El experimento de los Marshmallows [Vídeo]

Hacer dieta, enfrentarse a una fobia, ascender en el trabajo, hacer deporte, dejar de fumar, hacer los deberes de clase o ahorrar. Todo esto tiene algo en común, y esta semana vamos a tratar de averiguar qué es y qué relación guarda con los marshmallows.

Muchos pequeños problemas que experimentamos en el día a día se deben a conflictos entre los efectos a corto y largo plazo de nuestras decisiones. Preferimos una satisfacción instantánea y cerrar los ojos a lo que vendrá después, que sacrificarnos por algo que tardará en llegar. De hecho, hace no mucho yo mismo me enfrenté a una decisión así: llevaba años con el mismo ordenador y ya apenas podía montar los vídeos que grabo cada semana, así que debía cambiarlo. Por un lado, lo necesitaba “para ya”, pero por el otro lado sabía que si esperaba unas pocas semanas probablemente saldría el nuevo modelo con más prestaciones por el mismo precio. Al final no me esperé, ¡y precisamente esta semana anunciarán los nuevos modelos! ¯\_(ツ)_/¯

El experimento de los marshmallows de Stanford

En los años 70, Walter Mischel ideó un curioso experimento. Tomó a un grupo de niños de 4 años a los que les ponía delante un marshmallow y les daba unas instrucciones muy sencillas: podían tomarlo en cualquier momento, o esperar a que él volviera (unos 15 minutos después) y en vez de uno podrían tomar dos. El mensaje era claro: o una pequeña recompensa ahora, o una mayor recompensa en el futuro. Algunos niños no esperaron a que volviera el experimentador y se lanzaron a tomar ese marshmallow, mientras que otros esperaron para poder obtener dos. La gracia del experimento está en que volvieron a convocar a esos mismos niños años después, ya en la adolescencia, para pasarles una serie de pruebas. ¿Y qué vieron? Pues que aquellos que decidieron esperar para comerse dos marshmallows fueron los que años después obtuvieron mayores puntuaciones en sus exámenes de selectividad, quienes tenían mayor autoestima, mayor competencia social y seguridad en sí mismos, e incluso menores tasas de trastornos como THAH. E incluso años después, como adultos, mostraban menor propensión a tener problemas con las drogas, se divorciaban menos y tenían una menor incidencia de sobrepeso. De hecho cada minuto que un niño preescolar es capaz de retrasar la gratificación se traduce en una reducción del 0,2% en el IMC 30 años después.

Por lo general somos muy “cortoplacistas”, decidimos teniendo mucho más en cuenta las consecuencias inmediatas, y preferimos no ver las implicaciones que puede tener en un futuro. Ejemplos tenemos muchos: quien tiene una fobia, en muchas ocasiones tiende a evitar ciertas situaciones a pesar de las consecuencias negativas que a medio o largo plazo puede tener la evitación, porque esa evitación disminuye de manera temporal la ansiedad. En una adicción, el consumo proporciona una satisfacción instantánea, pero con un elevado coste a medio o largo plazo. En una relación de dependencia emocional se elige continuar con la relación para no enfrentarse al vacío de la ruptura, a pesar de que a largo plazo es la opción más recomendable.

No obstante, hay ocasiones en las que es necesario sacrificar ese corto plazo, renunciar a la satisfacción puntual para poder construir un futuro mejor, sin estar tan condicionados por nuestras decisiones pasadas. Para ello es necesario levantar la vista y ver dónde nos llevan nuestras decisiones más cotidianas.

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El sueño en la infancia Alberto Soler

Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

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