¿Necesitan rutinas los niños? Las rutinas para dormir

En la anterior píldora sobre crianza estuvimos viendo las diferencias entre el ritmo evolutivo de los niños y los ritmos diarios o rutinas. Como os prometí, hoy vamos a profundizar un poco más en este último punto para comprender por qué son importantes las rutinas y cómo podemos ayudar a nuestros hijos con ellas. Me centraré en un momento concreto donde las rutinas son especialmente importantes: la hora de ir a dormir. ¡Espero que os guste!

Los ritmos circadianos y nuestro reloj biológico

Muchas de nuestras conductas como mamíferos se rigen por ritmos diarios o circadianos; son unos ritmos biológicos en base a los cuales se regulan multitud de aspectos de nuestro organismo, entre ellos, los patrones de sueño, de alimentación o funcionamiento cerebral en general. Hay una estructura en el cerebro denominada Núcleo Supraquiasmático (NSQ) que sería nuestro “reloj biológico”. Para que funcione bien y “no se vaya de hora” va a necesitar una serie de “sincronizadores” para ayudarle, que pueden ser internos (habitualmente hormonas) o externos (condiciones ambientales, hábitos, etc.)

Como ya comentamos en la anterior píldora sobre los ritmos, respetar los ritmos de los niños no es consentir siempre su voluntad, sino ser sensibles a sus necesidades y crear las condiciones externas adecuadas para poder satisfacerlas, o dicho con otras palabras, ayudar a su reloj biológico a mantenerse en hora. Sucede algo parecido a con la comida: si les dejamos total libertad es probable que basaran su alimentación en chucherías, bollería industrial, helados, etc. En vez de darles tanta libertad, es buena idea que regulemos nosotros qué alimentos tienen a su alcance y que en base a esa elección previa decidan ellos. Con los horarios y el sueño sucede lo mismo, por eso se habla tanto de las «rutinas para dormir».

Rutinas para dormir

Las rutinas son comportamientos que realizamos en el mismo orden cada vez que hacemos una actividad: por ejemplo, ponernos colonia, coger las llaves y el bolso, dar un beso a nuestra familia, abrir la puerta y salir de casa. Eso es una rutina. Todos tenemos muchas rutinas aunque no nos hayamos parado a reflexionar acerca de ellas.

Los niños necesitan que regulemos ciertas condiciones ambientales para facilitarles seguir su ritmo, y esto es especialmente importante cuando hablamos del sueño: se ha demostrado que tener una rutina nocturna antes de ir a dormir mejora de manera significativa el sueño de los niños y la satisfacción de sus padres.

Al igual que no podemos obligar a un niño a dormir cuando no puede o no lo necesita, tampoco deberíamos dificultarle el descanso en los momentos en los que sí lo necesita; si les damos libertad absoluta y les dejamos marcar siempre a ellos el ritmo, es probable que no durmieran hasta estar físicamente extenuados, lo cual no es bueno para ellos ya que les estamos dificultando descansar cuando lo necesitan. Dependen de nosotros para regular las condiciones ambientales para poder seguir un ritmo adecuado. Ahí es donde entra el papel de las rutinas para bajar de manera progresiva su nivel de activación cuando se acerca la hora de dormir mediante un baño, luz y música tenue, bajo tono de voz, etc. Pero, si por el contrario, justo antes de ir a la cama les conectamos la televisión, vienen de visita unos amigos o le llevamos al parque, no será el pequeño quien de un modo responsable diga que necesita descansar. Por supuesto excepciones las hay, y habrá algún día en el que podemos romper esa rutina. Pero por su bien, debería ser la excepción y que habitualmente pueda disfrutar de un ambiente lo más predecible posible.

Rutinas y horarios no son lo mismo

Es importante no confundir rutinas con horarios: la rutina es simplemente una secuencia de conductas (baño, cena, dientes, cuento y dormir), y el horario implica un momento concreto en el que hacer cada una de esas conductas (20:00 el baño, 20:20 la cena, 20:45 dientes, 20:50 cuento y 21:00 dormir). Lo segundo no suele ser muy buena idea, ya que no aporta mucho positivo el cada día hacer las cosas exactamente en el mismo momento, y genera gran cantidad de estrés. Pero también es verdad que es importante que la rutina no se desvíe demasiado de su momento habitual. Flexibilidad es la palabra. No hace falta perder la cabeza, convertirnos en esclavos del reloj y pretender que cada día funcionemos exactamente igual que el anterior. Nadie lo hace ni es posible, pero deberíamos generar cierta seguridad y predictibilidad en los más pequeños. Si un día después de la cena se juega, otro se duerme, otro el baño es antes y otro después, etc. el niño no sabrá a qué atenerse y le costará seguir el ritmo que su cuerpo necesita.

Y un apunte final: no hay una rutina universal que funcione a todos los niños del mismo modo, ni para el mismo niño indefinidamente. Cada uno tiene un ritmo diferente, por lo que a la hora de establecer esas rutinas diarias será importante tener muy en cuenta esos ritmos y necesidades individuales de cada niño. Lo que funciona a unos no tiene por qué servir a otros, y si queremos que estas rutinas les ayuden a seguir sus ritmos, deberemos tenerlos en cuenta, no sólo las necesidades o comodidad de “los mayores”.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

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