Nadie se fija en ti

Hay algunas personas que odian ser el centro de atención, también hay otras que no soportan pasar desapercibidos, y la mayoría estamos en algún punto intermedio entre esos dos extremos. No nos gusta pasar totalmente desapercibidos, pero tampoco nos apasiona ser el centro de todo. Pero, por suerte para algunos y desgracia para otros, ¿sabéis qué? Pues que habitualmente la gente no se suele fijar tanto en nosotros como en realidad creemos. Vamos a verlo.

Esto lo veo mucho tanto dentro como fuera de terapia. Nos preocupa cómo nos verán los demás, qué opinarán de nosotros, qué implicaciones puede tener que nos mostremos de una forma u otra, y empleamos un montón de tiempo con pensamientos y conductas relacionados con todo este tema. Y realmente es una pérdida de tiempo bastante absurda, que tiene más de superstición que otra cosa, porque los demás, esos de los que tanto tememos su opinión y su juicio, muchas veces (la mayoría) ni se fijan en nosotros. Porque están tan preocupados de cómo les verán a ellos y qué opinarán los otros que no les da para fijarse en nosotros. Vamos, que si nos miramos constantemente el ombligo no nos da la vida para ver el ombligo de los demás.

Hace poco me pasaron un par de anécdotas que ilustran bastante bien esto; una está relacionada con mi pelo. Llámalo crisis de los cuarenta, crisis de identidad o lo que quieras, la cosa es que como habréis visto me he cansado de ir siempre con el pelo rapado y ya hace seis meses que no paso por la peluquería. Pues bien, no os imagináis la de gente que me ve y me dice: “¿anda, te has cortado el pelo?” No lo dicen con ironía ni segundas intenciones, notan algo distinto y no saben qué es. ¿Por qué? ¡Porque no se fijan en mí! ¿Cómo voy a haberme cortado el pelo, si lo he llevado casi al cero durante los últimos 8 años? ¡Cortármelo más sería tocar el cráneo! Podría haberme sentido súper inseguro, con miedo a qué pensarían de mí, a si me verían ridículo… y en realidad habría sido una pérdida de tiempo por muchos motivos. Uno, el que estamos viendo, que mi aspecto físico (oh, sorpresa) le da bastante igual al mundo. Y otro motivo: que quizá esos miedos o preocupaciones me alejan de hacer lo que verdaderamente me da la gana.
Otro ejemplo; hace algunas semanas mi hijo encontró una pajarita por casa, creo que de un disfraz o algo así. Total, que por la mañana se la puso dispuesto a ir al cole con ella. Claro, antes de salir de casa le pregunté si seguro que iba a ir así al cole, y él muy seguro dijo que sí. Yo daba por sentado que a los pocos minutos de llegar se la quitaría y final de la historia. Pero al ir a recogerle por la tarde veo que aún iba con la pajarita. Con curiosidad le pregunté que qué le habían dicho los amigos de la pajarita o que si habían comentado algo, dando por sentado que habría sido objeto de chascarrillos. Y me dijo que no, que nadie le había dicho nada, que nadie se había fijado en su pajarita. A lo que yo añado: sí, quizá alguien se ha fijado pero le ha dado absolutamente igual porque estaba muy preocupado en si alguien le diría algo por esos pantalones que le ha puesto su padre tan horrorosos, por la camiseta que lleva o por el nuevo corte de pelo.

Seguro que muchos tenéis anécdotas parecidas; por ejemplo, los que llevamos gafas. Cada vez que cambiamos de gafas tenemos una especie de crisis de identidad en la que nos miramos al espejo y no sabemos ni quiénes somos. Que si estas gafas van con mi ropa habitual, que si son muy formales o muy informales, que qué pensarán los demás…. y de repente, alguien te ve y te dice: uy, te noto diferente, ¿te has puesto gafas? Y sí, llevas 20 años llevando gafas. De toda la gente con la que te relacionas ahora nunca nadie te ha visto nadie sin gafas. Notan algo diferente en ti, pero no saben ni lo que es. Porque en vez de fijarse en tus gafas estaban demasiado preocupados en si esa camiseta les marcaba barriga, si el pelo ya clarea demasiado o si son ridículos estos pantalones de la temporada pasada.
Pues eso, que como os digo, probablemente nadie se fija tanto en uno mismo como uno mismo. Esto nos pasa a todos, pero hay un momento de la vida en el que esto es especialmente intenso. ¿Os imagináis cuándo? ¡Bingo! Efectivamente, en la adolescencia. Los adolescentes invierten mucho tiempo pensando sobre sí mismos y asumen que los demás hacen lo mismo, esto es, estar siempre pendientes de ellos. Por eso muchas veces se sienten el centro de todas las miradas, creyendo que en todo momento los demás les observan y les juzgan. Esto en psicología recibe el nombre de “audiencia imaginaria”, y tiene un nombre porque en psicología le ponemos nombre a todo, pero es algo perfectamente normal. Todos los adolescentes pasan por ahí y es algo que con el tiempo y la madurez va suavizándose (que no desapareciendo, como estamos viendo)

Y algunos diréis: bueno, es que en mi caso hice tal cosa y me dijeron de todo, los demás sí que se fijan en mí. A ver, que no es un tema de blanco o negro, claro que se fijan en ti. Pero mucho menos de lo que crees. Y si hay algo que para ti es importante y los demás reaccionan de un modo negativo, hay un ejercicio que es muy útil. Ensayar tu movimiento de hombros para demostrar que te da igual (o, al menos, que te gustaría que te diera igual).

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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