Decía Bertrand Russell que “el problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”. Mi abuela que se ve que era muy de Rusell, ya que decía muchas veces que “la ignorancia es muy atrevida”, y estaréis conmigo en que razón no les faltaba… Décadas después de que Rusell y mi abuela coincidieran en esta sospecha, un par de psicólogos pudieron constatarlo experimentalmente. Estos psicólogos, Justin Kruger y David Dunning, mostraron lo que desde entonces se conoce como el efecto Dunning Kruger. ¡Vamos a verlo!
El efecto Dunning Kruger en la cultura popular
Probablemente ya os habréis dado cuenta: las personas que son menos competentes o hábiles en una determinada área de conocimiento suelen estimar (y mucho) a la alza sus capacidades, hasta el punto que creen saber más que auténticos expertos en la materia. Esto es algo que, más allá de lo académico, que ahora veremos, forma parte de la cultura popular, y que suele ilustrarse con imágenes como la siguiente, fijaos:
En el eje de abscisas tendríamos los conocimientos que alguien tiene en un área de conocimiento determinada, y en el eje de ordenadas el nivel de confianza en sus capacidades. Cuando alguien no tiene ni idea de un tema, su nivel de confianza es muy bajo, pero a veces, con poco que sepa de ese tema, se cree el rey del mambo, capaz de dar lecciones sobre el tema incluso a verdaderos expertos en la materia. Pero conforme vamos indagando y aprendiendo sobre el tema, normalmente descubrimos que en realidad la cosa no era tan simple, y conforme adquirimos más conocimientos, más reconocemos nuestra incompetencia, hasta que llegamos al nivel más bajo de confianza. Llegados a este punto, sí seguimos aprendiendo poco a poco iremos aumentando nuestra confianza conforme vayamos encajando cada vez más piezas, poco a poco iremos dominando más la materia, hasta que lleguemos a un nivel de confianza más acorde con nuestros conocimientos, pero inferior al que otros puedan tener con un nivel de competencia en realidad mucho más bajo. Se ha llamado “monte de la ignorancia” a ese momento en el que no sabes nada pero crees saber mucho, y valle de la desesperación a ese otro momento en el que, a pesar de saber ya bastante, crees que nunca podrás dominar el tema.
El efecto Dunning Kruger: la investigación original
Pues bien, hasta aquí el meme, la cultura popular, pero, ¿de dónde sale todo esto?, ¿qué base tiene?, ¿por qué se produce?
En 1999 los psicólogos Justin Kruger y David Dunning realizaron una investigación muy interesante que les llevó a identificar este efecto. Su artículo original se tituló: “Inexpertos e ignorantes: cómo las dificultades para reconocer la propia incompetencia conducen a autoevaluaciones infladas” Es en esta publicación donde describen el fenómeno que, a partir de ese momento, pasaría a concerse por los apellidos de sus investigadores: Dunning Kruger.
El caso es que las personas, por lo general, somos bastante malas a la hora de valorar nuestras propias habilidades y por lo general, tendemos a valorar de forma demasiado favorable nuestras propias capacidades, ya sea a nivel social o intelectual. Es lo que se conoce como superioridad ilusoria, esto es, que la mayoría de personas se consideran a sí mismas superiores a la media para un aspecto dado, lo cual es algo matemáticamente imposible.
Según estos autores, el éxito y la satisfacción personal dependen de diversos factores como conocimientos, sabiduría o nuestra capacidad para identificar los objetivos que nos tenemos que marcar y qué estrategias necesitamos para conseguirlos. Cada persona lo hace de la mejor manera que puede, y en función de sus preferencias y habilidades, elegirá unas estrategias u otras.
Está claro que hay personas más y menos hábiles en según que ámbitos, pero lo que descubrieron Dunning y Kruger es que las personas que son más incompetentes en un área dada, su propia incompetencia les impide darse cuenta de lo incompetentes que son: vamos, que no tienen ni idea y ni siquiera se dan cuenta de ello. Es lo que se conoce como incompetencia inconsciente. No solo es que lleguen a conclusiones erróneas y que tomen malas decisiones, es que su propia incompetencia les impide darse cuenta de ello, lo cual es un problema. Lo que decía mi abuela, vaya…
Dunning y Kruger sugieren que las habilidades que generan competencia en un área dada son también las mismas que hacen falta para evaluar esa competencia, ya sea en uno mismo o en los demás. Esto entraría dentro de lo que en psicología llamamos metacognición, en este caso, el ser capaces de valorar nuestras propias habilidades y saber si lo estamos haciendo bien o mal.
