La hemos vuelto a liar: COVID y vuelta a las aulas.

La hemos vuelto a liar. Tenemos el mes de septiembre a la vuelta de la esquina y parece que hemos regresado a la casilla de inicio. Vale, que sí, que ahora tenemos más información sobre el virus, tomamos más precauciones, la vacuna quizá está más cerca… pero la hemos vuelto a cagar. En muchos ámbitos se han cometido errores, pero quizá el más sangrante sea el de los niños y la vuelta a la escuela.

 

Lo he dicho muchas veces y lo mantengo: los niños han sido los grandes olvidados en la gestión de la pandemia. Lo pensaba cuando llevábamos algunas semanas de confinamiento, pero tenía la esperanza de que se iba a trabajar duro para asegurar una vuelta a las aulas, segura y planificada. Pero como estamos viendo, parece que esto no va a pasar…

Sí, creo que esto resume bastante bien lo que se ha hecho hasta el momento para asegurar una vuelta segura a las aulas. Nada. Porque una cosa son las palabras, y otra muy distinta los hechos. Las palabras son gratuitas, podemos decir lo que queramos; yo, por ejemplo, os puedo contar aquí que soy negra y folclórica… y vosotros veréis si me creéis o no. El gobierno, los distintos gobiernos autonómicos, los poderes públicos, pueden asegurar por activa y por pasiva que les importa la infancia, que la vuelta a las aulas es muy importante para ellos. Pero las decisiones han ido por otro lado…

Los niños fueron los últimos en salir del confinamiento; se les acusó, sin pruebas, de ser “grandes vectores de contagio” cuando se ha visto que no es así. De hecho quizá más bien es al contrario. Aunque todavía nos falta mucha información.

Vimos como los perros (y sus dueños) disfrutaban de largos paseos varias veces al día, mientras los niños les miraban desde el balcón, preguntándose cuándo tendrían ellos esa suerte. Les tratamos muy mal, teníamos la oportunidad de resarcirnos, de compensar ese daño, pero no. Abrimos mucho antes las terrazas y los bares que los parques. De hecho, hace pocos días hemos visto parques aún precintados… Parece que los parques no son especialmente problemáticos en cuanto a contagios, son sitios al aire libre en los que la mayoría llevan mascarilla y los niños van acompañados por padres o cuidadores que ya se encargan de que guarden distancias y se laven mucho las manos. No podemos decir lo mismo de los locales de hostelería y ocio nocturno.

Y ahí siguen abiertos, no solo terrazas y bares, también pubs, discotecas y todo tipo de locales destinados al ocio adulto, mientras los padres nos preguntamos si en septiembre las niñas y niños finalmente podrán volver a clase o no. Y si vuelven, de cuánto tardarán en mandarlos otra vez a casa. Y si vuelven a casa, de cómo nos las vamos a apañar para poder trabajar…

Parece que tenemos que asumir que Vinimos en un país que antepone salir de copas a escolarizar a sus niños. Que prefiere enterrar a sus mayores a quedarse sin verbena. Que prefiere perder el trabajo, a que le cierren los garitos.

Y la responsabilidad es compartida. No es solo cosa del gobierno, por supuesto. Pero tampoco le podemos echar toda la culpa a los ciudadanos, porque no son ellos quienes dirigen, ponen las normas, ni deben ser ellos quienes velen por su cumplimiento. Y es que sabemos que Las personas individuales pueden ser más o menos inteligentes, pero la masa tiende a cometer estupideces. Y la masa alcoholizada todavía más. Creo que a nadie nos sorprende donde se están produciendo la mayoría de rebrotes, ¿no?

Si la prioridad hubiera sido en algún momento la vuelta a las aulas, las decisiones habrían sido otras. Porque tiempo ha habido. Cuando cerraron las escuelas en el mes de marzo todo fue improvisación. No podía ser de otra manera. Pero volvemos a septiembre casi en el mismo punto en el que lo dejamos. Ya hemos comprobado que las tablets no son la solución. Han sido un parche que se puso en un momento de urgencia, pero no puede ser el camino a seguir. Al menos no debiera serlo si se pueden planificar otras alternativas. Pero las alternativas cuestan dinero, claro…

Los niños tienen que volver a la escuela. Y lo deben hacer presencialmente. Por muchos motivos. Las familias educan, sí, pero no son docentes. Las tablets no son en este sentido más útiles que un cuaderno de papel y un puñado de lápices. Sin tener al lado a una persona con tiempo, capacidad, formación, motivación y experiencia no sirven para nada. La educación a distancia nunca debería ser una opción, al menos para los más pequeños, como mucho puede ser una medida de urgencia, pero no puede ser una condición de partida. Porque, entonces, nos estaríamos cargando la escuela pública tal y como la entendemos. Y por supuesto la conciliación, no nos olvidemos de eso…

La escuela es necesaria para los niños por muchos motivos. La educación (en el sentido de instrucción) es el más obvio, luego está la socialización, en la que que también solemos pensar. Pero además, la escuela es un medio para la inclusión y la igualdad de oportunidades. La escuela compensa (o debería compensar) las desigualdades de las familias. Y esto es lo que está poniéndose en peligro con la gestión de esta pandemia.

