Ataque de pánico: estos son sus síntomas

Quienes han tenido un ataque de pánico lo describen como una experiencia muy desagradable, difícil de entender para quienes no han pasado por ahí. Para que lo entendáis, sería como un pico muy fuerte de ansiedad con unos síntomas muy alarmantes: gran taquicardia, falta de aire, tensión en todos los músculos del cuerpo, que puede llegar al agarrotamiento… entre otros. Y todo ello con una enorme sensación de miedo. Hoy vamos a hablar sobre los ataques de pánico.

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¿Habéis tenido alguna vez un ataque de pánico? Es un problema bastante frecuente, que por si mismo no es un trastorno mental, pero que se da en muchos trastornos mentales, y aunque en realidad no es nada grave, la persona que lo experimenta lo pasa realmente mal. Para que os hagáis una idea, es muy frecuente que quien tiene un ataque de pánico, al menos las primeras veces, acabe en urgencias con la convicción de estar sufriendo algo muy grave. De hecho, muchas veces los síntomas se pueden confundir con los de un ataque al corazón. Así que poca broma,

Como decíamos, un ataque de pánico no es un trastorno en sí, pero puede estar asociado a diferentes trastornos. Puede darse en el contexto de un trastorno de pánico, pero también en muchos otros problemas como cualquier otro trastorno de ansiedad, en una depresión, en un trastorno bipolar o en un TEPT, entre otros; y también puede aparecer asociado a alguna enfermedad médica o inducido por medicamentos o drogas.

¿Qué es un ataque de pánico?

Y bueno… ¿en qué consiste? Pues consiste en la aparición súbita de un miedo o un malestar muy intenso que alcanza su pico máximo en cuestión de minutos. Durante este tiempo se producen síntomas físicos como palpitaciones, sudoración, temblores, dificultad para respirar, sensación de ahogo, náuseas, mareos, escalofríos o sensación de calor u hormigueo; y, por supuesto, también síntomas cognitivos como sensación de irrealidad, de despersonalización, miedo a perder el control o miedo a morir. En algunos casos, estos síntomas pueden acompañarse de otros más específicos de determinadas culturas como zumbidos en los oídos, dolor de cuello, de cabeza, gritos incontrolados o de llanto.

La aparición de estas crisis es súbita, y no necesariamente tiene que darse en un momento de ansiedad. Puedes tener un ataque de ansiedad estando nervioso, sí, pero también llegar a él desde un estado de calma, e incluso puede darse cuando la persona está dormida. Imaginad lo que debe ser despertar y encontrarse con esos síntomas… pues eso. Y después del episodio, puede que la persona vuelva a la calma o puede que evolucione hacia un estado de ansiedad.

Es decir, que el ataque de ansiedad es un episodio corto pero muy intenso, en el que la persona que lo padece lo pasa realmente muy mal, en el que puede pensar que se muere o que “se está volviendo loco”, por lo que, como os decía, no es extraño acabar en urgencias por este motivo. Y si la persona que lo experimenta lo puede pasar muy mal y se puede asustar mucho, las personas que están con ella también lo pasan bastante mal al ver en ese estado a una persona que quieren y sin saber muy bien qué le pasa ni cómo ayudarle.

¿Son frecuentes los ataques de pánico?

¿Y esto cómo es de frecuente? Pues bastante. Según datos de EEUU, cada año, más de un 11% de las personas lo experimentan, esto es, una de cada 10 personas que conoces tendrán un ataque de pánico este año. De media, claro. En Europa los datos son algo menores, pero aún así muy elevados, estando la prevalecía anual alrededor del 3%. Son más frecuentes en mujeres que en hombres y bastante extraños en niños hasta la pubertad. También son raros en edades avanzadas. De media se suele tener el primer ataque de pánico alrededor de los 22 o 23 años, y cómo evolucione, esto es, si será algo puntual o se acabará convirtiendo en un problema más serio, dependerá del curso de otros trastornos mentales y de los eventos estresantes de la vida.

De todas formas no todo el mundo tiene el mismo riesgo de tener un ataque de pánico; hay factores de riesgo temperamentales como la predisposición a experimentar emociones negativas o la inclinación a pensar que los síntomas de ansiedad son perjudiciales, y también factores de riesgo ambientales como el tabaco, o las situaciones estresantes que se vivan.

Evaluación y tratamiento

Como decíamos, cuando ocurre algo así, es normal que la persona se asuste mucho y vaya a urgencias, donde le harán una serie de pruebas para descartar que lo que ha pasado se deba a algún problema médico como algún trastorno cardiorespiratorio, trastornos convulsivos, hipertiroidismo, hiperparatiroidismo u otros… también podría ocurrir que el episodio estuviera causado por el efecto directo de alguna sustancia estimulante o por la abstinencia de algún fármaco depresor. Esto podría estar causado por medicamentos, por drogas ilegales, pero también por drogas legales, como la cafeína o la abstinencia al alcohol (ya hemos dicho antes que el tabaco es también un factor de riesgo).

Cuando todo esto se descarta, es cuando se suele buscar la ayuda de un psicólogo. Y para eso estamos, para ayudaros con problemas como este, y muchos otros, que por suerte tienen tratamiento, y merece mucho la pena tratar, porque como os decía, es algo muy muy desagradable, pero tiene solución.

El tratamiento psicológico comienza con una evaluación, en la que se tratan de identificar los factores que han podido estar relacionados con ese ataque de pánico. Hay veces que son evidentes, pero otras que no tanto, o incluso que no pueden encontrarse. También se evalúan los recursos de los que dispone la persona para hacer frente tanto a esos momentos pico de ansiedad como a otros eventos vitales. Y con toda esa información se planifica el tratamiento, que no suele ser igual para dos personas, sino que está adaptado a las necesidades puntuales de cada uno. Afortunadamente, gracias al tratamiento, se logran manejar muy bien esas crisis hasta el punto de llegar a desaparecer por completo en la mayoría de los casos.

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