¿Eres una persona agradable?

Sé selectivo en tus batallas.
A veces tener paz es mejor que tener razón.

Solemos prestar mucha atención a la conducta de los demás, especialmente cuando se refiere a cómo nos tratan a nosotros, pero con mucha menos frecuencia dirigimos ese foco de atención hacia nuestra propia conducta y nos preguntamos: ¿soy una persona agradable?, ¿cómo hago sentir a los demás?

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¿Qué es «ser una persona agradable»?

Según el diccionario «agradable» se refiere una persona que es amable o afable en el trato. Pero habitualmente cuando usamos este concepto lo hacemos de una manera más amplia, en la que incluimos otros factores. ¿Cuáles serían? Pues para averiguarlo decidí utilizar el «comodín del público» y lancé la siguiente pregunta por twitter:

Recibí muchas respuestas, y la mayoría van en la misma dirección:

  • @miquelet: Una persona agradable es aquella que cuando te dice «¿tomamos un café?» no necesitas buscar excusas para decir que no.
  • @miopepensativo: Alguien con quien te apetezca sentarte y tomarte una caña, o dos.
  • @bellafer: Que no es falsa, que transmite simpatía y tranquilidad, que escucha con interés…
  • @satanin: Una persona con la que no te importa volver a quedar.
  • @empareja2: Con la que se puede conversar, que se interesa por lo que le cuentas, sin malicia.
  • @alvarezdelvayo: Para mí es ese tipo de persona con la que no mides el tiempo que pasas con ella, mientras más siempre mejor.
  • @__Martinelli: Amabilidad y sonrisa fácil. Espontaneidad, nada de excesos de amabilidad, y cercanía a lo empleado de tienda de ropa pija.
  • @nandomartinez: Desprende positividad y confianza.
  • @vgutierrez_: Cada uno puede ver agradables cosas distintas; por eso la clave puede ser que te haga sentir bien por la cualidad que sea que encaja en ti O:)
  • @playguitar: Una persona educada, que no molesta al prójimo, vive y deja vivir.
  • @TdeNaranja: Una persona con la que puedas pasar el rato sin que te cree ansiedad ni nerviosismo, conversando por ejemplo de cosas polémicas.

La mayoría de definiciones que tenemos de una persona agradable comprenden el ser alguien con quien nos gusta estar, con quien nos sentimos cómodosSer una persona agradable sería pues concepto que incluiría varias facetas tales como: tratar bien a los demás, mostrarles respeto, ser empático, comprender sus problemas, ser tolerante a sus altibajos, no reprochar, no quejarse en exceso, no juzgar, no criticar a terceras personas, ser positiva, etc. Todas estas facetas son las que, en definitiva, hacen que seas una persona con la que los demás quieren estar.

No obstante, como comentaba al inicio de este artículo, habitualmente solemos dirigir mucho más la atención a cómo se comportan los demás que hacia nuestra propia conducta. Y esto se agudiza en situaciones o momentos de conflicto: ya sea con la pareja, con un compañero de trabajo o con un familiar, los conflictos tarde o temprano tienden a aparecer. ¿Por qué? Porque forman parte de las relaciones humanas. Y lo importante aquí no es sólo evitarlos, sino saber gestionarlos de la manera adecuada.

Ser agradable incluso en los conflictos

En las relaciones interpersonales la empatía juega un papel fundamental. Ser empático consiste en participar afectivamente en una realidad ajena a nosotros mismos, por lo general, en los sentimientos de otra persona.

Cuando tenemos un conflicto con otra persona solemos actuar de manera impulsiva y egocéntrica, olvidando las emociones de la persona que tenemos delante y poniendo toda la atención en las nuestras propias; además, olvidamos prestar atención a nuestra conducta y sólo nos fijamos en la del otro. Actuando así, esta persona puede acabar convirtiéndose en “el enemigo” (porque «actúa mal» y nos hace daño) y nosotros en su víctima. Es sobretodo en estas circunstancias tan complejas cuando la empatía debe estar más presente todavía para evitar dañar la relación.

Aunque solemos hacerlo, no es constructivo dirigir de un modo tan intenso la atención a la conducta de la otra persona porque si lo hacemos, estamos delegando nuestra responsabilidad por solucionar de un modo constructivo el conflicto. Cambiemos el foco y pongámoslo sobre nosotros mismos: ¿estoy haciendo todo lo necesario para mejorar el clima de la relación?, ¿estoy esforzándome por comprender las emociones de la otra persona y lo que le lleva a sentirse de ese modo? Antes de poder responder de manera afirmativa a tales cuestiones no estamos legitimados para hacer exigencias a la otra parte. Del mismo modo, deberíamos quitar atención a nuestras propias emociones, sentirnos menos víctimas, y empatizar más con las emociones de quien tenemos enfrente.

No estés a la defensiva

Otro aspecto por el que podemos no ser una persona agradable es por estar constantemente a la defensiva. Ser una persona asertiva, que conoce y defiende sus derechos asertivos (valga la redundancia) es algo deseable. No obstante, no hay un imperativo por el que siempre haya que ejercer tales derechos. En ocasiones el ser excesivamente asertivos puede proyectar una imagen negativa de nosotros, podemos dar la impresión de ser agresivos, poco tolerantes o egocéntricos. En el término medio suele estar habitualmente la virtud. Por ello hay que valorar siempre las consecuencias de nuestro modo de actuar y decidir en base a ellas.

