Estilos parentales: así afectan a los hijos los distintos tipos de padres

Según diferentes investigaciones, en base a la forma en la que nos relacionamos con nuestros hijos se podría clasificar a los padres y madres en tres categorías posibles: es lo que se conoce como estilos parentales. Y lo más interesante es que, en función de qué categoría estemos, esto puede tener unos efectos bastante importantes en la salud de nuestros hijos a corto, medio y largo plazo. ¿Queréis saber cuál es vuestro estilo parental? Vamos a verlo.

Cuando toca poner un límite a nuestros hijos, ¿le dejamos hacer, y que se dé cuenta por él/ella mismo que eso no es adecuado?, ¿le castigamos?, ¿le gritamos?, ¿dialogamos e intentamos convencerle? Madres y padres, en función de sus creencias, su visión del mundo y de su propia experiencia personal, van a tender a poner en marcha unos recursos u otros para lograr que su hijo atienda a los límites o normas que consideran adecuados para él. Esos modos de llevar a la práctica el establecimiento de los límites o las normas, sería lo que se conoce como “estilos parentales”, y es algo que se ha estudiado mucho en psicología para comprender qué implicaciones pueden tener para el hijo a medio o largo plazo las distintas formas de educar que tienen los padres y madres.

Los estilos parentales

A lo largo de los años, distintos autores han definido y clasificado estos estilos parentales; de las primeras clasificaciones, y quizá la más conocida es la que Diana Baumrid hizo en los años ’60 del siglo pasado, en la que hablaba de tres estilos parentales: autoritario, permisivo y democrático.

Padres autoritarios

Por un lado tendríamos el estilo autoritario. Según Baumrid los padres autoritarios intentan modelar, controlar y dirigir las conductas y actitudes de sus hijos de acuerdo con unas ideas concretas, habitualmente rígidas y de carácter absoluto. Estos padres no suelen expresar de un modo abierto su afecto hacia los hijos, tienen poco en cuenta sus intereses o necesidades inmediatas, y las normas que aplican suelen ser impuestas sin darles ninguna explicación. Valoran la obediencia como una virtud y recurren a los castigos para frenar la voluntad de sus hijos cuando piensan que estos no están actuando correctamente.

Así, no alientan la negociación porque consideran que los hijos deben aceptar los puntos de vista paternos como los correctos. Son partidarios de mantener al niño en una posición subordinada, restringir su autonomía y asignarle responsabilidades domésticas para inculcarle respeto por el trabajo, y llegan a considerar como un fin en sí mismo el mantenimiento del orden y de una estructura familiar tradicional.

Padres permisivos

“En otro extremo” tendríamos a los padres permisivos; en este estilo parental, son los intereses y deseos del niño los que parecen dirigir las interacciones padres-hijos, ya que los padres se muestran poco interesados en establecer normas, ser exigentes o ejercer control sobre la conducta de los menores. Estos padres dotan de gran autonomía a sus hijos, siempre que ello no ponga en riesgo su supervivencia; tratan de comportarse de un modo no punitivo hacia los impulsos, deseos o acciones de sus hijos, con quienes incluso consultan las decisiones sobre pautas educativas y les dan explicaciones sobre las normas familiares. No suelen ser exigentes en cuanto a responsabilidades domésticas o expectativas de madurez, y se presentan ante sus hijos como un recurso del que pueden echar mano cuando lo necesiten, no tanto como un modelo al que imitar, ni como un agente responsable de modelar o reconducir su conducta en caso de ser necesario. Estos padres permiten a sus hijos tanta libertad como sea posible, evitan ejercer control sobre ellos y no les insisten demasiado para que obedezcan normas o se ajusten a las expectativas que socialmente pueden recaer sobre ellos. Si quieren lograr algo por de ellos, intentan usar la razón o la manipulación, pero no ejercen de manera abierta el poder.

Padres indulgentes o negligentes

Posteriormente, otros autores definieron dos subtipos del estilo permisivo: los padres indulgentes y los negligentes. Los indulgentes se caracterizarían por ser más pasivos y permisividad, pero son responsivos y cálidos con sus hijos. Les dan más margen a los nanos, les dejan hacer cosas, pero están atentos a lo que necesitan y cuidan la relación. Por el contrario, los negligentes no son ni exigentes ni responsivos, es decir no les exigen responsabilidades pero tampoco están atentos a sus necesidades, muestran poco compromiso con su labor paterna y la relación se caracteriza por la frialdad y el distanciamiento. Los negligentes no estarían tan atentos a sus hijos, estarían más bien a otras cosas.

Padres democráticos / autorizativos

Y, finalmente, estaría el estilo democrático que en la mayoría de investigaciones se considera el más equilibrado, y que se caracteriza por padres que mantienen una relación cálida, afectuosa y comunicativa con sus hijos, pero que a la vez son firmes y exigentes con ellos. Estos padres tratan de dirigir las actividades de sus hijos de forma racional; están abiertos al dialogo, comparten con los hijos las razones que hay detrás de sus normas, y también les piden sus motivos cuando estos se niegan a seguirlas. Estos padres hacen respetar sus puntos de vista como adultos, pero también reconocen los intereses y necesidades de sus hijos; reconocen y valoran sus cualidades, pero también establecen objetivos que desean que logren en un futuro.

Hay tener en cuenta que estos modelos no suelen observarse de forma pura, sino mezclándose características de unos y otros, pero con un estilo predominante. Además, estos estilos no son necesariamente estables a lo largo del tiempo y suelen variar en función de variables como el sexo del hijo, su edad, posición entre sus hermanos, etc. así como cambios sociales, familiares o de otro tipo, que suceden a lo largo de la vida de la familia. Esto es, los padres no suelen tener un estilo fijo, sino más bien una tendencia a comportarse de un modo u otro.

Consecuencias para los hijos de los estilos parentales

Pues bien, ¿y todo esto para qué?, ¿qué consecuencias va a tener que tengamos un estilo u otro? Pues resulta que estos estilos parentales pueden jugar un papel importante en el desarrollo y mantenimiento de problemas psicológicos en los niños, tales como ansiedad, depresión, síntomas somáticos o aislamiento social. Por ejemplo, en un meta-análisis en el que se analizaban datos de más de 1000 estudios diferentes, abarcando una población superior a los 700.000 niños; se observó que el estilo democrático estaba asociado con menores niveles de sintomatología, mientras que los estilos negligente y autoritario con los mayores. Estos estilos están caracterizados por menores niveles de calidez en la relación padres-hijos, lo que podría explicar según los autores la presencia de estos síntomas. En este estudio no se observó asociación entre el estilo permisivo y esta sintomatología, probablemente porque el efecto de la ausencia de control parental se verían compensado por el efecto positivos de la calidez en la relación.

En síntesis, que nuestro estilo predominante en la relación con nuestros hijos va a tener implicaciones a corto, medio y largo plazo, no sólo en su educación, sino en la calidad de la relación y en el bienestar emocional de toda la familia, y que más allá del grado de exigencia, lo que parece más determinante cuando hablamos de salud es el grado de calidez de la relación. Así, que ya sabéis, intentemos que no se nos vaya demasiado la pinza con chorradas del día a día y no perdamos de vista que lo realmente importante es cuidar la relación con nuestros hijos, porque es lo que de verdad les va a dejar huella para el resto de sus vidas.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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