¿Tu hijo tiene problemas para comer? [Vídeo]

Son muchísimos los padres que consideran que sus hijos tienen problemas para comer, y la alimentación de los hijos es uno de los temas estrella entre las preocupaciones de los padres: si come mucho o come poco, si come de todo sólo macarrones con tomate, si come rápido o lento, si juega con la comida o que sin Pocoyó no hay manera de que coma. Niños que no comen, que comen poco, que comen poca variedad o que no se sientan en la mesa. Sobre todo eso voy a hablar esta semana.

Mi hijo tiene problemas para comer

Es un tema que no sólo es frecuente en las consultas de pediatría o nutrición, sino también en las de los psicólogos. He visto muchos padres (e hijos) que sienten verdadero terror cuando se acerca la hora de la comida o la cena porque es una situación de gran nivel de conflicto y malestar. Y una parte muy importante de esos conflictos, al igual que sucede en muchas otras áreas de la crianza, viene del desconocimiento acerca de la propia naturaleza de los niños y su proceso evolutivo. Saber qué es normal y qué es esperable para un niño de una edad determinada ayuda mucho a bajar el nivel de malestar; a veces consideramos erróneamente que nuestro hijo tiene problemas para comer cuando en realidad come simplemente del modo esperable para su edad. Aquí voy a hablar sobre la alimentación en niños de 0 a 3 años, pero la mayoría de cosas que expongo son aplicables a niños más mayores.

Lactancia exclusiva hasta los 6 meses

Las recomendaciones de la OMS son que hasta los 6 meses de vida un niño sólo debería alimentarse mediante lactancia materna, la cual se debería mantener hasta los 2 años complementando con otros alimentos (en aquellos casos en los que no es posible dar lactancia materna, se mantiene la recomendación de no introducir alimentos sólidos antes de los 6 meses, aunque la leche sea de fórmula)

Es a partir de los 6 meses, y de ahí hasta que el niño se va de casa, cuando empiezan los “problemas” para comer. Una primera confusión viene cuando se habla de “alimentación complementaria”. Con “alimentación complementaria” hablamos de alimentación que complementa a la lactancia pero que no es la fuente principal a nivel energético o nutritivo. Ese papel sigue estando reservado a la leche materna durante el resto del primer año de vida. De este modo, la cantidad de alimentos distintos a la leche materna que tomará un bebé de esta edad será muy limitada.

La alimentación de los niños es mucho más que nutrición.

Al igual que cuando hablamos de lactancia sabemos que la teta no es sólo alimento, sino que aporta mucho más al hijo (afecto, consuelo, tranquilidad, apoyo, etc.) debemos saber que la alimentación, y todo lo que la rodea, no está limitada a su aspecto nutricional. La alimentación tiene un papel importante en el proceso de socialización, así como en el vínculo emocional entre padres e hijos.

Por esto es muy importante que el contexto en el que se da la comida sea agradable para todos los que comparten ese momento. No todo vale con tal de que el niño coma. De hecho, muchas veces lo menos importante es el alimento que entra en su boca. El momento de la comida, idealmente debería ser un espacio en el que la familia disfruta y comparte no sólo alimento, juntos, no por turnos como en el comedor del colegio. Obviamente la televisión y otros distractores deberían quedar fuera de la mesa.

Nunca hay que obligar a comer a un niño

Si tienes que quedarte con una única idea acerca de todo esto, que sea la siguiente: nunca obligues a tu hijo a comer. Es una mala idea a nivel psicológico, médico y nutricional. No es posible conseguir ese clima en las comidas si los padres presionan, fuerzan u obligan a sus hijos a comer. Detrás de esas presiones (que van desde los “avioncitos” hasta el “come y calla”, pasando por el “venga, que ya casi te lo has acabado”) hay tanto buenas intenciones como desconocimiento de las necesidades de los niños.

Obligar a un niño a comer es iniciar un camino que le va a conducir a desplazar la regulación de sus mecanismos de saciedad a señales externas (plato, indicaciones de los padres, etc.) Éstos mecanismos de regulación del apetito funcionan sin apenas necesidad de señales externas en todos los mamíferos, incluyendo los humanos. Si un niño tiene hambre come; si no, no come. Si le forzamos tiene estrategias innatas para defenderse de esa “agresión”, que van desde decir no, a apartar la boca, escupir lo que entre en la misma o vomitar lo que accidentalmente ha tragado.

