Pandemia y relaciones sociales: cómo gestionar los conflictos

Si ya de por sí las relaciones sociales son complejas, ahora con las dificultades que entraña la pandemia lo son mucho más, y conseguir mantener la calma o incluso la cordialidad con familia o amigos, a veces, resulta bastante complicado. ¿Os ha pasado? Vamos a verlo.

Nos esta tocando vivir una época muy loca. Algún día recordaremos con extrañeza aquellos meses en los que teníamos que contar las sillas que poníamos a la mesa porque no podíamos juntarnos más de equis personas, aquella Navidad que no compartimos con nuestra familia para evitar contagios, o el estar mirando el reloj de reojo porque había toque de queda y no podíamos andar por la calle sin motivo. Bueno, eso lo recordaremos algunos, otros se están pasando las recomendaciones sanitarias por el forro, y en parte por eso estamos como estamos. Pero bueno, no quiero seguir por ahí que me caliento…
Pongámonos en una situación sencilla, en la que quedas para tomar un café con un amigo. Quizá para ti hace frío y prefieres estar dentro de la cafetería, pero es que a lo mejor la otra persona no se siente nada cómoda en un interior sin ventilar. O quizá os sentáis fuera, y nada más llegar te quitas la mascarilla antes siquiera de que llegue el camarero, porque sientes que por estar sentado en una terraza ya estás “en mare». O puede que vayáis los dos con mascarilla, y uno se la aparte solo para beber el café, y se la vuelva a poner entre trago y trago, y el otro no. Son muchos los gestos que pueden hacer que uno u otro se sientan incómodos en las circunstancias tan raras que estamos viviendo. Por no hablar de situaciones como compartir coche, invitar a alguien a casa, compartir espacio de trabajo, etc. Es difícil…

Seguro que todos habéis vivido situaciones así durante estos meses de pandemia, en las que al quedar con otras personas, hay pequeños “choques” respecto a la forma de unos y otros de entender qué es lo que toca o no toca hacer.

Partimos de la base de que tenemos unas recomendaciones oficiales, las cuales van cambiando en función del momento de la pandemia. No era lo mismo marzo o abril, que verano, o que ahora. Aunque las medidas básicas son las mismas desde el principio de toda esta historia, y seguirán: lavado de manos, distancia y mascarilla. Un mínimo que siempre se debería cumplir es el de cero contactos entre no convenientes sin mascarilla.
Pero independientemente de las recomendaciones, luego está la lectura particular que hace cada uno. Hay personas para las que esas recomendaciones son exageradas y consideran que pueden asumir más riesgos, y hay personas que consideran que esas recomendaciones se quedan cortas y no quieren asumir ningún riesgo. El tema es ese. Que cada persona es distinta, y los agobios de unos no son compartidos necesariamente por los demás.

El problema de las relaciones sociales en pandemia

¿El problema? Que estemos en un grupo u otro, estamos obligados a relacionarnos con los que piensan como nosotros y con los que no. Porque son nuestros amigos, nuestros familiares, nuestros compañeros de trabajo, etc. Bueno, obligados tampoco estamos en todas las circunstancias. Y esa sería una primera medida a tomar: si no te sientes cómodo con la forma que tienen de comportarse algunos familiares o amigos, minimiza el contacto, al menos durante una temporada. Porque de lo que estamos hablando es de la salud, quizá hasta de la vida y la muerte. La suya y la tuya. Ahora mismo es demasiado arriesgado relacionarte con personas que asumen tantos riesgos. Porque entonces, esos riesgos que asumen ellos, también los estás asumiendo tú. Y contigo tu familia y demás seres queridos.

¿Por qué inclumplen las recomendaciones?

