Los niños dependientes y el apego seguro

La paternidad sigue dándome unas oportunidades magníficas de reflexionar sobre la educación y la crianza, ya que el día a día deja muchísimas anécdotas; ya os hablé hace unas semanas del apego, los brazos y los «peligros» de los que te alerta la gente cuando te ve coger en brazos a tus hijos. Pues bien, hoy ha vuelto a darse una situación similar, aunque con algunos matices.

Fomentar un apego seguro desde los primeros días ha demostrado favorecer la independencia y madurez en la edad adulta.

Fomentar un apego seguro desde los primeros días ha demostrado favorecer la independencia y madurez en la edad adulta.

Íbamos en el metro con los pequeños (ya a punto de cumplir los cuatro meses) y nos da conversación un hombre que iba sentado delante. Una vez hechas las preguntas habituales (si dormimos, si «son buenos», si «se portan bien», etc.), nos lanza una advertencia: tenemos que ir con cuidado, que son muy listos, que nos toman en seguida la medida. Y hace especial hincapié en los brazos (¡qué obsesión hay con coger a los niños en brazos!): que no les cojamos mucho en brazos que así se hacen muy dependientes. De modo totalmente altruista pone su propia historia como ejemplo para nosotros, intentaré reproducirla lo más literal posible:

Con nuestra primera hija estaban las abuelas por medio, y éstas y mi mujer la malcriaron mucho teniéndola en brazos todo el día. Al final por esto tuvimos muchos problemas, sobretodo para dormir. Escarmentado por lo que había pasado con la mayor, cuando nació nuestro segundo hijo se lo dejé bien claro a todo el mundo ya desde el hospital: «por mucho que llore el niño, nadie lo coge». Y así se hizo. 

En estas situaciones mi actitud suele ser bastante aséptica, cuando nadie me pide mi opinión yo me la reservo y era evidente que ahí quienes dábamos opiniones sobre crianza no éramos mi mujer (también psicóloga) o yo. Tratando de ser cortés, no recuerdo si mi mujer o yo, le preguntamos que cuántos años tienen ahora sus hijos:

Pues el niño ahora tiene 27 años y al muy golfo (textual) no hay quien lo saque de casa. Con 27 años, trabajo e Ingeniero en Telecomunicaciones el tío nos dice que «para qué me voy a ir de casa si como aquí no voy a estar en ningún sitio». Qué tío el chaval… Si es que hoy lo tienen todo, de hecho hasta le hemos buscado un pisito en La Patacona y no quiere irse porque no tiene piscina como la de casa.

En ese punto la verdad es que no pude resistirme y tan sólo le dije: «ya… es que hoy en día los niños son muy dependientes«. Llama mucho la atención la desconexión que había entre su «historia de éxito» acerca de no coger en brazos a su hijo para que no fuera dependiente, y la verdadera dependencia que hoy muestra su hijo. De su hija «malcriada» no nos dijo nada, por lo que deducimos que ya vive de forma independiente fuera de casa de sus padres.

Como sociedad estamos obsesionados con la dependencia de quienes deben ser dependientes, de aquellos que no tienen más alternativa que llamar la atención de los demás para poder sobrevivir. Un perro, un caballo, un corderito, nada más nacer tienen la autonomía suficiente para acercarse a su madre y comer. Identifican su necesidad y ejecutan (de manera más o menos coordinada) una serie de movimientos que les llevan a su madre y así pueden alimentarse y no morir. Un bebé humano no dispone de más recurso que el llanto. Si tiene hambre llora. Si tiene sueño y no puede dormirse (¡no es fácil!), llora. Si se aburre, llora. Si tiene calor, llora. Si tiene frío, llora. Si dejamos a un bebé y no hacemos absolutamente nada por él, sus opciones de supervivencia son nulas y dependen totalmente de la bondad de la gente que esté a su alrededor. Y para cualquier desplazamiento, nos necesita a nosotros y a nuestros brazos. Para sentir nuestra cercanía y nuestro calor, necesita que le tengamos en brazos.

