Por qué no soy feminista: reflexiono acerca de los roles de género, machismo y feminismo

Si os soy sincero, durante la mayor parte de mi vida no había reflexionado demasiado sobre de los roles de género, machismo o feminismo. Crecí en una familia bastante típica de los años 80 en España, con un reparto de roles muy tradicional, y en un entorno social bastante machista (aunque yo no era muy consciente de esto). Y no fue hasta hace relativamente pocos años cuando empecé a pensar que quizá las cosas deberían ser de otra manera.

 

La sociedad era (y es) mac

Nací a principios de los 80 en España; por aquel entonces la sociedad era bastante machista. Ahora también, pero entonces lo era más y se disimulaba menos. Mi familia era bastante normal, con un reparto de roles muy tradicional. Prácticamente todo el tiempo que viví con mis padres, mi madre se dedicaba a cuidarme a mí y a la casa y mi padre a trabajar. Mi padre podía tener muchas virtudes, pero realmente no le recuerdo cocinando, limpiando la casa, planchando o haciendo esas típicas cosas “de mujeres”. Porque sí, eran cosas de mujeres, eso se discutía poco. Como tampoco se discutían esos típicos chistes machistas en plan la mujer en la cocina y cosas de esas. Yo me reía con esos chistes, no me parecían mal. Eran lo normal.

Yo no es que fuera especialmente machista, pero tenía bastante claro cuáles eran los juegos de niños y los de niñas, los colores de niños y de niñas, y todas esas cosas. Mi madre algo claro tendría estas cosas cuando desde que empecé a ser un poco más mayor ya me enseñó a manejar lo básico en la cocina, a limpiar, a planchar, etc. Vamos, lo mínimo para ser una persona adulta funcional. La verdad es que adelanté pronto a mi padre…

Y así fue pasando el tiempo hasta que más tarde empecé a tomar un poco de interés por la política, por los temas sociales y empecé a ser un poco más consciente de estos temas. Era una época en la que hasta el propio presidente del gobierno se consideraba a sí mismo feminista; a ver, hablo de Zapatero. Después de 8 años de Aznar cualquier cosa que hubiera pisado la Moncloa habría sido un icono feminista. Pero Zapatero fue quien, por ejemplo, tuvo a Carme Chacón como ministra de Defensa, lo que en su momento fue muy rompedor (imagino que todos la recordáis pasando revista a las tropas embarazadisima), fue quien legalizó el matrimonio homosexual, etc. En ese momento me parecía una cosa súper progre y súper rompedora el definirme como “feminista”, ya que estaba muy a favor de que las mujeres tuvieran los mismos derechos, que menuda injusticia todos estos temas y tal. 

Y ahí me acomodé, ya estaba tranquilo, considerando que mostrándome partidario del feminismo bastaba para tener la conciencia tranquila. Pero con el tiempo empezó a pasar algo curioso. Pese a esa simpatía con el feminismo y la profunda convicción en la igualdad de derechos y capacidades de mujeres y hombres, poco a poco voy dándome cuenta que quizá no lo tengo tan claro. Era un poco como en las pelis esas ciencia ficción que tienes un extraño bicho extraterrestre creciendo dentro de ti y, de repente, empieza a asomarte por medio de la tripa. Pues lo mismo. En mi caso, e imagino que en el de muchos otros, ese extraño bicho extraterrestre era el machismo. Resulta que todos esos años y todo ese caldo de cultivo en el que crecí tuvieron algún efecto, y no resulta tan fácil deshacerse de él como parecía. 

A día de hoy me veo todavía con muchos gestos, hábitos y actitudes que responden a ese machismo. No al nivel de “tú cállate mujer que están hablando los hombres”, pero sí al nivel de, sin darme cuenta, acaparar los turnos de palabra. Lo que digo, que no son cosas mega bochornosas, pero son de esas pequeñas cosas que no te das cuenta hasta que te das cuenta. La carga mental, por poner otro ejemplo. Pues sí, Kontxín lleva mucha más carga mental de asuntos relacionados con la casa y los niños que yo. No es que yo pase de todo, pero es evidente que ella lleva más encima. Y mansplainings, interrupciones, y esas cosas de las que muchas veces vosotras sois más conscientes que nosotros, también…

Con el tiempo empiezo ser consciente también de que disfruto de ciertos privilegios que tengo por el simple hecho de ser hombre, y que si fuera mujer la situación sería diferente. Desde cosas más obvias como, por ejemplo, poder caminar solo por la calle a ciertas horas y no sentir miedo; sentir que se te respeta más por el hecho de ser hombre. Por supuesto, tener más oportunidades laborales o menos condicionantes por el hecho de ser hombre. Que se me haga más caso. Porque soy hombre. Esto es alucinante; incluso, por ejemplo, a nivel familiar, si yo digo una cosa sé que se tiene más en cuenta que si lo dice mi mujer. Podemos decir lo mismo, pero la respuesta es diferente en función de quien lo haya dicho. 