Empecemos por estas personas, quienes consideran las recomendaciones exageradas y asumen muchos riesgos. A mí, personalmente, es algo que me irrita y me enfada muchísimo, que ya vamos para un año de pandemia… Pero bueno. ¿Por qué actúan así? No todos lo hacen por los mismos motivos. Algunos, pocos, por desconocimiento. Hay personas que no acaban de comprender realmente la situación en la que nos encontramos y por qué debemos actuar como nos recomiendan, y por ese desconocimiento actúan de manera imprudente. Insisto, son pocos, pero honestamente, creo que se podría haber hecho mucha mejor pedagogía y haberse explicado mejor todo esto. Porque es imposible hacerlo todo bien y todos podemos tener un despiste en algún momento. En plan: salgo alegremente sin mascarilla y de repente me doy cuenta…
Pero también hay otros que no es que no tengan información, están informados, puede que incluso muy informados, pero en realidad lo que están es mal informados: personas que han leído mucho, se han “informado” mucho, pero de fuentes erróneas. Creen que solo ellos han accedido a “la verdad” y que el resto de la sociedad somos unas “marionetas en manos del poder establecido”, que estamos siendo manipuladas por los poderosos para creer en una “pandemia imaginaria”, ficticia, o al menos planificada; con muertos imaginarios o al menos, con los números muy inflados; para así establecer un nuevo orden mundial de la mano de Bill Gates, Soros o la OMS, “no como ahora, que manda el gremio de zapateros”, que decía alguien por twitter.

Aunque a algunos todo esto os suene muy raro, tristemente hay mucha gente con estas ideas. Estas personas, en contra de lo que creen, son las que están siendo manipuladas. Están esperando el “despertar de la gente”, pero quizá quienes despierten sean ellos… en una UCI. El tema es que no solo se ponen en riesgo a ellos mismos, sino también a todos los demás.

Por supuesto, estos no son los únicos motivos. Hay muchos más: motivos políticos, económicos, la rebeldía típica de algunas etapas de la vida… Pero independientemente del motivo, hay algunos errores comunes, que comete mucha gente y les lleva a asumir riesgos innecesarios. Por ejemplo, uno muy frecuente es confundir la confianza, la amistad o la familiaridad con la ausencia de peligro. Esto es, que si somos muy amigos y nos llevamos muy bien, nos podemos quitar la mascarilla, no guardar la distancia, y aquí no pasa nada. Aunque a veces parece que se nos olvide, obviamente, el virus no entiende de amistad o confianza. Es normal que esto ocurra, porque cuando estamos con nuestras personas de confianza, nos relajamos y podemos bajar la guardia. Pero tenemos que recordar que estamos en medio de una pandemia, de hecho quizá ahora estemos en el peor momento, y que sí hay alguien con quien no deberíamos bajar la guardia, es precisamente con nuestros seres queridos.

Otro motivo por el que algunas personas actúan de manera imprudente es pensar que toda esta situación les afecta más que a los demás, y por eso se sienten legitimados a actuar de modo distinto. Porque son TAN especiales que las medidas que valen para todos no les valen a ellos. Estas personas sufren más que el resto por llevar mascarilla, como si a los demás no les agobiara. Sufren más por no ver a sus familiares. Como si al resto nos diera igual. Sufren más por no poder viajar. Como si el resto fuéramos setas. Lo siento, pero no, esta pandemia afecta a todos. Desde los más ancianos a los más pequeños. Hay niños que desde que han nacido no saben lo que es salir a la calle y ver a la gente sin mascarilla. Hay ancianos que llevan encerrados en sus residencias meses, sin poder salir, y con las visitas muy muy restringidas. Meses. Por favor, un poco de empatía.
Sé que hay gente que por motivos médicos está exenta de llevar mascarilla o de algunas otras limitaciones, pero ya entendéis que no me refiero a estos casos excepcionales.
Un motivo relacionado, y que cada vez es más frecuente, es el agotamiento y la rebeldía. Llevamos muchos meses de restricciones y la mayoría ya estamos cansadas. Fatiga pandémica, lo llaman… Por eso, algunos se sienten legitimados para incumplir las recomendaciones. Pero vuelvo a lo mismo. Que todos llevamos el mismo tiempo. Todos estamos cansados, pero no podemos bajar la guardia ahora. Nuestros sanitarios están ya desesperados. No saben ya cómo decírnoslo. Por favor, un poco de Empatía.