Esa persona que le grita al televisor diciéndole al entrenador de fútbol o al jugador qué debería hacer, esa persona que refunfuña al leer el periódico porque si le dejaran al mando del país resolvería ese asunto (cualquiera que sea ese asunto) en un santiamén. Ese contertulio que hoy es experto en economía, mañana en educación y pasado en epidemiología y medicina preventiva: los conocimientos necesarios para entrenar a un equipo de fútbol son básicamente los mismos que los necesarios para evaluar si otro lo está haciendo bien. Si no tienes ni idea, tienes la alegría de creer que puedes señalar a los demás lo mal que lo están haciendo, sin darte cuenta que, realmente, el que no tiene ni idea, en realidad eres tú. Últimamente es fácil encontrar ejemplos de esto que os cuento, verdad?
Dunning y Kruger diseñaron una serie de experimentos para poder evaluar de un modo empírico estas observaciones. En sus experimentos pidieron a varios grupos de personas que llevaran a cabo una tarea dada, y luego que valoraran su ejecución. Su predicción era que los más incompetentes, los que lo hicieran peor, no se darían cuenta de esa falta de habilidad. Pues bien, como podemos ver, esta predicción se cumplió:
A lo largo de las diferentes pruebas aquellos que sacaron unas puntuaciones más bajas fueron quienes más sobre estimaron su capacidad; esta distancia entre la ejecución real y la percepción se iba acortando conforme aumentaba la capacidad, hasta el punto en el que se produce una paradoja: quienes mejor lo hacían, quienes sacaban mejores puntuaciones, llegaban a subestimar su ejecución, pensando que lo estaban haciendo peor de lo que realmente lo hicieron.
¿Por qué se produce?
¿A qué se debe esta distancia entre la percepción y ejecución real? Como decíamos, quienes lo hacen peor no se dan cuenta porque no tienen las habilidades necesarias para (a) hacerlo bien, y (b) darse cuenta de que lo están haciendo mal, precisamente porque son las mismas habilidades las que hacen falta para estos dos objetivos. Pero, ¿qué es lo que ocurre con los que lo hacen mejor que los demás? Éstos sí que tienen las habilidades, sin embargo, subestiman su capacidad, ¿por qué?
Según los autores, en base a los resultados de varias pruebas, parece que estas personas no se equivocaban tanto porque estimaran erróneamente sus capacidades, sino más bien porque estimaban erróneamente las de los otros. En su caso entraba en juego otro sesgo cognitivo, conocido como el “falso consenso”, por el que creían que los demás lo habrían hecho igual de bien (o mejor) que ellos. Sí para mi ha sido fácil, para los demás tb lo será. Sin embargo, de lo que sí que soy consciente es de mis propios fallos, y quizá no tanto de los de los demás.
Si la hipótesis de Dunning Kruger es cierta se produciría una paradoja: al entrenar a las personas más incompetentes, y darles más conocimientos, aumentaría también su capacidad para darse cuenta de su incompetencia, pero al mismo tiempo se volverían más competentes y dejarían de ser incompetentes. Y así sucedió: una vez lograban tener las habilidades metacognitivas para reconocer su propia incompetencia, dejaban de ser incompetentes.
Y, por otro lado, en el caso de los que lo hicieron mejor que el resto pero su percepción era más baja, bastaba con mostrarles los resultados de los demás para que calibraran correctamente su juicio: al ver lo mal que lo habían hecho los otros, dejaban de subestimarse y su percepción era más ajustada a su ejecución.
Y bien, ¿a dónde nos lleva todo esto? Pues a que, “el mundo está muy mal repartido”; como decía Charles Darwin “la ignorancia genera confianza con más frecuencia que el conocimiento”. De ahí la arrogancia que muchas veces vemos en los aprendices y la humildad que solemos ver en los maestros. Tenemos dos tendencias que juegan en nuestra contra: cuando no sabemos, sobreestimamos nuestra capacidad, porque no sabemos que no sabemos; y cuando realmente sabemos, resulta que entonces vamos y nos infravaloramos! Esto es algo relacionado con otro fenómeno del que ya hablamos hace tiempo, el síndrome del impostor.
Saber todo esto puede ayudarnos a ser más humildes y reconocer nuestras lagunas cuando nos enfrentamos a un área desconocida para nosotros, y a ganar confianza frente a aquellos que aparentemente se muestran tan seguros porque “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.