Es necesario perder el tiempo en la infancia

Muchas familias y educadores se quejan de que niñas y niños tienen demasiado tiempo libre, cuando la realidad es más bien al contrario: el tiempo de nuestras criaturas cada vez está más estructurado y lleno de actividades. ¿Por qué tenemos ese miedo al tiempo libre? Veamos.

Una tendencia que llevo viendo tiempo, y que lejos de suavizarse no hace más que crecer, es la de evitar a toda costa el tiempo libre de los niños por considerarlo una pérdida de tiempo. Esta visión parte de la base de que todo el tiempo de vigilia, desde que se levantan hasta que se acuestan, debe ser bien aprovechado y que, en caso contrario, lo estamos desperdiciando. Aunque sea fin de semana, aunque sean vacaciones, ¡o aunque sea verano!

Las jornadas infantiles pueden llegar a ser ciertamente agotadoras, ya que a falta de ayuda externa (y muchas familias no la tienen) los niños deben entrar a la escuela antes del trabajo de sus padres y salir después. ¿Y esto cómo se hace? Ahí entran en juego las escuelas de madrugadores, las vespertinas, actividades extraescolares, etc. que se suman a la jornada escolar propiamente dicha. Niños que se despiertan a las siete de la mañana y van enlazando actividad tras actividad hasta prácticamente llegada la noche, y cuando llegan a casa, deberes, ducha, cena y dormir. La infancia debería ser otra cosa, ¿no os parece?

Pero de momento solo estamos hablando de una parte del problema, que son los problemas de conciliación que muchas familias tienen. A estas dificultades de conciliación se suma esa visión que comentábamos, de que todo el tiempo de los niños debe ser aprovechado; ¿que le dejo en la matinera una hora antes de que empiecen las clases? (matinera, madrugadores o como se diga en vuestra comunidad) Bueno, pues al menos que esté haciendo actividades en inglés y que aproveche, no sea que pierda el tiempo mientras desayuna con los otros niños. ¿Que por la tarde se tiene que quedar más rato? Lo mismo, al menos que sea en inglés, ¿no? ¿Que en mi cole hay jornada partida? No va a estar el niño perdiendo el tiempo dos horas de patio, no, ¡qué barbaridad! Cada día que tenga una actividad diferente en ese rato, así enlazará las clases de la mañana y las de la tarde sin perder nada más que el tiempo del comedor. ¡De verdad, esto es una barbaridad!

Esa presión para los adultos ya sería excesiva, pero es que cuando hablamos de niñas y niños la cosa ya clama al cielo… Vemos el tiempo libre como huecos a rellenar por actividades, sin darle valor al tiempo libre en sí mismo. Es la mercantilización del ocio y el tiempo libre como un espacio más de consumo. Pero las personas, seamos adultas o pequeñas, no podemos aprovechar todo el tiempo sin descanso. Al menos no sin llegar un momento en el que no podamos más y acabemos pagando la factura.
Una factura en forma de trastornos por estrés, ansiedad, problemas de sueño, de estado de ánimo, etc.

De hecho, algunas de las conductas infantiles que interpretamos como “mala conducta” están relacionadas con esto, precisamente: conductas desafiantes, irritabilidad, problemas escolares, etc. Fijaos la paradoja: tenemos a un niño al que le hace falta tiempo libre y descanso, su rendimiento académico y su conducta empeoran porque cada vez tiene más estrés, y para tratar de corregirlo, le apuntamos a clases de repaso para que trabaje más y se ponga al día. ¿Qué sucede? Que su rendimiento y su conducta empeoran. Y así una y otra vez. Esto es algo en realidad, bastante frecuente.
Otro efecto de la falta de tiempo libre es la baja tolerancia al aburrimiento y la dificultad para poder gestionarlo adecuadamente. Tenemos a nuestras criaturas acostumbradas a estar siempre entretenidas desde fuera; siempre hay alguien o algo que les está estimulando y diciendo qué hacer: profesores, monitores, familia, televisión y otras pantallas… Los inputs no cesan, con lo que se deja muy poco lugar a la reflexión o el pensamiento creativo.

De hecho, en parte, por eso lo hacemos: porque nos da miedo que piensen y que actúen como los niños y niñas que en verdad son. Recordemos que los adultos solemos llamar mala conducta a conductas bastante normales y esperables en la infancia. ¿Se aburren los niños? Sí, cada vez más. Y lo hacen porque no tienen oportunidad de gestionar su propio tiempo, no les permitimos entrenar su creatividad.

La solución a todo esto no es fácil; lo decíamos antes, tenemos problemas de conciliación muy importantes y de algún modo tenemos que solucionar ese desfase entre las jornadas laborales y las escolares. Pero cuando los problemas de conciliación se suman a la presión por la excelencia, al impulso a crear súper niños, a la competitividad… entonces el lío está servido. ¿Que es necesario tenerles atendidos hasta que lleguemos del trabajo? Sí, sin duda. Si no podemos echar mano de abuelos, tíos o cuidadoras, procuremos que las actividades que realicen sean fundamentalmente lúdicas y no orientadas a potenciar, completar o repasar los contenidos académicos. Las actividades extraescolares no tienen por qué ser académicas, ya tienen suficientes horas de eso en el día. El deporte, la música, el baile son opciones muy buenas siempre no se nos vaya la mano: no tienen que ser profesionales del deporte, la música o el baile, simplemente tienen que pasárselo bien mientras llegamos del trabajo. Y si eso acaba despertando en ellos una motivación que les pide profundizar, ya se verá. Pero no de primeras. Que sea algo suyo, no nuestro.

Sin duda es necesario un cambio de mentalidad por nuestra parte, la de los adultos, en el que nos alejemos de ese horror vacui al ver huecos en su agenda y perdamos el miedo a perder el tiempo. Ellos y nosotros. Sí, nosotros. Los que aprovechamos cada minuto del día, y que cuando nos vemos mínimamente ociosos sacamos el móvil del bolsillo, no sea que nos pongamos a pensar o algo…

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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