Utilizamos mucho la palabra “empatía”, y todos tenemos claro que se refiere a algo bueno y deseable, que nos ayuda a relacionarnos mejor con los demás, ya sea a nivel social, familiar, laboral… vamos, que la empatía es una habilidad estupenda para todas las facetas de nuestra vida. Pero ocurre que a veces la empatía no es exactamente lo que pensamos que es. Vamos a verlo.
La empatía es un concepto bastante reciente que no aparece en ninguna lengua hasta el año 1909. Vamos, hace cuatro días. Hasta ese momento existían otros conceptos parecidos como “compasión”, “altruismo” o “simpatía”, pero no llegan a expresar de manera completa lo que significa la empatía. Para ti, ¿qué es la empatía? Piénsalo un momento. Probablemente habrás llegado a una definición parecida a “ponerse en el lugar del otro”, ¿verdad? Es lo que la mayoría entendemos por empatía. Una definición más completa sería: “la capacidad de percibir, compartir o inferir los sentimientos, pensamientos y emociones de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar”
Pero lo que ocurre es que muchas veces “nos ponemos en el lugar del otro” pero no estamos siendo realmente empáticos. Os pongo un ejemplo con el que se entiende muy fácilmente: hace algunas semanas fue el cumpleaños de Kontxín, y acompañé a los peques a que le eligieran un regalo. Nos metimos en una tienda que tenían un montón de cosas y les dije: cuando veáis algo que le pueda gustar a la mami, me lo decís y lo compramos. Cada uno puede elegir una cosa. Y en eso que empiezan a traerme cosas… digamos… bastante curiosas: un juego de plastilina, un set de anillos infantiles, juguetitos varios… Visto desde fuera podía parecer que querían hacerme el lío: que le comprara a su madre un juguete que les gustaba a ellos, para al final salir ellos beneficiados. Pero no era así, realmente estaban intentando ponerse en el lugar de su madre, pero con sus limitaciones, claro. Su razonamiento sería algo así como: “si a mí me encantaría que me regalaran esto, por lo tanto a ella le tiene que encantar”. Ellos se estaban poniendo en su lugar, en lo que a ellos les gustaría si estuvieran en su situación.
El fallo en la empatía
Y es así como muchas veces se entiende la empatía: “lo que yo haría en tu situación”. Pero ser verdaderamente empático no es “lo que yo haría en tu lugar”, sino “lo que yo haría o cómo me sentiría en tu situación, si yo fuera tú”. Es ponerse en el lugar del otro pero con sus circustancias, con sus limitaciones, con su experiencia, su visión del mundo, sus esquemas mentales, sus valores… Como se dice muchas veces, ponerse en sus zapatos, o para que se entienda mejor, podríamos decir “meternos en su piel”, lo que implicaría respetar y comprender al otro con sus condiciones y limitaciones.
Y ahí es donde muchas veces fallamos todos. Con muy buena intención aconsejamos a otras personas qué hacer basándonos en qué haríamos nosotros en esa situación. Pero este planteamiento tiene algunos problemas. El primero que, quizá, la otra persona no quiere recibir en este momento un consejo (ya le dedicamos hace tiempo un vídeo a este tema), y segundo, estamos diciéndole lo que NOSOTROS haríamos con nuestras circustancias, no lo que la otra persona puede hacer con las suyas. Y esta es una diferencia muy importante.
De esta manera, a veces pensamos que estamos siendo empáticos porque estamos poniéndonos en el lugar del otro, pero en realidad solo lo estamos haciendo de una manera parcial. Nos hemos puesto en su lugar, sí, pero nos hemos llevado con nosotros todas nuestras variables personales. Esto sería adoptar su punto de vista pero no estaríamos siendo empáticos. Para hablar de verdadera empatía tenemos que ser capaces de dejar de lado esos condicionantes y entender al otro y sus circustancias desde su punto de vista en vez de hacerlo desde el nuestro propio.
Sí ahora recordamos la “definición larga” que hemos hecho de la empatía al principio, en la que se explica lo que es la empatía como “la capacidad de percibir, compartir o inferir los sentimientos, pensamientos y emociones de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar”. Supongo que ahora, con esta explicación se entenderá mejor que la empatía va más allá de “ponernos en el lugar de otra persona”, porque como vemos, se habla de compartir no solo el punto de vista, sino también los pensamientos y emociones del otro.
Cuando tenemos todo esto en cuenta, el resultado suele ser emplear un tono más amable, ser más prudentes, y tener más en cuenta el resultado de nuestras acciones y palabras en los sentimientos de los demás. Si tratamos de tener todo esto en cuenta, trataremos a los demás mejor, y si queremos que nuestros hijos lo aprendan, y esto nos lo habéis escuchado ya muchas veces, ya sabéis que, más que corregirles a ellos, deberíamos poner atención en nuestro propio comportamiento al tratarles a ellos y a los demás también. Porque ellos no aprenden tanto de nuestros sermones como de nuestros actos.