Estrés infantil: causas, síntomas y soluciones al estrés en niños

Cuando pensamos en estrés habitualmente solemos hacerlo teniendo en mente a las personas adultas y los problemas que habitualmente podemos tener los ya creciditos. O como mucho podemos bajar hasta la adolescencia y pensar en los pobres chavales, preparándose para las pruebas de acceso a la universidad o lidiando con problemas típicos de su edad. Pero, ¿qué pasa con los niños?, ¿pueden tener estrés los niños pequeños? Vamos a verlo.

“¿Pero cómo van a tener estrés los niños? Si dijéramos que tienen muchas obligaciones, problemas para pagar la hipoteca o un jefe que les hace la vida imposible, quizá podríamos pensarlo. Pero, ¿qué va a estresar a un niño pequeño?, ¿los deberes?, ¿no tener donuts para merendar?”

A ver, que este tipo de pensamiento no es raro; digamos que serían los “negacionistas del estrés infantil”, por ponerles un nombre. Pero hay muchas personas que piensan así. Ya hemos hablado otras veces de este entorno adultocéntrico en el que vivimos, en el que las personas adultas somos la medida de todas las cosas, y menospreciamos o directamente ignoramos las preferencias, necesidades o problemas asociados a la infancia. Esto pasa con el estrés infantil, la ansiedad o la depresión u otros aspectos emocionales. Parece que si no tienes 40 años y una hipoteca que pagar no puedes permitirte tener ciertos problemas emocionales.

¿Operar a los bebés sin anestesia?

Algo parecido ocurrió hace no mucho tiempo con el dolor en los bebés. Hasta finales de la década de 1980 no se aceptó definitivamente que los bebés, los recién nacidos, experimentaban dolor. Esto llevaba a realizarles intervenciones quirúrgicas sin anestesia o con medidas claramente insuficientes para aliviarles el dolor. Hay publicaciones bastante recientes, por ejemplo esta de 1999, donde se afirma que “la experiencia de dolor se establece aproximadamente a los 12 meses de edad” . A día de hoy sabemos que la mayoría de intervenciones que se le hacen a un neonato son dolorosas (pinchazos, intubaciones, aspiraciones, punciones lumbares, toma de muestras, etc.) pero el tratamiento analgésico para estos procedimientos todavía es limitado en algunos casos, porque aún arrastramos esa idea errónea acerca del dolor neonatal.

Pues bien, volviendo al estrés: si hasta hace cuatro días operábamos a recién nacidos sin anestesia porque pensábamos que no sentían el dolor, no es muy extraño que a día de hoy haya tantas personas que no acaben de entender que un niño pueda sufrir estrés. Pero si, los niños tienen estrés. Y bastante. Al igual que otros problemas emocionales. De hecho un estrés sostenido predispone al desarrollo de enfermedades tanto mentales como físicas: depresión, ansiedad, trastornos alimentarios, predispone al desarrollo de obesidad, diabetes, problemas metabólicos, etc. De hecho un reciente meta análisis con datos de 60.000 niños y adolescentes mostraba cómo la prevalencia de depresión, ansiedad, problemas de sueño o estrés postraumático se habían incrementado en un 29% para la depresión, 26% la ansiedad, 44% los problemas de sueño y 48% en el caso del estrés postraumático.
En parte esta negación del estrés infantil viene por la dificultad para identificarlo, sobre todo a edades muy tempranas donde el lenguaje y la capacidad para expresarse acerca de uno mismo todavía son limitadas.

Causas del estrés infantil

Y bien, ¿qué puede estresar a un niño? Pues hay factores más y menos evidentes; los más evidentes, por ejemplo, podrían ser el vivir una situación de maltrato, carencias afectivas, separación o divorcios de los padres, problemas económicos, enfermedades, la muerte de un ser querido, etc. Pero también hay otros factores menos obvios como problemas sociales (mala relación con los compañeros), problemas en el colegio, sobrecarga de deberes, falta de habilidades físicas (ser un niño poco ágil), etc. O, directamente, vivir en una sociedad tan hostil y poco amable con la infancia como la nuestra.

