Es frecuente cada poco tiempo escuchar por la radio o ver en prensa a periodistas o contertulios tremendamente preocupados por la despersonalización de la sociedad actual y su adicción a las nuevas tecnologías. Suelen hablar con los ojos llorosos de esos jóvenes que ya no juegan a la pelota en la calle, o de esas personas alienadas que no levantan la cabeza de sus smartphones en el metro. «¡Ya no hablamos, ya no nos miramos a los ojos!»
¿Qué entendemos por tecnología?
Claro que cuando se habla de adicción a la tecnología se hace casi invariablemente de internet y, específicamente, de los teléfonos móviles o los videojuegos. Escuchaba esta mañana en la radio a una psicóloga hablando de estas adicciones: «… y es que claro, les quitas el teléfono unas horas o les dejas sin internet y se ponen nerviosos, alterados, no lo soportan». Rápidamente he hecho el ejercicio mental de replantear esa misma frase pero con el uso de otras tecnologías: «… y es que claro, les quitas la luz eléctrica unas horas o les dejas sin agua corriente y se ponen nerviosos, alterados, no lo soportan», o «… y es que claro, les quitas la nevera unas horas o les dejas sin lavadora y se ponen nerviosos, alterados, no lo soportan»
En estos casos nadie en su sano juicio hablaría de adicción a la tecnología, pero hace algunas décadas no disponíamos de luz eléctrica, agua corriente o electrodomésticos. Estos avances tecnológicos vinieron y se quedaron para hacernos la vida más fácil, y hoy en día ni reparamos en su presencia. Y sí, nos ponemos muy nerviosos cada vez que se va la luz o se nos estropea la lavadora. ¿Nos convierte eso en unos adictos a la tecnología?
¿Qué es una adicción?
Creo que es alarmista y poco serio por parte de algunos profesionales hablar en esos casos de adicción. Los profesionales sanitarios tenemos la responsabilidad de hablar con propiedad y no hacer un uso coloquial o impreciso de ciertos términos como adicción, depresión, hiperactividad, etc. Existen una serie de criterios muy claros, definidos en los manuales de diagnóstico actuales que acotan qué es una adicción (o una depresión) y qué no.
Para que podamos considerar una conducta como patológica debe cumplir de manera indiscutible dos criterios: (a) generar un malestar clínicamente significativo y (b) interferir de modo claro en el desarrollo de las actividades diarias. Si no cumple con estos criterios, no podemos hablar de patología.
[box type=»info» ]En la actualidad se acepta como adicción cualquier actividad que el individuo sea incapaz de controlar, que lo lleve a conductas compulsivas y perjudique su calidad de vida, como lo pueden ser la adicción al sexo, al juego (ludopatía), a la pornografía, a la televisión, a las nuevas tecnologías (tecnofilia) y a las comidas rápidas. En este mismo plano, se encuentra el alcoholismo, la drogodependencia, la adicción a la comida (comedores compulsivos) y el tabaquismo, que conducen a un estado psicofisiológico, caracterizado por la modificación del comportamiento, a causa de un impulso irreprimible por consumir una droga o sustancia.[/box]La conducta adictiva viene caracterizada por una pérdida de control, como una necesidad irrefrenable de llevar a cabo un impulso. Puede aparecer también tolerancia (la necesidad de llevar a cabo con cada vez más frecuencia una determinada actividad para lograr mantener el placer inicial) o abstinencia (cuando se priva a la persona de poder llevar a cabo esa actividad o conducta, aparece un cuadro sintomatolófgico producto del malestar causado por no poder satisfacer el impulso adictivo). Una adicción puede ser tanto tóxica (alcohol, tabaco, cocaína, etc.) como no tóxica (juego patológico, tecnología, etc.)
Por lo tanto, podríamos sintetizar que para hablar de adicción tiene que haber un malestar clínicamente significativo, la conducta tiene que interferir de modo claro en el día a día de la persona, tiene que haber pérdida de control y puede haber tolerancia (cada vez hacer falta más para obtener el mismo placer) y abstinencia (malestar si no puedes hacerlo).
