Hace poco se publicaba un metaanálisis con datos internacionales de más de 190.000 participantes en los que se analiza el impacto que está teniendo la pandemia en la salud mental de la población. Y los resultados que han observado encontrado son preocupantes. Vamos a verlo.
A estas alturas de la partida ya estamos todos un poco hasta las narices de esto, ¿no? Dentro de poco se cumplirá un año desde que se decretó el confinamiento en España, y por aquel entonces pocos imaginaban que al cabo de un año aún fuéramos a estar así. ¿Vosotros cómo lo habéis llevado? La verdad es que prácticamente todos hemos pasado un año bastante duro: el confinamiento, la falta de contacto social, la enfermedad o la perdida de seres queridos, la crisis económica y social, el miedo, la incertidumbre… Prácticamente no hay un área de nuestra vida que no haya sido afectada, y esto al final hace mella.
Ya al principio de todo esto algunas voces lo advertían; primero viene el impacto sobre la salud, luego el económico, y después se notará el impacto sobre la salud mental. No es que fueran adivinos, sino que simplemente describían lo que pasó en otros países con otras epidemias pasadas como el SARS o el MERS. Y así está siendo también en esta ocasión. Por ejemplo, fijaos en el gráfico que hizo un médico americano, el dr. Tsang, al principio de toda esta historia. Él habla de distintas olas, no en el sentido de los rebrotes y picos en la pandemia, sino de afectación a diferentes niveles.
La primera ola está clara; la afectación directa en la salud física que ha tenido la pandemia, con sus cientos de miles de contagios, de muertes, saturación del sistema sanitario, confinamiento, etc. Pues bien, luego habría una segunda ola, que estaría protagonizada por todas las personas con enfermedades urgentes que, por las restricciones de la pandemia, no han podido acudir a sus citas y pruebas programadas en los centros sanitarios. Esto ya lo vivimos al final del confinamiento, y todavía no nos hemos acabado de recuperar del todo. Al igual que la tercera ola, la afectación de la interrupción del tratamiento y cuidado de los pacientes con enfermedades crónicas. Pacientes que vieron como todas sus consultas y pruebas médicas quedaron aplazadas con la llegada de la pandemia y el confinamiento, y que muchos todavía desconocen cuándo se podrán reanudar. Y finalmente tendríamos una cuarta ola, que se inicia casi al mismo tiempo que la propia pandemia, pero afecta incluso más a la sociedad y, sobre todo, dura más en el tiempo . Según el gráfico del doctor Tsang, la huella que ya ha empezado a dejar la Covid sobre la salud mental y el bienestar económico de las sociedades será notable: incluye traumas psíquicos, enfermedades mentales, heridas económicas y agotamiento o desgaste laboral y personal.
Esto nos afecta a todos, pero según datos de la Agencia de Salud Pública de Cataluña, el grupo de personas entre 16 y 44 años sería el más afectado, en el sentido de que éstos han duplicado la sintomatología ansiosa, depresiva y el malestar emocional. De hecho, desde el inicio de la pandemia se ha multiplicado por tres el uso de ansiolíticos con receta médica, y se han multiplicado por diez los no prescritos.
Como os comentaba al principio, un reciente meta análisis canadiense, con datos de España, Italia, Estados Unidos, Perú, China o Irán, entre otros, muestran un gran incremento de problemas mentales en las poblaciones afectadas por COVID.
Los datos muestran que esto es algo que ha afectado a todos los países de manera global; si comparamos los datos de este estudio con los que había antes de la pandemia vemos como la diferencia es brutal: a raíz de la Covid la prevalencia de depresión es más de tres veces superior; cuatro veces en el caso de la ansiedad y cinco veces en el TEPT. Los resultados también mostraron una prevalencia significativamente mayor de insomnio y malestar psicológico en las poblaciones afectadas por COVID-19 en comparación con la población general. Vamos, que los problemas psicológicos se multiplican por tres, cuatro o incluso por cinco en comparación con la prevalencia habitual antes de la pandemia. ¿Y por qué? Esto podría explicarse por el miedo que todos estamos pasando, las medidas de contención y el grado en el que nos ha afectado al día a día, el alto número de personas infectadas y las muertes… además, la pandemia está asociada con la falta de control, pérdida de empleos, de salario, incertidumbre sobre el futuro… Vamos, que motivos no nos faltan;
Decíamos que ha pasado un año un desde que todo esto empezara y que aún estamos pringados, pero en realidad no estamos en la misma situación que entonces; ahora sabemos mucho más sobre el coronavirus, los médicos son capaces de atender mucho mejor a los pacientes con Covid que al principio de la pandemia. Tenemos más claras las medidas para protegernos… pero también estamos cada vez más quemados.
Quizá lo más importante es que muchos países ya han comenzado con una vacunación masiva de sus ciudadanos, pero aún faltan meses hasta que lleguemos a la ansiada inmunidad de rebaño y podamos empezar a relajar medidas porque, todavía, la pandemia está haciendo estragos. Y estamos cansados. Ojalá con las buenas noticias que vaya trayendo la vacunación masiva y el retroceso de la enfermedad, poco a poco podamos ir recuperando algo parecido a la normalidad previa. Porque, visto lo visto, falta nos hace.