Cómo ayudar a quien no se deja ayudar

A veces, cuando una persona tiene un problema es la última en darse cuenta o en reconocerlo. Esto pone en una situación muy delicada a sus familiares y amigos, que le ven mal, pero no saben qué hacer para poder ayudarle, y además muchas veces se ven afectados directamente por dicho problema. ¿Cómo ayudar a alguien que no se quiere dejar ayudar?, o incluso, ¿cómo ayudar a alguien que ni se da cuenta que tiene un problema? ¡Vamos a verlo!

Partimos de la base de que es muy difícil, por no decir casi imposible, ayudar a alguien que no quiere recibir esa ayuda. Nosotros lo vemos con bastante frecuencia cuando viene un adolescente porque lo han traído sus padres de las orejas, o cuando viene algún adulto medio obligado por su pareja. Esas personas ponen delante un muro que hace prácticamente imposible trabajar con ellas. Pero bueno, a eso nos dedicamos los psicólogos, y aunque nos lo pongan difícil, a veces se puede conseguir implicar a la persona…

El caso es que solo conseguir que llegue a sentarse en la silla de un psicólogo ya es un paso enorme; así que si tenemos un familiar o amigo con un problema y no lo reconoce, ¿qué podemos hacer?

Para empezar, dependerá de cuál sea el problema que tenga y cuál sea el grado de relación que tengamos con esa persona. Cuanto menos grave sea el problema y más lejana la persona, menos recomendable es que intervengamos. Aunque sea duro, a veces lo mejor es no hacer nada, porque no siempre podemos hacer algo. Pero si hablamos de una persona cercana y de problemas serios, especialmente si esos problemas nos implican también a nosotros, es comprensible que queramos tener un papel más activo; por ejemplo, un padre o una pareja con problemas de adicción. Es un tema grave, de una persona cercana, y que nos afecta directamente, porque es difícil que no nos afecte de un modo u otro. Si estamos hablando de que tu primo cuarto tiene una fobia a las avispas, pues quizá es mejor dejarlo estar. Pero no solo hablamos de adicciones, entre los problemas que muchas veces no reconocemos están las relaciones tóxicas, dependencia emocional, trastornos de ansiedad o del estado de ánimo, trastornos de la conducta alimentaria… Son unos cuantos. 

Lo primero que deberíamos hacer sería valorar la motivación que tiene la otra persona hacia el cambio, y hasta qué punto reconoce tener un problema o no. Cuanta menos conciencia tenga de tener un problema, más despacio tendremos que ir para evitar confrontar directamente y que acabe ocurriendo lo contrario a lo que queremos; si vamos muy rápido la otra persona en vez de confiar en nosotros para dejarse ayudar, se va a alejar más y nos será directamente imposible echarle un cable. Porque si se siente atacado, quizá incluso dejaremos de saber de su vida. Así que, vísteme despacio que tengo prisa. 

Entonces, si la motivación es baja, empezaremos por ahí. Podemos tratar de ayudarle a ver las posibles consecuencias de lo que está haciendo, del cambio que está dando en su vida, y le podemos explicar los motivos por los que nos preocupamos por él o por ella. Todo esto lo haremos de manera muy indirecta y sutil, nada de sentarle delante y soltarle una charla. Eso le va a espantar y, como os decía, va a tener el efecto contrario al que buscamos. Trataremos de darnos un tiempo prudencial en esta fase para ver si poco a poco va tomando consciencia de su problema. 

Si es así y su respuesta es positiva, le podemos ofrecer la posibilidad de que reciba ayuda profesional. Este punto es delicado, porque la forma de plantearlo puede determinar bastante lo que finalmente haga; no lo vamos a plantear como “estás mal, ve y que te vea alguien”, sino algo más parecido a «qué ganas tengo de verte mejor, vamos a hacer lo posible para que vuelvas a estar como antes» 

De cara a acudir a un profesional se le pueden ofrecer dos posibilidades: o que busque él o ella el profesional que mejor que encaja y que sea ahí donde le echen un cable, o bien ser nosotros quienes directamente busquemos alguien de nuestra confianza y le pidamos una cita. Si hay algo de resistencia en este punto, se plantea como una prueba: “vamos un día, a ver qué te cuentan, si te gusta vuelves y si no, no tienes por qué volver. Con que vayas un par de veces a mí me basta para quedarme tranquila» 

Planteándolo de esa manera es posible que baje un poco la presión y acepte de mejor gana la propuesta. Entonces, en el momento acepte tener una cita, es importante que la cita la consigamos lo antes posible, si es al día siguiente o al otro, mejor que en una o dos semanas, porque hay que aprovechar ese momento de apertura al cambio. Sí nos esperamos mucho, quizá cambie de opinión. 

Sobra decir que busquéis siempre profesionales titulados y colegiados, que son los que os van a ofrecer las mejores garantías. Es mejor no jugársela con estos temas. Y entonces, en el momento ya tiene su cita, la pelota está ya en el lado del psicólogo o del profesional que hayáis elegido; nuestro trabajo es precisamente ese, lograr conectar con la persona que tenemos delante, identificar su problema, su motivación para el cambio, las necesidades que tiene, y con todo eso hacer un plan que le permita avanzar hacia una mejora en su situación. 

Pero volvamos al principio; pongamos que nada de esto funciona. Que la motivación para el cambio de esa persona es prácticamente nula y que no acepta nada de lo que le planteemos. Si esa persona es muy cercana y todo esto te está afectando, quizá la mejor opción es que seas directamente tú quien busques ayuda; por un lado para que te ayuden a gestionarlo mejor, y por otro lado para recibir asesoramiento profesional sobre la mejor forma de abordar toda esa situación. Obviamente el profesional no puede evaluar a una persona que no tiene delante, pero con la información que le proporciones y su experiencia, seguro que puede hacerse una idea bastante acertada de cuál es el problema y orientarte respecto a qué pasos dar para aumentar su motivación y conciencia de problema. Si finalmente sale bien la cosa y esa persona decide buscar ayuda, es importante que quien elija sea alguien distinto a quien tú habías acudido inicialmente para que la valoración sea independiente y no esté condicionada por tu subjetividad a la hora de plantear el caso al terapeuta. 

Como veis, es complicado ayudar a alguien que no sabe o no quiere saber que tiene un problema; que esa persona ponga un pie en la consulta de un profesional a veces es, no solo el inicio, sino el final de un proceso muy largo de toma de conciencia de su problema. Si conoces a alguien en esta situación, seguro que te has sentido identificado y esperamos que te sirvan estos consejos. 

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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