Las nuevas tecnologías nos ayudan a comunicarnos
Si nos alejamos de los planteamientos tecnófobos, es fácil ver como muchas de estas «nuevas» tecnologías como internet, los smartphones, tablets, etc. no hacen más que ayudar en nuestra socialización y favorecer el contacto con otras personas. Son medios de comunicación y nos ayudan a estar en contacto con personas que no están presentes en el momento actual. Bien es verdad que hay ocasiones en las que la educación (en el sentido de modales) debe imponerse: cuando estás físicamente con alguien deberías prestarle atención, el móvil puede esperar. Pero eso no es una adicción. Como mucho son malos modales. Pero en caso de que sea algo comprendido y aceptado por todos los intervinientes en la interacción, ¿sigue siendo algo malo? Creo que no.
Hace 20 años los adolescentes no estaban «enganchados» al WhatsApp, no pasaban horas y horas escribiendo en la pantalla de su móvil. En su lugar, se pasaban horas encerrados en su habitación hablando por teléfono. ¡Y «lo peor» es que dejaban al resto de la familia sin línea! Años después irrumpió el famoso MSN Messenger, y los adolescentes fueron abandonando el teléfono en favor de la mensajería de Microsoft. Después comenzaron a popularizarse los teléfonos móviles y algunos, los más pudientes, comenzaron a mandarse SMS. Y así hasta hoy con WhatsApp. ¿Ha cambiado algo? No, nada ha cambiado. Todo sigue funcionando exactamente de la misma manera. Los adolescentes siguen comunicándose con sus amigos fuera de las horas de clase. Lo que cambia es el medio. Emisor, mensaje y receptor se mantienen intactos.
Hoy en día la mayor parte de videojuegos tienen un fuerte componente social. Lejos queda ya la imagen del adolescente aislado por jugar a los videojuegos, más bien lo contrario: hoy en día está aislado el adolescente que no juega a los videojuegos. Internet se ha convertido en una nueva plaza en la que se encuentran los chavales después de clase. Ahí se comunican, juegan, etc. ¿Debe desplazar a la plaza tradicional? En absoluto, pero debemos entender que per se no es algo malo.
¿Cómo sería una verdadera adicción a la tecnología?
Pensemos en un chaval de 16 años. Comenzó jugando al WoW de manera casual después de que le hablara de él un amigo. Cada vez ha ido jugando más hasta llegar a emplear más de 8 horas diarias. Como sus padres no aprobaban que jugara esperaba a que éstos se fueran a dormir para poder hacerlo. Al final, acaba despertándose casi a la hora de la comida y hace un par de meses que no va al instituto. Se da cuenta que se le va de las manos y para intentar controlarse ha desinstalado el juego y ha eliminado todos los personajes de su cuenta, pero al cabo de un par de días de insomnio, decide instalarlo de nuevo porque nunca llegó a eliminar su cuenta.
Esto sería un verdadero caso de adicción, algo que se ha ido mucho de las manos. Crea un malestar significativo, interfiere en el día a día y tiene componentes de tolerancia y abstinencia. Jugar al Angry Birds, hablar por WhatsApp con los amigos, o echar un rato con el ordenador antes de cenar no lo es.
La clave está en la educación
«Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros” Sócrates.
Por supuesto que la tecnología tiene peligros. Y también la comida, los coches, el sexo, salir de casa o quedarse encerrado en ella. Como sociedad tenemos la responsabilidad de poder educar en el buen uso de la tecnología. Y eso se hace predicando con el ejemplo. Si condenamos la tecnología por miedo o por desconocimiento, la primera tarea que tenemos pendiente es acercarnos a ella. Saber qué es Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Line, Pinterest, Tuenti, etc. Saber cómo funcionan para poder ayudar a nuestros hijos con algo más que «no pases tanto tiempo ahí».
