Superar la crisis de la mediana edad o la crisis de los 40 años

¿Llevas mal el paso del tiempo?, ¿cumplir años?, ¿la crisis de los 40? Pues siento decirte que nunca jamás vas a ser tan joven como eres hoy. Quizá eres de esas personas que tienen una relación muy complicada con el paso del tiempo; mala hasta el punto de negarlo y no aceptarlo. Esta relación complicada con el tiempo suele empezar a partir de los 30 o los 40 años, edades en las que somos conscientes de los efectos que el tiempo tiene sobre nosotros y hacemos lo posible por contrarrestarlo. Pero claro, hay formas adaptativas de hacerlo, y hay otras que son bastante contraproducentes. Veamos.

 

Es probable, porque me lo chivan los datos de audiencia de YouTube, que estés cerca tu 30 o tu 40 cumpleaños, ¿verdad? Son edades bastante simbólicas en las que empezamos a plantearnos cosas y hay personas para las que puede llegar a suponer un verdadero trauma. Pero, qué queréis que os diga, luchar contra el paso del tiempo es como luchar contra la gravedad: algo bastante inútil. Te guste o no te guste está ahí, y va a avanzar sin preguntarse si te parece bien o no. Por lo tanto, sería buena idea reconciliarnos con el tiempo y aceptar la edad que tenemos.

Hay toda una industria que gira alrededor de frenar, o intentar frenar, el avance del tiempo: cosméticos, libros, entrenamientos, … Da la impresión que la edad implica de manera natural una pérdida de atractivo, ya que el objetivo siempre es restar años, aparentar más juventud, que no se note qué edad tienes.
Es paradigmático el tema de las canas en las mujeres (no en los hombres, ya sabéis cómo van estas cosas). Desde la primera cana hay que taparla corriendo, entrando en la esclavitud con el tinte, no sea cosa que alguien en algún momento pueda pensar que el tiempo también te afecta, ¡qué vergüenza! Esto también forma parte de la llamada «crisis de los 40».

Seguro que conocéis personas a vuestro alrededor que se esfuerzan por ocultar su verdadera edad, que celebran cumpleaños pero nadie sabe realmente cuántos años cumplen, como si el dígito llevara implícita una vergüenza o humillación. Esto no sería un problema si en vez de enfocarlo a la apariencia o la estética lo centráramos en la salud. De hecho este es un buen objetivo: cumplir años y que nuestra salud se mantenga o incluso mejore. Esto pasa por responsabilizarnos, y ser conscientes del impacto de nuestros hábitos en los efectos del tiempo y la edad. Si lo que queremos es esto, no es necesario emplear costosos cosméticos ni hacer cosas raras; basta con tener una alimentación saludable, hacer ejercicio físico y también mental (que esto a veces se nos olvida). Esto no es nada nuevo, ya los griegos lo tenían clarinete, pero claro, todo esto cuesta esfuerzo. Es más fácil ponerse una crema antiedad… ¿Os imagináis una crema “anti gravedad”? Pues lo mismito.

La cosa es que esa lucha contra el tiempo no solo se restringe a lo físico o a la estética; también afecta a otros aspectos de nuestra vida. Vemos personas que mantienen conductas y relaciones con 30 o 40 años más propias de la adolescencia: huyen del compromiso en las relaciones de pareja, mantienen hábitos tóxicos no queriendo asumir que sus órganos sí saben del paso del tiempo y no olvidan. Y esto es porque con frecuencia nos sentimos más jóvenes de lo que realmente somos, y creemos que el tiempo no pasa por nosotros. Pero ay si pasa!
Vivimos como si el tiempo no pasara por nosotros, y de repente, un día, de golpe, nos damos cuenta de que sí que ha pasado; quizá es al ver una cana en el espejo, arrugas en el cara, al ver cómo las personas a nuestro alrededor comienzan a cambiar de vida, se estabilizan, tienen hijos… y entonces viene el bajón y la nostalgia por una juventud que sentimos que ha pasado. Eso de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Idealizamos los años pasados como si fueran la verdadera esencia de la felicidad, como si fuera la medida con la que tenemos que compararlo todo. Y es cuando algunas personas entran en crisis: comienzan a comportarse de un modo propio de otras edades, adquieren productos para frenar el envejecimiento, realizan extrañas dietas, o incluso, llevados por la nostalgia y la idealización de esos tiempos pasados, les viene ese pensamiento de “maldita sea, aún soy joven, qué estoy haciendo con mi vida” y entonces es cuando se divorcian y comienzan a comportarse como adolescentes con 40 o 50 años.

Pero como decíamos también hay formas más adaptativas de manejar el paso del tiempo y la crisis de los 40; quizá ver esa cana o esas arrugas en el espejo, en vez de llevarte a la farmacia a por cremas o al tintes, te pueden llevar al gimnasio. A mejorar tu alimentación. A valorar el momento en el que te encuentras y asumir que si quieres añadirle vida a tus años debes ser consciente de que tu cuerpo es una máquina que hay que cuidar. No es cuestión de centrarse tanto en la chapa y pintura como en el motor, para que nos entendamos. Quizá te lleve a comprender que tienes que cuidar tu relación de pareja, tus amistades y hábitos, si no quieres acabar solo. Que debes responsabilizarte de tu vida.
Y tenemos que comprender, aunque no nos guste, que nadie ha logrado ganar la batalla contra el tiempo. Es inútil, una lucha perdida…

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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