Pero parece como si una vez superada la etapa infantil la dependencia de los hijos dejara de ser un problema. El modo de vida actual, en conjunción con la situación económica que estamos viviendo, genera nuevas formas de dependencia que sí constituyen un verdadero problema: hijos que siguen dependiendo de sus padres bien pasada la mayoría de edad, mujeres (y hombres) con una dependencia emocional patológica hacia sus parejas, dependencia de sustancias, del juego, de la tecnología, de tener que vivir siempre al límite.

Si queremos lograr adultos maduros e independientes tenemos que empezar desde el momento cero, fomentando la creación de un apego seguro desde el cual nuestros hijos se lancen a la aventura de explorar el mundo. El desarrollo de este apego seguro es una forma estupenda de favorecer una elevada autoestima, independencia y buena salud mental en la edad adulta. Como explica el psicólogo Francisco Sanchís en su Tesis Doctoral titulada «Apego, acontecimientos vitales y depresión en una muestra de adolescentes«:

Leondari y Kiosseoglou (2000) analizaron la relación entre los estilos de apego y la separación psicológica de los padres, según el funcionamiento psicológico de un grupo de adolescentes. Observaron que existía una asociación positiva entre el estilo de apego seguro y la libertad para sentir la ausencia de sentimientos de culpabilidad, ausencia de ansiedad y ausencia de resentimiento hacia los padres, lo que sugería una relación inversa entre un apego y la independencia emocional, funcional y actitudinal de éstos. Esto también puede llevarnos a suponer que los individuos que han desarrollado un estilo de apego seguro, tienen una percepción más positiva de sí mismos (Siegel, 1999), más seguridad y la capacidad para enfrentar los problemas con una estructura más organizada (Girón, 2003; Flores, 2001); al contrario de lo que podríamos esperar con aquellos que han desarrollado un estilo de apego inseguro. Hay investigaciones que sugieren la asociación entre estilo de apego y ciertas conductas de riesgo para la salud, como el uso de sustancias y la falta de compromiso con cualquier tipo de tratamiento (Girón, 2003).

Y bien, ¿cómo podemos facilitar el desarrollo de ese apego seguro? Aquí tenemos algunas ideas:

  • Disponibilidad: La madre, padre o el cuidador principal tiene que estar presente y focalizado en la tarea de cuidado del niño. Si la persona que cuida está con “la mente en otro lado”, la calidad del cuidado se puede ver afectada.
  • Sensibilidad para reconocer sentimientos y estados emocionales en el niño y en uno mismo.
  • Capacidad de respuesta sensible: implica reconocer las señales del bebé e intervenir apropiadamente en el momento adecuado. Es importante saber interpretar correctamente las señales y el llanto del bebé, no confundir un llanto producido por necesidad de contacto de un llanto producido por hambre o sueño, por ejemplo.
  • Capacidad para disfrutar del contacto: que la persona al cuidado del bebé pueda disfrutar de las demandas de disponibilidad y cuidado, y tener una respuesta afectiva adecuada, genuina y espontanea.
  • Capacidad de dar protección para que el niño se sienta seguro.
  • Consistencia y regularidad de la conducta: que la figura de apego actúe de manera regular y coherente frente a las señales y demandas del niño, de manera que su conducta pueda ser previsible para el niño. Las madres o padres que frente al mismo estímulo proveniente del niño reaccionan con respuestas ambiguas o contradictorias producen desconcierto en el bebé y sentimientos de inseguridad.
  • Capacidad para lograr un equilibrio entre satisfacer las demandas de dependencia emocional y satisfacer las demandas de autonomía adecuándose al momento evolutivo del niño.
  • Capacidad para permitir que el niño se relacione con figuras sustitutivas de apego.

Todo esto se puede resumir en conductas muy concretas: lactancia materna, contacto piel con piel, porteo, colecho, atención inmediata al llanto del bebé, juego, empatía. Dejar llorar a un niño, no atender sus necesidades, demorar la respuesta, etc. no son formas válidas de transmitir seguridad y, por tanto, facilitar la independencia del niño. Más bien todo lo contrario: de este modo se facilita un estilo de apego inseguro que a largo plazo va a desembocar en un adulto dependiente e inseguro.

Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

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