Una de las cosas que hacen que más nos estresemos los mayores es la falta de control sobre nuestras vidas, y precisamente la vida de los niños se catacteriza por una constante falta de control. No pueden siquiera poner en marcha los recursos que necesitan para liberarse del estrés (ponerse la tele, hacer deporte, tomarse un día libre, etc.). Las largas jornadas escolares, el exceso de deberes, de actividades extraescolares, la competitividad de muchas familias por la excelencia desde edades bien tempranas, el poco tiempo para el juego libre, la falta de horas de descanso… todo esto genera un caldo de cultivo en el que parece que va quedando claro que el estrés infantil existe y, de hecho, no es nada extraño.

Manifestaciones y síntomas del estrés infantil

Las señales que pueden indicarnos la presencia de estrés infantil no siempre son obvias, y muchas de ellas son inespecíficas, esto es, que pueden darse por distintos motivos. Tendríamos síntomas o señales a nivel psicológico, a nivel físico y a nivel conductual. A nivel psicológico podemos mencionar la desmotivación, falta de interés, irritabilidad, ansiedad, problemas de memoria, altibajos emocionales o problemas de concentración, por ejemplo. Luego, a nivel físico, podríamos encontrar problemas de sueño, aumento o disminución de peso, malestar general, dolores de cabeza, de tripa, etc. Y a nivel conductual se puede ver muchas veces en un rechazo a la escuela, disminución del rendimiento académico, deterioro de las relaciones con profesores o compañeros, incumplimiento de las obligaciones académicas, etc.

Como veis, estas características pueden estar presentes en muchos niños por distintos motivos, pero cuando existen factores de riesgo como los que comentábamos antes y se suman varios de estos síntomas, podemos pensar en que quizá el peque o la peque tiene estrés.

Prevenir y tratar el estrés infantil

¿Y qué podemos hacer? Pues teniendo en cuenta que no podemos prender fuego al sistema y empezar de cero, tenemos que tratar de amortiguar en la medida de lo posible los factores que pueden llevar a nuestra criatura al estrés. Porque, como vemos, los niños sí pueden tener estrés, y de hecho lo tienen, pero la realidad es que no deberían tenerlo. La infancia debería ser una época de la vida en la que los niños pudieran vivir a un ritmo más humano. Veamos algunas claves que nos pueden venir bien tanto para prevenir como para abordar el estrés infantil:

  • Lo primero: tiempo. Los niños necesitan tiempo también para perderlo. Cada segundo de su vida no puede ni debe ser aprovechado en tareas súper significativas súper educativas súper interesantes. El tiempo también se debe perder.
  • Extraescolares. Cuidado con las extraescolares. ¿Que son necesarias para la conciliación? Sí. ¿Que a muchos niños les interesan un montón de temas y se quieren apuntar a todo? También. Pero muchos niños cenarían todos los días hamburguesa con patatas y no se lo permitimos. Calma. Que tengan tardes vacías.
  • Excelencia. Los padres no somos los entrenadores ni coaches de liderazgo y éxito de nuestros hijos. Somos su referente y quienes debemos favorecer su felicidad. La constante presión para que den el 100% de sus capacidades y no permitirles errores es la vía más directa para que sufran.
  • Facilitar juego. Recordemos que el juego es la principal vía de aprendizaje durante la mayor parte de la vida, especialmente durante la infancia. Y no hablo de jugar a aburridos juegos presuntamente educativos. No. Hablo del juego libre, de jugar a lo que les motive sin mayor pretensión que el propio juego en sí. No todo tiene que finalidad educativa, recordad.
  • Escuchar y observar. Si vemos de manera directa o indirecta señales de que nos estamos pasando de presión, paramos y marcha atrás.
  • Satisfacer necesidades: no solo respecto a alimentación, salud o cobijo. También la necesidad de ser escuchados, tenidos en cuenta, la necesidad de juego libre, exploración y movimiento. No es sano ni normal que una niña o un niño esté ocho horas diarias sentado. No tiene sentido. De hecho el ejercicio físico es un pilar fundamental para la reducción del estrés, su eficacia está más que demostrada a nivel científico. Los adultos quizá necesitamos programar sesiones de ejercicio formal, pero en el caso de los niños basta con no impedírselo.

Y, si nada de esto funciona y vemos a nuestra criatura pasarlo mal, pues para eso estamos los profesionales de la salud mental. Para ayudarles con técnicas que hagan disminuir ese estrés, y para asesoraros de manera individualizada respecto a qué podéis hacer para ayudar a vuestra criatura.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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