Cuando los alumnos pasan a ser educados desde casa este componente de inclusión y de igualdad de la escuela desaparece, y ahí prevalece la capacidad de cada familia. No son las mismas oportunidades las que puede tener un alumno que ha nacido en una familia acomodada, que otro con una familia con menos recursos. ¿Quién va a sacar más partido a esa tablet?, ¿quién va a tener más probablemente un padre que le ayude o un profesor/a particular en ausencia de clases ordinarias?, ¿quién va a tener un mejor entorno de trabajo?

Cuando muchos profesionales nos preocupamos por cuándo y cómo volverán los niños a las escuelas, no estamos pensando tanto en niños de clase media aburridos en sus casas viendo Clan y jugando a la Switch. Lo superarán. Pensamos más bien en la difícil realidad de muchas familias, en las que la escuela constituye una de las pocas constantes que da a los peques seguridad, afecto y apoyo en su día a día. Y también un plato de comida caliente, todo hay que decirlo. Para esos niños, cuyas familias no pueden satisfacer, por diferentes motivos, muchas de sus necesidades, la escuela es imprescindible.

Y llegados a este punto habría que recordar que la salud va más allá de la ausencia de enfermedad. Así lo afirma la OMS en el Preámbulo de su Constitución en 1948. Y desde entonces esta definición de salud no ha sido modificada. Se mantiene válida a día de hoy. No basta con no estar enfermo o con no tener Covid, sino que además habría que estar bien a nivel mental, emocional y social..
La vuelta a las aulas debe contemplar un control de la transmisión del virus, sí. Pero también las necesidades afectivas y sociales de los alumnos y sus familias. Porque estar bien no es solo estar libre de un virus.

Además, si no logramos una vuelta presencial y segura, también estaremos lapidando años de lucha por unas mejores condiciones para conciliar vida personal y familiar. Y esto lo van a pagar, como es habitual, las mujeres.

Dentro de unos años recordaremos una época en la que pensamos que aquello que llamábamos conciliación parecía posible, pero llegó la pandemia y todo voló por los aires. De momento surgen muchas preguntas de cara al próximo curso, por ejemplo:

  • Dicen que la entrada a las escuelas será escalonada, con lo que es esperable que muchas familias tengan que dejar a sus hijos más tarde que de costumbre. ¿Cual será ahora la respuesta de los empresarios a los “retrasos” de sus trabajadores?, ¿quién llegará más tarde al trabajo?
  • En muchos casos se eliminan los horarios de conciliación, que permitían dejar a los niños antes o recogerlos después. ¿Qué harán esas familias que deben entrar a trabajar una hora antes que sus hijos en la escuela? Los abuelos no son una opción, claro. ¿O si? Muchas familias harán tendrán que recurrir a ellos. Precisamente a quienes no tendríamos que recurrir…
  • Las extraescolares eran otra herramienta de conciliación que las escuelas van a desincentivar, cuando no directamente eliminar. ¿Quién se hace cargo de los niños?, ¿quién sale antes del trabajo?
  • Hay un caso sospechoso en clase: todos a casa tres días. ¿Quién deja de trabajar?, ¿con qué fórmula? Esto, varias veces al mes.
  • Hay un caso positivo en clase. Todos a casa al menos dos semanas. Misma preguntas que antes. Esto, varias veces durante el curso.
  • Los más mayorcitos irán a clase en días alternos. Necesitarán a alguien que les acompañe en casa y dirija su trabajo. ¿Quien será?, ¿cómo se lo explica a su jefe?

¿Quien os ha venido a la cabeza al poneros en esas situaciones?, ¿un padre o una madre? Como decía Silvia Nanclares en un artículo para el país este fin de semana: “hermanas, estamos jodidas”…. Ya nadie duda de que todo esto lo van a pagar las madres, poca sorpresa, siempre ha sido así, pero con esta crisis retrocedemos y las brechas vuelve a crecer.

La pandemia nos pilló por sorpresa, de acuerdo, pero desde el 14 de marzo sabíamos que esto iba a pasar. Ha pasado. Está pasando. Y seguirá pasando. Necesitamos medidas. Ayudas a familias con hijos a cargo. Una legislación clara que dé respuesta a estas necesidades. Que de seguridad a las familias y a las empresas, que todo no recaiga en buenas voluntades ni esfuerzo individual. Pero llegará septiembre y nada habrá pasado. Y pasará lo de siempre. Una pena…

En fin, que esta píldora no estaba programada. No pensábamos publicar nada hasta el día 7 de septiembre, probablemente hubiérais podido sobrevivir hasta entonces sin escuchar mi opinión al respecto, pero ya que estaba grabando algunos vídeos para la siguiente temporada me ha apetecido grabar esto porque la verdad es que estoy muy triste y enfadado por todo lo que está pasando…

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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