¿Cómo relacionarnos en pandemia?

Entonces, ¿cómo relacionarnos con el resto del mundo en un momento tan complicado como este? Pues poco. Relacionándonos poco, que en eso consisten las medidas. Al menos de manera presencial. Si hay personas cercanas que actúan de modo imprudente, no trates de convencerlas. Estarás malgastando tu energía. Si un año de monotema y de repetir las cosas por activa y por pasiva no han logrado que cambie su forma de ver las cosas, no lo vas a conseguir tú. Por lo tanto, limita temporalmente el contacto con esas personas. Al menos hasta cuando relacionarte con ellas de nuevo no te ponga a ti y a los tuyos en peligro.

Si decides tener contacto con esa persona, o si no puedes evitarlo, al menos no bajes la guardia. Más bien al contrario: aumenta tus medidas de protección. Emplea una mascarilla que te proteja mejor, mantén más la distancia, evita interiores, evita quedar para comer o cenar, reduce el tiempo de contacto, lávate con frecuencia las manos y cuando llegues a casa haz una hoguera toda la ropa que llevaras puesta. Bueno, eso no es necesario. Pero ya me entiendes.

Y en el muy poco probable caso de que hayas llegado a este punto y que seas tú una de esas personas que se toma todo esto a la ligera, hazte una pregunta: ¿qué pasaría si todos actuáramos como tú? Probablemente tú puedas estar comportándote como lo haces porque estás aprovechándote de las medidas de protección que respetan los demás. Trata de ser más solidario y empático. Te recuerdo que esto nos afecta a todos. Y, en todo caso, ante la duda de quién debería cambiar su forma de comportarse, trata de respetar siempre el punto de vista más conservador. Porque esto va de conservar vidas… En esta situación, quien menos riesgo asume, es quien mejor lo hace.
En resumen: que esta situación ya cansa, pero nos cansa a todos (aunque obviamente no estamos todos en la misma situación). Espero que esto os ayude a tomar alguna decisión en lo que queda de pandemia y, si con este vídeo, al menos conseguimos que UNA persona se tome todo esto un poco más en serio, ya habrá merecido la pena el artículo. Aunque tengo mis dudas, la verdad…

A la venta en todas las libreras nuestros libros "Niños sin etiquetas" e "Hijos y padres felices"".
En "Niños sin etiquetas" (Ed. Paidós, 2020) hacemos un recorrido por las etiquetas que más habitualmente se utilizan para calificar a los niños: consentidos, malcriados, caprichosos, mentirosos, desobedientes, tiranos, dependientes, mal comedores… Y damos algunas ideas, consejos y múltiples ejemplos para para educarlos evitando caer en ellas.
"Hijos y padres felices" (Ed. Kailas, 2017) es nuestro libro sobre crianza centrado en la etapa 0 a 3 años: apego, lactancia, alimentación, sueño y colecho, rabietas, límites, premios y castigos, movimiento libre, retirada del pañal… Aquí abordamos gran parte de lo que ocurre durante los primeros años de vida de los niños. 
Niños sin etiquetas alberto soler concepción roger
Y si os interesan los temas relacionados con la crianza y la educación, podéis acceder ya a nuestros cursos en la Escuela Bitácoras, “El sueño en la infancia”, “Rabietas y límites desde el respeto” y “Cómo fomentar la autonoma”. Cada uno de ellos con más de tres horas de contenido. Son cursos que puedes hacer a tu ritmo, viendo cada lección tantas veces necesites, e incluso descargando en mp3 el audio para escucharlo dónde y como quieras. ¡Y si utilizas el código ALBERTOSOLER tendrás un 10% de descuento!
Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
Tags: No tags

Responder

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.