Si estamos esperando ser atacados, no ser tratados de un modo positivo, si esperamos desafíos u ofensas por parte de otras personas, es probable que ello acabe ocurriendo. Pero no por la «ley de la atracción» (eso es una bobada) sino por el gran poder que tienen nuestras expectativas. Vamos a filtrar la información que percibimos para hacerla encajar en esas expectativas que tenemos. Y esto se hace de un modo inconsciente. Si creemos que algo malo va a suceder, nuestro cuerpo se prepara para ello. De este modo nos ponemos a la defensiva, lo cual puede ser percibido por los demás como una actitud agresiva ante la cual ellos también se defiendan. Y tenemos el conflicto servido.

Destierra los reproches

Imagina, por un momento, que llamas a un amigo para saber de él, y que nada más descuelga el teléfono te dice: “menos mal, llevas 16 días sin llamarme, podría haberme muerto y ni te habrías enterado. Qué poco te importo. Qué mal amigo que eres”. ¿Esto hace que aumente o disminuya la probabilidad de que le llames de nuevo? A largo plazo, probablemente acabe por disminuirlas. Como dice el refrán, se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre. 

En ocasiones nuestra necesidad de agradar y recibir atención o afecto por parte de los demás nos puede llevar a comportarnos de un modo que, paradójicamente, produce el efecto contrario: “Nunca me llamas”, “no me haces caso”, “no me muestras tu afecto”, “siempre soy yo quien tiene que ir detrás tuyo”, “tú antes eras de otra manera”, etc. son maneras en las que en ocasiones demandamos afecto a los demás. Es legítimo demandar ese afecto y transmitir nuestras necesidades, pero estas demandas, cuando se producen de forma reiterada, pueden acabar tomando la forma de reproches. Y si lo que queremos es el afecto o la atención de otra persona el mejor modo de demandarlo no es mediante exigencias y reproches, sino siendo esa persona agradable con la que los demás quieren estar. Si no, caemos en el riesgo de proyectar nuestras propias frustraciones en el otro.

¿Cómo ser una persona agradable?

Además de las situaciones que acabamos de analizar, hay pequeños detalles que pueden contribuir mucho a que seamos percibidos como personas agradables. Si incorporamos algunas de estas recomendaciones a nuestra conducta diaria, seguro que acabamos siendo mucho más agradables para la gente que nos rodea y, en consecuencia, seremos más felices:

  1. «Hola», «hasta luego», «que pases un buen fin de semana», «dale recuerdos a tu familia», «¿cómo va todo?» Esas pequeñas fórmulas de interacción social son muy importantes, transmiten interés por la otra persona y le hacen sentir bien. ¡Úsalas! Y no, no basta con hacer un gesto con la cabeza o hacer una mueca mientras te escabulles.
  2. Escucha más y habla menos. Muchas veces estamos más pendientes de qué le vamos a responder a la otra persona que de escuchar lo que nos tiene que decir. Muestra interés.
  3. No seas invasivo. Aprende a identificar cuando la otra persona quiere finalizar una interacción o cuándo no se siente de humor para hablar o relacionarse. Respetar esos espacios hace que tu presencia también sea más agradable.
  4. No juzgues. No sabes qué le ha llevado a la otra persona a pensar o actuar de esa manera. En su lugar, muestra un interés sincero en comprenderle.
  5. Cede. En ocasiones es mejor tener paz que tener la razón. Las personas rencorosas y conflictivas no suelen resultar agradables para los demás.
  6. Señala lo positivo. Nadie es perfecto, todos podemos mejorar en muchos aspectos, pero que nos recuerden constantemente aquello que no hacemos bien no es agradable. Sin embargo, a todos nos gusta que nos reconozcan aquello que hemos hecho bien.
  7. Evita criticar a los demás. Si eres de esas personas que suelen criticar a los demás, probablemente quien tengas a tu lado no se sienta cómodo, ya que puede pensar que en el momento no esté presente puedas hacer lo mismo con él.
  8. Sé optimista y positivo. No hablo de ver la vida de color de rosa, porque ese no es su color, sino al menos no ser negativo. Tener una persona al lado que sólo se fija en el lado malo de las cosas no suele ser agradable, preferimos gente que nos contagie un positivismo realista.
  9. Pregúntate con frecuencia…. «¿Qué puedo hacer para que [pareja, amigo, etc.] se sienta mejor?» Esta simple pregunta puede hacer que tu relación de pareja, con tus amigos o con tus familiares mejore de manera abismal. Quítate el foco de ti y piensa más en los demás.
  10. Sé empático: piensa en cómo se sienten los demás y qué les lleva a actuar del modo en que lo hacen.

Si cambiamos el foco, si comenzamos a ser críticos con nuestra propia conducta y nos marcamos como objetivo ser más agradables con la gente que nos rodea lograremos crear un buen ambiente allá donde estemos, y ser esa persona con la que los demás quieren estar.

 

Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

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