Lo único que podemos lograr forzando a comer a un niño será que establezca una relación emocional negativa con la comida y el momento de comer, lo cual no hará si no agravar el “problema”. Por lo tanto, aprendamos a respetar sus decisiones. Nadie conoce mejor su nivel de saciedad que uno mismo.

Los niños comen menos de lo que sus padres esperan

¿Son los hijos quienes comen poco, o sus padres quienes nunca están satisfechos con la cantidad que come su hijo? La mayoría de niños no tienen problemas para comer, simplemente tienen menos apetito del que sus padres creen que debería tener. Cada vez que unos padres consideran que su hijo come poco es probable que estén equivocados acerca de la cantidad de alimento que debería tomar su hijo. Utilizar platos pequeños y servir en ellos raciones pequeñas es mucho mejor estrategia que servir una montaña de comida, y luego esperar que se la acabe. Le serviremos poco, y si tiene más hambre, nos pedirá más comida, pero como hemos visto, nunca le obligaremos a comer más de lo que necesita. Como hemos visto antes, el mensaje de “acábate lo que hay en el plato” no hace sino desplazar la regulación de la saciedad a señales externas, lo que a largo plazo se ha relacionado con mayor riesgo de obesidad.

Es que ahora que tiene 16 meses come menos que cuando cumplió el año” Es algo totalmente normal. Es generalizado que alrededor del año haya una caída en la cantidad de alimento que come el niño: es normal, hay menor necesidad energética porque su crecimiento no es tan rápido como durante los primeros meses. Recordemos que no todos los niños tienen el mismo apetito, ni uno mismo todos los días, por lo que las comparaciones no sirven de nada.

«Es que sólo come macarrones»

Muchos padres se preocupan por la poca variedad de alimentos que come su hija o hijo; es normal que hasta que cuenten ya con bastantes años los niños tengan un repertorio de preferencias bastante limitado. Para poder ampliarlo nunca hay que forzar a tomar ningún alimento; de hecho esa es una vía directa para generar una aversión hacia el mismo. Estrategias que funcionan mucho mejor son el modelo por parte de los padres y la oferta: que los niños tengan a su alcance alimentos adecuados para su consumo y que vea a los padres tomarlos. Si un niño come poca variedad de alimentos, no significa necesariamente que tenga problemas para comer.

«No aguanta quieto en la mesa»

Es totalmente normal; en ningún sitio está escrito que tenga que hacerlo. Es algo que aprenderá conforme crezca. Durante estos primeros años de vida, la regulación de la propia conducta y el autocontrol aún no están desarrollados, por lo que exigirles estar sentados durante tanto tiempo puede llegar a ser bastante frustrante para todos.

Otra queja relacionada es que ”tarda una eternidad en comer”. Esto se puede deber a dos motivos: el primero, que le estemos pidiendo que coma más de lo que es capaz de comer. La solución la hemos visto antes: no forzar. El niño ya hace rato que ha acabado de comer, son los padres los que se empeñan en que coma más allá de lo que necesita. Otro motivo es, simplemente, que los niños se visten despacio, caminan despacio, recogen los juguetes despacio y también comen despacio. Los niños lo hacen todo más lento, por lo que es importante respetar sus ritmos y darles el tiempo que necesitan.

En resumen…

Muchos de los “problemas” que los padres experimentan en relación con la alimentación de los hijos no son más que un desajuste entre las expectativas de esos padres y la realidad de la alimentación en estos momentos de la vida.

Para poder ampliar información, os recomiendo dos libros; el primero se llama «Mi niño no me come«, y está escrito por el pediatra Carlos González. En segundo lugar, un libro que me encanta es el que escribió hace algunos años el nutricionista Julio Basulto, llamado «Se me hace bola«. Ambos abordan la alimentación infantil no sólo desde un punto de vista nutricional, sino también psicológico o conductual. ¡Os los recomiendo muchísimo!

bitacoras

Os recuerdo que este año me presento a los premios Bitácoras en la categoría de Mejor blog de Crianza. ¿Me ayudáis con vuestro voto? podéis votar en este enlace; tras identificaros con vuestra cuenta de Facebook, aseguraros que la dirección de este blog (https://www.albertosoler.es/blog) está apuntada en la categoría de Crianza. Entonces ya podéis pulsar el botón de votar. ¡Muchas gracias!

¡Ah! Y si vivís cerca de Valencia esto os interesa: este sábado día 22 de octubre, estaré junto a Julio Basulto dando una charla sobre lactancia en niños mayores. Será en Torrent y la organiza Mammalia:

Charla Julio Basulto Alberto Soler

Podéis conseguir aquí las entradas. ¡Os espero!

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

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