Es la pregunta del millón: ¿a qué edad le doy a mi hijo su primer móvil? Y no es una pregunta fácil de responder. Muchas familias cuando me lo preguntan se sorprenden al escuchar mi respuesta: que hay quienes dan un móvil a sus hijos ya con siete u ocho años, y no lo veo ninguna barbaridad. Os explico por qué.
Hay niñas y niños que con siete u ocho años ya comienzan a tener cierta independencia, en función de dónde vivan, si es un pueblo, una ciudad, una urbanización, de las circunstancias de sus padres, de su realidad familiar, etc. A esas edades los hay que ya empiezan a ir y volver solos del cole, quedarse un ratito solos en casa mientras sus padres hacen un recado rápido, o incluso son ellos mismos quienes van a hacerlo. Entonces, ¿no sería buena idea darles un móvil por si necesitan algo en esos momentos, que puedan comunicarse? Sí, suena razonable. Tener un teléfono que les damos en esas ocasiones para comunicarse y poder llamarnos en caso de necesitarlo. Suena razonable. Pero hay que remarcar algunos peros: una cosa es un teléfono móvil, y otra es un ordenador de bolsillo con acceso ilimitado a internet. Una cosa es dejarle emplearlo en esos momentos, y otra muy distinta es darle libre acceso a él. Una cosa es que puedan llamar por teléfono y otra es darles el móvil para que estén callados, o que tengan acceso a internet sin supervisión adulta.
A lo que hoy llamamos teléfonos móviles les queda de teléfono un icono en la pantalla de inicio y poco más. Lo usamos para hacer de todo, y en ocasiones, pocas, para llamar. Sería más adecuado llamarles ordenadores de bolsillo, porque son eso, ordenadores que nos acompañan allá donde vamos, que nos permiten conectarnos a internet, enviar y recibir coreos, etc. Y dar un dispositivo de esos a un niño pequeño es una barbaridad. No porque sea malo, sino porque cada cosa tiene su edad.
Pasa lo mismo con los coches. ¿Tienen algo de malo? Bueno, a grandes rasgos no, pueden contaminar y esas cosas, pero no, no tienen nada de malo. Todos los usamos. Pero, ¿se lo dejaríamos a un niño? Ni locos, ¿verdad? Pues con el móvil ocurre lo mismo. No tiene nada de malo el aparato en sí, pero no es en absoluto una buena idea dejárselo a un niño pequeño. La diferencia es que en el primer caso no hay debate: en nuestro país no se puede conducir hasta los 18 años y tras haber superado una prueba teórica y otra práctica. Porque hay cierto consenso en que, por debajo de esa edad, no hay la madurez necesaria para poder manejar un vehículo y circular por la vía pública. En el caso de los móviles no existe esa regulación, y por ese motivo cada casa es un mundo.
Hay familias que hasta que sus hijos no tienen 16 años no les dan móvil; otras se lo dan a los 12, cuando entran en el instituto (muchas lo hacen así). Hay familias que se divorcian y papá o mamá les da un móvil para mantener el contacto cuando están con el otro progenitor. Incluso hay casos que con 9 años le regalan al niño o a la niña un móvil en su primera comunión; de hecho, el móvil es el regalo de comunión más deseado por los niños, dejando atrás la bicicleta o la consola de antaño. Y claro, en el momento en el que alguien de clase tiene un móvil, el resto comienzan a demandarlo insistentemente hasta que se hace mayoritario y quien no lo tiene comienza a sentirse excluido por no poder comunicarse con sus amigos. Y ahí caen el resto.
¿Y qué problema hay con que tengan móvil antes o después? Hemos comentado el tema de la madurez, y muchos de los problemas asociados van por ese camino: cuanto más pequeños son, menos madurez tienen para ser conscientes y regular su conducta en redes. Porque, no nos equivoquemos, realmente no estamos hablando de móviles, estamos hablando de acceso a internet y redes sociales porque, si no, ¿para qué quieren un móvil?, ¿para ver la cotización del IBEX?
