La pereza es una sensación que todos conocemos: sabemos que tenemos que hacer algo, o que quizá nos convendría hacerlo, pero nos cuesta ponernos en acción. Como consecuencia, aplazamos esa decisión de ponernos manos a la obra y entramos en un modo de “ahorro de energía”. Como con todo, el grado es importante. No es lo mismo pasarte el domingo en pijama porque te da pereza y no tienes nada que hacer, que llevar semanas en casa sin ducharte ni asearte porque tienes una depresión. En todo caso, ¿cómo podemos vencer la pereza? Vamos a verlo.
Como hemos visto, la pereza sería esa sensación que nos dificulta hacer las cosas que sabemos que deberíamos hacer. Las cosas que nos dan pereza son de lo más variado, y van de asuntos de poca envergadura a temas mucho más serios.
¿Por qué sentimos pereza?
Entonces, ¿por qué sentimos pereza? Se especula con que puede tener una función evolutiva; todos los seres vivos que se mueven tienden a no malgastar su energía si no hay un beneficio claro. Los humanos tenemos una naturaleza de cazadores recolectores; nuestros antepasados estaban siempre en movimiento empleando energía para las necesidades más inmediatas. Lo que no producía un beneficio inmediato no resultaba tan movilizador. ¿Tengo hambre? Cazo. ¿Tengo sed? Busco agua. ¿No tengo hambre, sed ni ninguna necesidad especial? Pues entonces vegeto y ahorro energía para más adelante. Los cazadores recolectores eran unos maestros en eso de “vivir el presente”. Se dice que la pereza o la vagancia aparecieron cuando los humanos comenzaron a hacer planes más complejos para el futuro. La forma actual de vivir de los humanos, con menos urgencias que requieran energía de manera inmediata y con más tiempo para el ocio, da más margen a que aparezca esa sensación de pereza.
Pero no es tan sencillo; además de la pereza también tenemos otras dos emociones que harían de contrapeso: por un lado el aburrimiento, una emoción desagradable ante la pasividad e inacción, y por otro lado la curiosidad, una emoción agradable que nos lleva a buscar actividades interesantes aunque no haya una necesidad inmediata de realizarlas.
En todo caso, como decíamos, hay una cuestión de grados. La pereza, de forma aislada, la sentimos todos en ciertos momentos. A todos nos da pereza hacer según qué cosas en según qué momentos. Eso no es un problema. El problema viene cuando no se restringe a unas pocas actividades en unos algunos momentos dados, sino que marca el tono del día a día. La pereza como síntoma puede formar parte de algunos trastornos como la depresión, distimia, algunos tipos de demencia, trastornos como la fibromialgia, etc.
Cómo vencer la pereza
Dicho todo esto, al grano. ¿Qué podemos hacer para vencer la pereza? Vemos siete claves que son de mucha ayuda:
- Si la pereza forma parte de algo más amplio, como estábamos viendo (por ejemplo, una depresión), deberíamos abordar primero esa causa antes que la pereza en sí. No obstante, muchas de las cosas que ahora veremos forman parte del tratamiento de la depresión, por ejemplo.
- Es necesario tener una buena estructuración diaria. Que tu ritmo diario sea relativamente estable. ¿Recuerdas los horarios del cole? Clase, recreo, comer, clase, etc. Pues ahora lo mismo. Intenta que a lo largo de los días los periodos de tiempo que dedicas a la actividad física, mental, trabajo, ocio o alimentación sean más o menos estables entre un día y el siguiente.
- Avanza dando pequeños pasos y no seas excesivamente ambicioso. Querer cambiarlo todo de un día para el siguiente suele ser la forma más directa para fracasar porque verás el cambio como una gran montaña que no eres capaz de subir. Mejor que eso, establece pequeños objetivos, que sean alcanzables, y más vale en un principio quedarse corto que pasarse. Necesitas acumular experiencias de éxito.
- Comprométete socialmente con los cambios que quieras hacer. Que la gente que te rodea sepa lo que te traes entre manos. De esta forma te pones más difícil el no cumplimiento de tus objetivos.
- Organízate: ten un plan, emplea listas de tareas, agendas, calendarios. Dedica un tiempo fijo específico para las cosas que te son menos agradables, así te asegurarás su cumplimiento. Si lo dejas para cuando te apetezca, reconócelo, no las vas a hacer. O quizá las haces cuando ya es demasiado tarde.
- Hay cosas que no te tienes que cuestionar, simplemente tienes que hacerlas. Especialmente las tareas pequeñas y breves. Todo aquello que te vaya a suponer menos de tres minutos deberías hacerlo directamente, porque el tiempo que te va a ocupar es muy pequeño pero más adelante, cuando se vayan acumulando muchas de esas pequeñas cosas, va a serte más difícil llevarlas a cabo.
- Ten a mano una foto en la que te veas como realmente te gusta ser. En los momentos en los que sientas esa pereza, abre esa foto y pregúntate si tus decisiones te acercan o te alejan de ser esa persona. En caso de que te alejen, deberías cambiar tu conducta.
En fin, como veis, la pereza es una sensación prácticamente universal que en un momento u otro experimentamos todas las personas, pero si se nos va de las manos puede acabar implicando algunos problemas para nosotros. Si tenemos una vida organizada y un plan de acción para cuando se presenta conseguiremos esquivar muchas de esas complicaciones y acercarnos más a ser como realmente queremos ser.