¿Tus hijos juegan a la consola? Juega con ellos. Al igual que las películas no todos los juegos son aptos para todos los públicos, por lo que si tus hijos juegan a juegos no apropiados para su edad la única responsabilidad es tuya por negligencia. Puedes consultar sobre la regulación de los videojuegos aquí.
¿No quieres que compartan sus fotos con cualquier desconocido? En ese caso no compartas tu sus fotos con cualquier desconocido. Si para ellos es normal que subas a Facebook 20 fotos de la tarde en el parque, ¿cómo van a ver extraño el mandar un par de fotos a sus amigos/as? Respeta su imagen pública para que ellos también lo hagan. Aquí se habla muy claro de este tema y aquí también.
Las nuevas tecnologías no son adictivas, sino que lo que importa verdaderamente es la relación que establezcamos con ellas. Del uso al abuso hay una gran diferencia, y del abuso a la adicción también.
Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
Estoy totalmente de acuerdo. Y sin embargo, como persona que a veces tiende a desconectarse de la realidad (por mis propios motivos que estoy trabajando), me pregunto si a veces el tener tantas herramientas para recibir sobredosis de información hace que me tiente demasiado no vivir en el aquí y ahora porque siempre estoy intentando conseguir información adicional que pudiera no ser tan relevante como concentrarme en lo que tengo delante y, peor aun, si determinadas actividades derivadas de las nuevas tecnologías nos entrenan para ello. Empecé a darle vueltas viendo un video que hablaba de los llamados «juegos ociosos» o «idle games» (el video es interesante, soy un gran fan de esta gente):
https://www.youtube.com/watch?v=g-LziX2HynI
En teoría no tienen nada de malo, y obviamente no estoy a favor de prohibirlos ni nada, pero me pregunto si un juego que no deja de ser una caja de skinner que no hace más que darte las gracias por nada más que tener parte de tu atención puesta en ellos sirve para, en muchos casos, hacer que nos acostumbremos a no poner la atención en lo que estamos haciendo.
Además, la sensación de que solo hacer una cosa a la vez implica no aprovechar bien tu tiempo me parece muy peligrosa. Todos necesitamos margen en nuestros recursos: si no tienes un margen económico no puedes arreglar tu coche cuando se te rompa, si no tienes margen de tiempo acabarás por llegar tarde a los sitios y si siempre estás intentando hacer todo lo que puedas hacer con tu mente corres el riesgo de sobrecargarte cuando algo se ponga especialmente cuesta arriba o incluso de no poder relajarte cuando necesites desconectar.
(Nada que ver con jugar al Angry Birds en el metro, claro. La gente parece pensar que antes de los smartphones el metro era una especie de fiesta en la que todos cantaban y bailaban y se hacían amiguetes o algo).
Muchas gracias por tu post, me gusta tu posición y reflexiones al respecto. Únicamente incluiría un elemento más, dar a concer a los niños las consecuencias del uso de la tecnología (sí, de la lavadora y de la luz electrica también, su afección sobre el medio ambiente por ejemplo o sobre la factura a final de mes…). Aplicado a las nuevas tecnologías creo que los niños también deberían conocer las consecuencias del uso de algunos widgets, de algunas apps, de cierto software… El uso de la tecnología no es neutral y formará parte de la construcción del futuro en el que van a tener que desarrollarse como personas, por tanto tienen que tomar posición y para ello antes estar informados.
Finalmente creo que ya nadie se cree la falacia de que la tecnología no es buena ni mala sino que depende de como se use… Hay tecnología que construye un tipo de sociedad y otra que no, básicamente por las consecuencias de su utilización y por el modelo de futuro por el que apuesta.
Lo dicho, gracias por seguir ilustrándonos.
Michel
[…] lo dije hace tiempo: la tecnología no es mala. No lo es la televisión, ni los móviles, ni los tablets, ni los coches. Sólo hay que tener en […]