Son muchos privilegios, desde cosas más micro hasta cosas más estructurales. Por ejemplo, a mi nadie me pide explicaciones de “dónde me he dejado a los niños” cuando hago planes sin ellos. Ya sea por irme a trabajar o estando en la cola del supermercado. No tengo que dar esas explicaciones. Si fuera mujer, se me estaría juzgando constantemente si hiciera una cosa o la contraria. Yo sé que disfruto de una especie de carta blanca por la que, haga lo que haga, está bien. Porque soy hombre. Por ejemplo: que trabajo menos para estar más con mis hijos: soy un padrazo. Que trabajo más para llevar más dinero a casa: también soy un padrazo. Al revés esto no pasa. Más bien al contrario. Ellas sí trabajan mucho, mal, porque no están con sus hijos. Si trabajan poco, mal también, porque podían esforzarse más. Y si “no trabajan” (fuera de casa, se entiende), esto esta fatal, porque es casi como una herejía, porque como se les ocurre, hacer algo así en el siglo XXI. 

Y claro, esto también se extiende al ámbito laboral; muchas veces hablo sobre educar en igualdad, corresponsabilidad y temas relacionados. Y es un poco como “wooow, fíjate qué razón tiene, qué mensaje más acertado”. A ver, que digo lo mismo que dicen un montón de mujeres, pero que se me escuche más a mi, en realidad es otro de mis privilegios por el hecho de ser hombre. Y es algo que no deja de generarme cierta contradicción interna: ¿me estoy aprovechando de ese privilegio? Pues no estoy seguro. Quizá. Aunque el mensaje sea razonable, es bastante triste que se me escuche más por el simple hecho de ser hombre, ¿no? Esto es algo que he hablado muchas veces con Laura Baena, la malamadre jefa, cuando me dice que “soy un referente”. Y yo siempre le digo que no soy un referente de nada, pero ella insiste en que es importante que haya hombres que lancen estos mensajes. Lo entiendo, estoy de acuerdo, pero también sé que hay muchísimas mujeres con más conocimientos sobre estos temas, que tendrían mucho que decir, y a las que quizá no se les presta la atención que merecen. 

Entonces, cuando hablamos de estos temas, surge el concepto de las “nuevas masculinidades” para hablar de esos hombres corresponsables, que no abusan de sus privilegios, que se alinean con la lucha feminista, que son respetuosos con las mujeres… No recuerdo quien lo dijo, alguien random por twitter, pero me gustó cómo lo expresó; decía algo así como “por qué llamamos nuevas masculinidades a, simplemente, no ser un gilipollas”. Y estoy muy de acuerdo. No es necesario poner una etiqueta para describir algo que a estas alturas, debería ser ya normal. 

Entonces, por todos estos motivos, cada vez me siento menos cómodo describiéndome como feminista, y cada vez lo hago menos. Porque veo que aún tengo actitudes machistas, porque entiendo que declararme feminista no es suficiente, porque entiendo que tengo camino aún por delante. Y porque entiendo que los hombres no podemos ser los protagonistas de esa lucha. Podemos ser actores secundarios, aliados del feminismo, pero no acaparar, como de normal, el espacio público. Apoyar sí, pero de manera más discreta y respetuosa con una lucha que no es nuestra. Si acaso es de todos, pero no puede ser “nuestra” de los hombres.

En fin, que tenía mis dudas respecto a si hacer este vídeo o no; porque por un lado me apetecía explicar esta contradicción que siento, pero por otro no deja de ser más de lo mismo, un señoro hablando de un tema sobre el que igual calladito estaba más guapo. Pero también pienso que en realidad, este vídeo no es tanto para vosotras como para vosotros. Para que tomemos conciencia de la necesidad de cambiar un poco la actitud, de empezar a ser más conscientes de los estereotipos en los que todavía caemos y, de los privilegios de los que seguimos disfrutando. Si eres mujer y te encaja lo que digo, agradezco que hayas aguantado hasta el final del vídeo. Y si eres hombre y te molestan estas palabras, probablemente sea porque tenga algo de razón, ¿no? 

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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