el mismo psicólogo colaboró en una investigación pagada por una empresa de helados para encontrar el día más feliz del año y vender muchos helados.

A continuación os dejo con la entrevista en la que hablo sobre este asunto y doy algunos consejos para evitar caer en estas profecías autocumplidas. ¡Espero que os guste!

Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

post

Mi visión de la crianza

Los padres, en muchas ocasiones, andamos perdidos. Si nos acercamos a cualquier librería podemos encontrar gran cantidad de información de autores muy reconocidos y respetables que van a resolver todas nuestras dudas en cuanto a la educación de nuestros hijos. El problema viene cuando en el mismo estante encontramos soluciones casi opuestas para un mismo problema. ¿Qué podemos hacer entonces? En este segundo artículo que escribo para la red Nuakea, voy a explicar cuál es mi visión de la crianza.

Mi visión de la crianza

Que duerman en su cuna para que no se hagan dependientes, o que duerman con los padres para potenciar el vínculo con ellos. No dejarles llorar para que no se traumaticen o dejarles llorar para que aprendan a tolerar la frustración. Castigarles para que comprendan que sus conductas tienen consecuencias o no hacerlo. Que tras la lactancia empiecen directamente comiendo sólidos o que pasen primero por las papillas. Dar el pecho porque es la mejor opción para el bebé o… bueno, aquí no hay posturas opuestas, la evidencia es unánime: 6 meses exclusiva y a demanda, y al menos dos años con el resto de alimentos como complemento 😉

Y son muchos los que con todas esas dudas en la cabeza y los libros de Estivill y Rosa Jové bajo el brazo vienen a la consulta para que les aclare sus dudas. Muchos de ellos me preguntan cuál es mi postura, qué pienso yo sobre ello. Yo no estoy en posesión de la verdad ni aspiro remotamente a tenerla. Tengo mi punto de vista que está formado, en parte, por mis conocimientos profesionales, y en parte por mi experiencia como padre.

Pues bien, ésta es mi postura: siempre que no hagas una verdadera barbaridad, tus hijos no se van a traumatizar o ir directos a Harvard por tu estilo de crianza, pero quizá puedes hacer que su infancia y tu etapa de crianza sean mucho más agradables en función de las decisiones que tomes. Y bien, ¿cómo hacer esto? No tengo una fórmula mágica, pero os puedo dar algunas ideas que trato de poner en práctica para construir la relación con mis hijos.

El primer principio es el respeto. El respeto se ha visto tradicionalmente en la sociedad como algo jerárquico, de los pequeños a los mayores. Desde mi punto de vista ésta es una visión errónea. El respeto debe darse en todas las direcciones y sobretodo hacia aquellos que aún ni siquiera pueden comunicarse con facilidad. Como sociedad les debemos un gran respeto a los más pequeños, dándoles el mismo (o mejor) trato que daríamos a cualquier adulto. Trata de ponerte en su lugar, intenta ver el mundo como lo ven ellos. Son unas personitas totalmente dependientes de la bondad de la gente que está a su alrededor. No lloran para irritarte, lo hacen porque tienen una necesidad y es tu deber averiguar de qué se trata. No tratan de manipularte, tan sólo de poder satisfacer sus necesidades. Aún no saben siquiera lo que es la manipulación.

Piensa, analiza y se crítico. No aceptes por que sí lo que dice cualquier persona, sea quien sea, tenga la titulación que tenga. Hay muchos consejos que bien merecen ser ignorados. Busca información y crea tu propio punto de vista. Pero que esa información provenga de fuentes fiables. Un buen punto de partida es la OMS y la AEP

Básate en las evidencias que se desprenden de la investigación científica, no en anécdotas o casos individuales. Lo que le ha sucedido o lo que le ha funcionado a tu amigo, tu madre o tu prima no tiene por qué funcionarte a ti. Lo que hacen otros padres no tiene por qué estar bien (ni tiene por qué estar mal). Sé ecléctico/a.

Trata de no comparar ni juzgar. Cada familia, cada padre y madre tienen unas circustancias diferentes que les llevan a actuar de un modo concreto. Cada uno lleva a cabo su crianza del modo que considera que es mejor. No, los que hacen Estivill no quieren torturar a sus hijos, quizá es que no han tenido la oportunidad de informarse más. O quizá no tienen otra alternativa. Empatiza con los demás. No sabes los motivos que les llevan a actuar como lo hacen.

Relaciónate. Es imposible criar desde el aislamiento, y la sociedad actual fomenta que cada vez estemos más solos. Hace algunas generaciones era la familia al completo la que se encargaba de esta tarea, ahora los padres están solos ante el peligro (y en la práctica, en muchos casos las madres). Fomentar los lazos con personas que están atravesando la misma aventura contribuye al sentimiento de pertenencia. Ayuda a dar una perspectiva diferente a los problemas y te facilita aprender nuevas habilidades. Los talleres de preparación al parto, talleres de lactancia y los grupos de crianza son una oportunidad magnífica. No la desaproveches.

No malgastes energía imponiendo tu rutina a tu bebé; en lugar de ello, esfuérzate por identificar cuál es su ritmo e intenta hacer lo posible por adaptar el ritmo diario a él. La diferencia es muy importante: he llegado a ver a padres verdaderamente desesperados para hacer dormir a su bebé a las 21:00 («porque toca dormir a las 21:00») cuando siempre se acaba durmiendo a las 21:30. ¿Qué pasa si se duerme media hora más tarde?, ¿qué pasa si hoy merienda a las 17:00 y mañana a las 18:00? Es importante tener una planificación diaria que nos sirva como guía, pero también es importante la flexibilidad. Quítate el reloj y deja de medir minutos, mililitros, gramos o cucharadas.

Siempre digo que la crianza no es una batalla, pero tampoco una competición. Las otras madres o padres no son tus contrincantes en un concurso a losmejorespadresdelmundo, son tus aliados. Aprende de ellos.

No por más sufrir eres mejor madre/padre. Trata de tener una vida lo más cómoda posible, dentro de las dificultades inherentes a la crianza. Busca ayuda en la gente que te rodea, y si no la encuentras y puedes, págate esa ayuda.

¿Es esta la forma correcta de hacer las cosas? No. ¿Es la única? Por supuesto que tampoco (aunque para mí no hay otra alternativa) Tan sólo es la que yo sigo, con la que me siento cómodo, la que me permite sentir que estoy tratando bien a mis hijos, con máximo respeto, minimizando la probabilidad de lamentarme en un futuro por los errores cometidos.

Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.