Pensamientos negativos: cómo dominarlos con la metáfora de las palomas

Todos tenemos pensamientos negativos, todos. Hasta la persona más happy y patológicamente optimista que te puedas encontrar tiene pensamientos negativos. La diferencia no está en tenerlos o dejarlos de tener, sino en el manejo que hacemos de esos pensamientos. Si dejamos que nos condicionen la vida o si somos capaces de manterlos a raya. ¿Cómo? Vamos a verlo.

Como decimos, pensamientos negativos tenemos todos. Pero hay personas que viven atormentadas por sus pensamientos hasta el punto de no poder llevar un día a día normal; están paralizadas por el miedo, por la ansiedad, su estado de ánimo es tan bajo y su desmotivación tan alta que no encuentran motivos para salir de casa. ¿Cómo han llegado a ese punto? Y lo más importante, ¿cómo salir de ahí?

Una metáfora que utilizo mucho en terapia es la de alimentar las palomas. Os cuento. Imagina que ha salido un día espléndido, no tienes ninguna obligación pendiente, y te apetece bajar a un parque a leer tranquilamente un libro mientras tomas tu café. Planazo. Pues allá que vas, y todo es perfecto. Tu libro, la temperatura, el sol, una suave brisa, y algunas palomas revoloteando por el parque. Y en eso que, al ver a las palomas, se te ocurre una brillante idea: “voy a darles de comer un poco de este pan que tengo por aquí”. Conforme lanzas las primeras migas comienzan a acercarse cada vez más y más palomas hasta que te quedas sin comida y quieres continuar leyendo tranquilamente tu libro. Bueno, ese es tu plan, porque las palomas tienen otro distinto. No dejan de revolotear a tu alrededor, se te ponen encima, meten el pico en tu bolso buscando más pan, levantan polvo con las alas… vamos, como en la peli de Hitchcock pero en versión palomas. Todo el buen rollo y armonía han desaparecido y no te queda más que cerrar el libro y marcharte.

Pues bien, nuestros pensamientos negativos funcionan de un modo muy parecido a esas palomas de la metáfora. Al llegar al parque las palomas ya estaban ahí. Estaban a su rollo, a sus cosas de palomas, sin interferir para nada en tu vida. Tú las ves, eres consciente de que están ahí, pero ni te condicionan ni te limitan. Simplemente las ves y eres consciente de su presencia. Pero llega un momento en el que cometes un error: alimentas esas palomas. Y es esa acción la que tiene consecuencias terribles, porque las palomas dejan de ser parte del fondo y pasan a tener un protagonismo nada agradable, y cuando quieres que vuelvan a ese cómodo segundo plano ya es imposible. Lo mismo que ocurre con los pensamientos negativos. Todos los tenemos, están por ahí constantemente: “no vas a poder”, “esto saldrá mal”, “si pisas las líneas de las baldosas algo malo ocurrirá”, “eres una farsa”, “con este cuchillo puedes hacerte daño”, etc.. Por lo general la mayoría de personas solemos ignorar esos pensamientos, no les damos mayor importancia y seguimos con nuestra vida. Ignorarlos es la mejor estrategia para evitar que condicionen nuestra vida. Pero hay momentos en los que podemos cometer el error de alimentarlos; pensamos que quizá son ciertos, que lo que dicen se va a cumplir, y nos ponemos a pelear contra ellos. Creemos que luchando contra ellos les estamos debilitando y haciendo que se reduzcan, pero en realidad lo que ocurre es más bien lo contrario: cuanto más atención les prestamos, cuanto más peleamos, más fuertes se hacen y más invaden nuestro espacio mental.

Como las palomas, que al principio las veíamos y no nos incordiaban demasiado, pero cuando las tienes encima es imposible ignorarlas. ¿De qué maneras alimentamos esos pensamientos negativos?

  • Cuando nos anclamos al pasado y no somos capaces de aceptar las cosas que nos han sucedido.
  • Cuando nos angustiamos por el futuro y nos quedamos inmóviles por miedo a no saber cómo actuar.
  • Cuando nos preocupamos por la opinión de los demás hasta el punto que esa opinión acaba condicionando lo que hacemos con nuestra vida.
  • Cuando nos dejamos llevar por nuestros miedos, evitando enfrentarnos a ellos.
  • Cuando somos catastrofistas o pesimistas y pensamos que siempre todo saldrá mal.
  • Cuando vemos la vida en blanco y negro, sin darnos cuenta de que la realidad es muy compleja como para reducirla tanto.
  • Cuando generalizamos en exceso, pensando que lo que ha ocurrido en una situación concreta se puede aplicar a cualquier otra.
  • Cuando somos victimistas y nos dejamos llevar por el «todo me ocurre a mí»

Pero dejar de alimentar esos pensamientos negativos es solo el primer paso, pero no nos podemos quedar ahí. Tenemos que dar el siguiente paso, que es ser capaces de avanzar _a pesar_ de esos pensamientos. Esperar a que desaparezcan es un error, porque nunca lo van a hacer. Porque siempre los hemos tenido, siempre han estado ahí, lo que ha cambiado ha sido nuestra forma de relacionarnos con ellos. Si dejamos de alimentarlos, si dejamos de creedlos, con el tiempo, volverán a su segundo plano y dejarán de condicionarnos la vida. Así que, recuerda: no esperes a dejar de tener esos pensamientos desagradables para retomar tu vida. Retómala a pesar de esos pensamientos, recordando que por lo general lo que dicen nunca se cumple. Y si se cumple, por lo general ni es tan grave ni es tan irresoluble. Así que, movimiento. Demuéstrate que eres capaz de seguir sin tener que esperar a que tu entorno o tu mente cambien.

En resumen: sí, todos tenemos pensamientos negativos pero la diferencia está en el modo en el que los manejamos. No darlos por ciertos y avanzar a pesar de ellos es la clave para evitar que condicionen nuestra vida.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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