En nuestro país la edad media del primer contacto con la pornografía es de 8 años. 8 años, sí. ¿Y cómo lo hacen? No en el salón de casa con la tele de 50 pulgadas, no. Lo hacen con el móvil, o el que le han dado sus padres, el de su amigo, o el que le regalaron a su primo en la comunión. El uso temprano de móviles está generando unas problemáticas que antes no existían; la precocidad en el acceso a la pornografía y desarrollo de su sexualidad, el sexting, el ciber acoso, etc. Y muchos diréis, “a ver, que eso ha existido siempre de un modo u otro”. Vale, os doy ese punto. Sí, el acoso o la pornografía no han aparecido con los móviles. Del mismo modo que antes de existir los coches también podías viajar de Granada a Vigo, pero te costaba una semana y ahora lo haces en un rato. Digamos que facilita en exceso ciertas cosas y que, si no tienes la madurez necesaria, puedes acabar teniendo problemas.
Por ejemplo, os sorprendería la cantidad de niñas y niños de últimos cursos de primaria o inicios de instituto (11-12 años, para situarnos) que envían fotos íntimas por whatsapp. Y algunas de esas fotos íntimas luego acaban en manos de quien no deberían y son utilizadas para chantajear o extorsionar a quien las ha compartido. Esto preocupa mucho a las familias, que quieren que sus criaturas sean responsables cuando estén en redes. Pero para pedirles eso cuando sean adolescentes, antes hemos tenido que predicar con el ejemplo.
En este sentido, se emplea el concepto de “sharenting” para describir la conducta de padres y madres que comparten información y fotos de sus hijos por redes sociales, sin pararse a pensar en las consecuencias inmediatas o futuras que esto puede tener. En la mayoría de casos son datos e imágenes neutros, sin ninguna carga negativa para la criatura, el problema viene más bien del exceso en la frecuencia en la que se comparte. Pero otras veces se comparten imágenes o anécdotas que pueden resultar humillantes para el menor, que seguro no le gustaría que sus padres hubieran compartido con otras personas. Y, en otros casos, se comparten detalles de su intimidad que pueden llegar a ser peligrosos: fotos en las que se les puede reconocer fácilmente, en las que los menores aparecen con el uniforme de su colegio, en la puerta del mismo, de su domicilio, perfiles en los que se cuenta pormenorizadamente los hábitos de esa familia, su estatus, propiedades, costumbres… de tal modo que cualquier desconocido puede tener a su alcance una información quizá demasiado privada.
¿Y por qué hacemos esto? A veces, simplemente, por vanidad, otras para recibir atención o aprobación de los demás. Demasiadas veces usamos a nuestros peques para ganar un puñado de likes, un poco de “casito” en las redes sociales…Y es una pena, porque luego querremos enseñarles lo importante que es hacer un uso responsable de las redes sociales, que no les manden fotos de las tetas a sus novios y cosas por el estilo. ¿Y con qué legitimidad lo haremos, si toda su infancia hemos estado compartiendo su intimidad sin su consentimiento?, ¿cómo podemos creernos en más derecho que ellos para “compartir” detalles de sus vidas? Si nosotros compartíamos sus fotos con desconocidos, ¿cómo no van a compartirlas con sus parejas?
Pues eso, que el tema del uso de móviles en la infancia es muy complicado. Y respondiendo a la pregunta inicial: ¿cuándo darles un móvil? Pues si es un teléfono para simplemente llamar en caso de necesidad, a partir de los 6 u 8 años ya podrían emplearlo, si los padres (o madres) lo estiman necesario. ¿Y un teléfono inteligente? Cuanto más tarde mejor. Nunca como regalo de comunión y, en todo caso, no antes de los 14 años que es la edad mínima en la que, según la ley de protección de datos, pueden acceder al tratamiento de sus datos y, por tanto, tener perfil en redes sociales. Pero, repito: cuanto más tarde, mejor.