No voy a decir que todos sean igual, pero estaréis conmigo con que esto es algo frecuente: desde que se levantan hasta que se acuestan las cosas tienen que ser a su manera, no aceptan un no por respuesta, les pides algo y tardan una eternidad en hacerte caso, y si lo hacen, lo hacen de cualquier manera para cubrir la papeleta… Y lo peor de todo: todo tiene que ser lo que ellos digan, si les llevas la contraria, estallan en gritos… Sí, hoy, vamos a hablar de la baja tolerancia a la frustración, ¡vamos a verlo!
Así es, chicos, hoy vamos a hablar de la baja tolerancia a la frustación. Y es que hay padres que desde que se levantan hasta que se acuestan esperan que las cosas se hagan todo a su manera; les piden algo a sus hijos y no acepan un no por respuesta. Si estáis jugando y les pedís que vayan a ayudaros o a ver lo que estáis haciendo, os dicen “espera cariño, que en seguida voy”, y se les olvida… o peor… dejan que pase tiempo para ver si se os olvida que les habíais llamado y pueden seguir haciendo sus cosas.
La baja tolerancia a la frustración es un problema cada vez más frecuente en nuestra sociedad; quizá, estemos mal acostumbrando a estos padres a que las cosas pueden ser rápido, fácil y a la primera. Y no: tienen que aprender que las cosas no siempre pueden ser como a uno le gustaría; los bebés son demandantes, te cambian la vida, hacen que no puedas quedar con tus amigos tanto como te gustaría y que, al menos durante un tiempo, tengas que dejar de lado algunas de tus aficiones. Hay que incrementar un poco esa baja tolerancia a la frustración…
Porque los bebés lloran; piden brazos; piden alimento; y no duermen como los mayores, no… ¡se despiertan mucho por la noche! ¿Por qué? Porque la evolución ha hecho que sean así: si no se despiertan con frecuencia para comer, hacen hipoglucemias ya que en su pequeño estómago no cabe mucha leche. Y, además, se despiertan para comprobar que sus padres están ahí y no se han ido… Hay que aumentar un poco esa baja tolerancia a la frustración…
Luego están los padres que se enfadan porque “todo el día está pidiendo brazos”. ¿Qué van a hacer? Si ni siquiera se pueden sentar solos; no se puede mover por ellos mismos. Desde tan abajo en el suelo no pueden ver nada… ¿Y dónde mejor que en los brazos de sus padres? Hay que aumentar un poco esa tolerancia a la frustración… o utilizar una mochila porta bebés, ¡que descansa mucho los brazos y la espalda!
También están quienes se levantan un día, deciden que el peque o la peque es ya muy mayor para llevar pañales… ¡y se enfadan cada vez que se hace sus cosas encima! A ver, ¿quién ha decidido que era el mejor momento para retirar el pañal?, ¿el bebé o tú? Pues, al menos, un poco de paciencia: se pasa el mocho, se le ayuda a cambiarse, se le dan muchos besos, y arreglado. Es un cambio demasiado radical como para que lo hagamos más difícil con esa baja tolerancia a la frustración…
Y con el chupete pasa lo mismo: vamos desesperados detrás del bebé para darle el chupete y que no llore, y de repente un día nos levantamos inspirados y decidimos que ¡ya no necesita el chupete! Y, encima, cada vez que lo pide, mosqueo. ¿Ha decidido él o ella dejar el chupete?, ¿quién se lo dio en un primer momento? Pues eso… tolerancia a la frustración.
Y también tenemos el niño que cuando nos tenemos que ir a casa, él que no se quiere ir del parque; y el que ya no quiere comer más; y el que tiene más hambre; el que tiene sueño, el que no se quiere ir a dormir; el que no quiere ir al cole y el que no quiere que sea finde porque quiere ir al cole; el que se enfada porque no es su cumple; al que no le da la gana compartir su juguete nuevo con un desconocido; el que no quiere darle dos besos a tu tía Puri a la que no ha visto en su vida; el que quiere bajar del coche porque se le hace largo el viaje; la lista es casi infinita.
Entonces, ¿hay que hacer siempre lo que ellos quieran? A ver, ¿cuándo he dicho yo eso? Obviamente no: nosotros somos los adultos y nosotros tomamos la mayoría de decisiones, lo que no quita que siempre que podamos escuchemos sus deseos y preferencias y, cuando se pueda, los satisfagamos. Y en todo caso, lo que tenemos que aceptar es que a ellos no tiene por qué parecerles bien todo. Los niños son ruidosos, movidos, ensucian, se ensucian… Y los padres tenemos que aprender cómo son los niños de verdad, no esa imagen idealizada que a veces se nos vende. Y sí, tenemos que aumentar nuestra tolerancia a la frustración, que ya somos mayorcitos para eso. Y, todo sea dicho, si no somos los padres y tenemos que “aguantar” a un bebé que llora o a un niño que juega en el vagón del tren o en la mesa del restaurante, más de lo mismo: un poquito de tolerancia a la frustración (y otro poquito de tranquilidad, que seguramente sus padres ya se preocupan de la educación de ese niño aunque
Muy buen articulo. Esperaba algo desde la perspectiva viendo el problema en los niños y creo que es muy acertado tu enfoque porque es muy facil no darse cuenta de que hay que empezar por nosotros mismos.