Estrés: así te afecta y así puedes superarlo

Está en boca de todos constantemente: decimos que tenemos estrés, que vamos estresados, que nosequé situación nos estresa… pero, ¿qué es realmente el estrés?, ¿es peligroso para la salud?, ¿cuáles son sus síntomas?, ¿y qué podemos hacer para mitigarlo? ¡Vamos a verlo!

¿Qué es el estrés?

Empecemos por el principio: el estrés es la forma en la que responde nuestro organismo ante situaciones que suponen un exceso de demanda frente a los recursos que tiene. En otras palabras: nos estresamos cuando tenemos mucho que hacer y, por mucho que nos esforcemos, no podemos llegar. Pensad, por ejemplo, en una estudiante en época de exámenes, un trabajador ante un pico de trabajo, una madre sola con su hijo o el cuidador de una persona dependiente. Todas estas situaciones tienen lo mismo en común: por mucho que se esfuercen, sienten que no llegan. Pero no todo el estrés es igual; podríamos decir que el estrés puede ser “positivo” o “negativo”.

Por un lado tendríamos el estrés positivo; se da cuando nos enfrentamos a una situación demandante, pero nos sentimos competentes, preparados, e incluso nos sentimos bien por estar enfrentándonos a esa tarea. Por ejemplo: cuando nos metemos en alguna aventura como el cambio de vivienda, unos estudios que nos motivan mucho, la maternidad… Son situaciones estresantes, pero nos sentimos bien y no nos gustaría renunciar a vivirlas.

Por otro lado, tenemos el estrés negativo o dañino, que es el que se da cuando sentimos que no somos capaces de manejar los retos que tenemos por delante; cuando hay tantas tareas que no podemos abarcarlas o cuando aparecen constantemente obstáculos que nos impiden avanzar y empiezan a invadirnos emociones negativas.

De acuerdo; ya tenemos el estrés bueno y el malo. Pero esto no es algo universal: los estresores (lo que produce estrés) son percibidos de manera muy distinta por cada persona dependiendo de sus experiencias previas, sus circunstancias, habilidades, variables emocionales, psicológicas, etc. Obviamente lo que a una persona le puede generar estrés, a otra no. O lo que para uno puede ser un estrés positivo, para otra puede serlo negativo; por ejemplo, para alguien acostumbrado a hablar en público, dar una conferencia ante cientos de personas le puede suponer un estrés positivo, mientras que para alguien que no está acostumbrado a esos actos de positivo puede tener más bien poco.

¿Qué nos causa estrés?

Hay varias formas de estresarse; hay grandes estresores y pequeños estresores. Podemos enfrentarnos a un gran marrón, o tener cada día pequeños contratiempos que acaben por tocarnos las narices. Pero quizá lo que acaba teniendo efectos más negativos para la persona a medio y largo plazo es el estrés crónico. Me explico: el afrontamiento del estrés tiene varias fases. La primera es la fase de alarma, en la que, aunque al principio nos podamos venir abajo con la que nos viene encima, rápidamente movilizamos los recursos que haga falta para enfrentarnos al problema. Vamos, que una vez nos hacemos a la idea, pues nos ponemos a ello. Con esos recursos al 100% podemos seguir bastante tiempo, incluso más del que aguantarías en otras situaciones en las que ese estresor no estuviera presente. Ahí entramos en la segunda fase, que se conoce como fase de resistencia: no podemos venirnos abajo en ese momento, así que aguantamos física y emocionalmente lo que haga falta.

Pero llega un momento en el que desaparece el estresor, y entonces llegamos a lo que se conoce como la fase de agotamiento, que es en la que todo lo vivido nos pasa factura, tanto a nivel físico como emocional. Esto es algo que vemos con frecuencia en los cuidadores de enfermos crónicos o terminales: mientras dura la enfermedad de su familiar aguantan todo lo necesario, dan el 100% durante mucho tiempo, con esfuerzo, sin dormir… apenas parecen acusar el agotamiento. Pero cuando finalmente fallece el familiar y bajan las demandas, es entonces cuando todo lo vivido les pasa factura de golpe.

¿Y qué efectos tiene este estrés crónico? Después de unas seis u ocho semanas de estrés sostenido podemos sentir fatiga constante, dolores de cabeza, de espalda, problemas digestivos, malestar gástrico, tensión, problemas de concentración, problemas con alcohol y otras drogas…

Tratamiento del estrés

Y bien, ¿qué hacemos los psicólogos cuando tenemos un caso así? Lo primero es que hay que recopilar toda la información posible para comprender correctamente qué es lo que está sucediendo. Esta fase de evaluación ya forma parte del tratamiento, y el hecho de poder analizar su problema de una manera diferente ayuda mucho al paciente a poder cambiar la forma de enfocarlo. Ya sabéis eso de que si siempre nos hacemos las mismas preguntas obtenemos las mismas respuestas, ¿no? Pues bien, los psicólogos nos encargamos de cambiar esas preguntas para llegar a sitios diferentes.

Con toda la información encima de la mesa toca ver dónde está el problema y establecer un plan de acción: puede que sea necesario modificar la situación, adquirir habilidades para hacerle frente mejor, mejorar la capacidad de gestionar las emociones, de manejar los pensamientos… cada caso es distinto. En función de las necesidades, se suele pasar a la fase de entrenamiento y práctica de las habilidades que necesita la persona para enfrentarse mejor a lo que le está suponiendo un estrés: por ejemplo, entrenamiento en habilidades instrumentales (comunicación, asertividad, técnicas de solución de problemas, técnicas de estudio, habilidades parentales, o lo que sea). Cuando la persona ya tiene esas habilidades o la situación es poco manipulable (cuando no podemos hacer nada, vaya) lo que se hace es entrenar en habilidades de afrontamiento paliativo: gestión emocional, toma de perspectiva, búsqueda y empleo de apoyo social, entre otros). Estas habilidades se comienzan a practicar en consulta (mediante role playings o realidad virtual, por ejemplo) y poco a poco se van generalizando a las situaciones conflictivas.

Como conclusión, recordemos que el estrés es algo muy personal; lo que a una persona le estresa a otra no, y la forma de abordarlo también va a ser distinta en función de las particularidades de cada caso. Pero, afortunadamente, tiene solución, y con el tratamiento y el apoyo adecuados se supera.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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