Existen muchos mitos entorno al tema de la música para los bebés y los niños pequeños. Hay padres que se lo curran un montón desde antes del nacimiento poniéndoles Mozart para que, supuestamente, luego sean más inteligentes. Los hay que no ponen nada de música y en su casa reina el silencio. También hay casas en las que, en vez de música, siempre está la tele de fondo. Están los que compran todos los discos de nanas y cantajuegos que encuentran y los que simplemente comparten con ellos la música que oyen. ¿Qué es mejor? Pues como en todo, no hay una opción que sea “la buena” (bueno, la de la TV es mala, ya hemos hablado de esto varias veces), sin embargo, es un buen tema para reflexionar.

La música para bebés
Empecemos por los bebés. ¿Habéis oído hablar del “efecto Mozart”? Os lo cuento. En los años 90, a raíz de malinterpretar un estudio científico, se hizo negocio vendiendo discos de Mozart para bebés, diciendo que escuchándolos se iban a hacer más inteligentes. Poco después numerosos estudios lo desmintieron, pero el negocio ya estaba montado. Vamos a ver, está claro que oír a Mozart no le hará daño al niño, pero sí puede tener un efecto negativo: los padres, con la mejor de las intenciones, le pueden poner al bebé un disco (o peor, un vídeo) para que sea más inteligente, en vez de simplemente, estar hablándole durante ese tiempo (lo cual se ha demostrado que sí es beneficioso para su desarrollo). En cualquier caso, escuchar a Mozart, aunque no le haga ningún daño, tampoco le va a convertir en un genio ni nada por el estilo, por lo que podríamos decir que estos “métodos” no dejan de ser unos sacacuartos.
Entonces, ¿qué música le pongo?
Vale, entonces descartamos Mozart, al menos como estrategia para fabricar superdotados. Entonces, ¿qué música les ponemos? Soy un firme defensor de que no es necesario que los niños escuchen “música para niños” (al menos si no es porque ellos lo piden, y desde luego, un bebé de pocos meses no nos lo va a pedir), pero también es importante reflexionar sobre qué música les vamos a poner. Piénsalo: tus gustos musicales dicen mucho de ti, hay unos valores detrás de cada canción y cada disco que escuchas, y eso se les transmite.
Veamos un ejemplo de esto: seguro que este verano habéis visto un montón de niños muy pequeños bailando y hasta sabiéndose de memoria la canción “Despacito”, ¿verdad? Vamos a tomar algunos fragmentos de la letra:
“Quiero ser tu ritmo. Que le enseñes a mi boca. Tus lugares favoritos”
“Sabes que tu corazón conmigo te hace bom bom. Sabes que esa beba está buscando de mi bom bom”
“Ven prueba de mi boca para ver como te sabe, quiero ver cuanto amor a ti te cabe”
“Y es que esa belleza es un rompecabezas, pero pa montarlo aquí tengo la pieza”
La cosa es que la música no es algo vacío de contenido, todo lo contrario: mucho más que sonido de fondo, la música es una excusa perfecta para educar y transmitir valores, porque es la puerta de acceso a numerosos temas y situaciones que pueden ayudar a los niños (y adultos) a comprender el mundo en el que vivimos. La música siempre transmite unos valores, buenos o malos. No es lo mismo la canción protesta denunciando situaciones injustas que el reguetón. Como ha dicho muchas veces Tom Morello, el guitarrista de Rage Against The Machine, “toda la música es política, incluso Justin Bieber (…) si no estás cuestionando la autoridad, te estás sometiendo ante ella de manera tácita”.
Musica para niños
Pero volvamos a los niños… Aunque cuando son muy pequeños no son conscientes del contenido de la letra de las canciones, cada vez lo van siendo más. Además, el habituarse a unos determinados estilos musicales puede acabar influyendo en sus gustos adultos, unos gustos que luego se relacionan con determinadas actividades, amistades, pintas, estilo de ocio, y muchas cosas más.
La cuestión no es programar el futuro de tu hijo por la música que le pones, es imposible, si no que quizá lo que escuche de pequeño pueda influir en sus gustos adultos, en mayor o menor medida.
Si lo que tienes hoy es un bebé, la música que le gustará será muy probablemente la que tú le pongas. Igual que les gusta la comida que han probado más veces, les gusta la música que más han escuchado. Si lo que tienes es un niño o un adolescente, probablemente tendrá ya sus propios gustos musicales, pero alguna influencia habrá tenido todo lo que haya escuchado años atrás.
Y si hablamos de música infantil, hay que tener en cuenta que no toda es igual. Hay muchos grupos y artistas orientados a la infancia que les tratan con respeto y no les toman por tontos, tienen letras llenas de contenido para cantar, bailar y también reflexionar. Creedme, hay mucho mundo más allá de la taza, tetera, cuchara, cucharón. Como he comentado, no es necesario tener que recurrir a música de muy dudosa calidad para crear un ambiente agradable con tus hijos, sean de la edad que sean.
A los niños les gusta el rock, el pop, la música tradicional, los cantautores… pero de nuevo es como la comida: si sólo les damos ciertas cosas, les estamos impidiendo que tengan unos gustos más ricos y amplios. Así que, aunque seas padre no tienes por qué renunciar a tus preferencias y gustos musicales: utiliza la música en los momentos de juego, en la siesta, en tus desplazamientos, y transmítele esa pasión a tus hijos. De mayores te lo agradecerán.
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Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
La verdad es que eso del despacito, me resulta vomitivo no solo para niños pequeños, pero a mi me consideran muy exagerada, especialmente con esa canción que no soporto por la letra, por lo que representa… Y ese tipo de mensaje no me gusta nada, sobre todo para los pre y los ya adolescentes. En especial si es mensaje único, como lo es en ese estilo.
Yo de bebé y niña oía «mi limón, mi limonero» y como hasta que supe que podrían querer decir realmente con «cabeza hinchada», y en aquellos años había dictadura, escuché mucho más, pués no creo haber salido muy mal
Buen artículo Alberto. Al igual que es importante estimular al niño, también lo es no sobreestimularle y así saturarlo sin que pueda filtrar y gestionar la información. Sin olvidarnos, tal y como comentas del mensaje que transmita la música que les pongamos, como el ejemplo que muestras.
Un abrazo