El sentimiento de soledad es algo normal, frecuente y cotidiano. No es raro que a veces nos sintamos solos. Esto puede ocurrir incluso cuando tenemos la suerte de tener familiares y amigos cerca que se preocupan por nosotros y nos quieren.
Seguro que os habéis sentido así muchas veces. Especialmente cuando estáis tristes, cuando os encontráis mal, cuando habéis tenido un disgusto con alguien… Cuando estamos “de bajón” es fácil que nos invadan este tipo de pensamientos y que nos sintamos “más solos que la una”. Este tipo de pensamientos también pueden estar incrementándose en estos tiempos de redes sociales, que muchas veces nos empujan a distorsionar un poco la realidad. Porque no… los “amigos de Facebook” no son amigos de verdad… pero bueno, eso daría para otro vídeo y no es eso lo que os quiero contar hoy.
Hoy me apetecía contaros que últimamente vamos con relativa frecuencia a visitar a un familiar a una residencia de ancianos. Esto es algo que te da que pensar… entrar allí es cómo hacerlo en otra dimensión. La realidad allí es tan distinta… Solemos ir allí con nuestros hijos y esto es algo que revoluciona bastante a los abuelitos que hay allí. Siempre les alegra mucho ver a los niños y a los bebés. Siempre tienen una palabra amable, tanto para ellos como para nosotros. Y siempre tienen algún comentario que te llevas a casa y te da que pensar… Recuerdo, por ejemplo, un día que una abuelita le dijo emocionada a mi mujer que cuidara mucho a nuestros hijos, y que ella perdió a uno por meningitis siendo muy pequeño… era una señora en sus noventaitantos, que todavía seguía emocionada por la pérdida de su hijo tantos años atrás. Y tenía razón: tenemos taaanta suerte de tener a nuestros hijos vivitos y coleando…
La verdad es que estos comentarios casi siempre se los suelen dirigir a mi mujer, a mí directamente no tanto… Otro día otra señora le dijo también ella la suerte que tenía de ir tan bien acompañada. Y empezó a contarnos, primero a los niños y luego también a mi: uno, dos, tres, cuatro… Y se lo dijo: “le cuento también a él, ¡que él también te acompaña! Y tenía razón. Mi mujer iba con sus tres hijos, con su marido, con su madre, su hermana, su abuela… es una suerte muy grande tener tanta familia tan cerca. Mucha gente la tiene muy lejos, o directamente no la tiene…
El último día que fuimos, al llegar la peque estaba dormida. Y para que no se despertara con todo el lío de saludos y carantoñas, se esperó fuera mi mujer con ella mientras dormía. Luego me contó que salió un hombre a fumar un cigarro, y que le había hecho los típicos comentarios amables sobre el bebé que llevaba en la mochila. Qué bonita es… qué a gusto que está… qué bien va ahí… cuánto tiempo tiene…?
Y cuando le dijo la edad, este hombre le respondió que qué suerte tener un bebé tan pequeñito… ¡Y tiene mucha razón! Aunque es cansado, y los días con los bebés pequeños pueden ser a veces un poco caóticos, muchas veces no nos damos cuenta de la suerte que supone tener un bebé pequeñito. Para empezar porque no es tan fácil tenerlos. Mucha gente no se atreve a buscarlos porque no tienen trabajo, dinero, casa, estabilidad en la pareja, en el trabajo, tiempo para cuidarlos… es difícil encontrar el momento. Luego, cuando te lanzas a por ellos, quizá va y resulta que no llegan. Cuando parece que llegan, quizá se tuerce la cosa y el embarazo se detiene, o pasa algo en el parto… en fin, que hay muchas cosas que pueden pasar por las que no puedas tener a tu bebé en brazos como lo tenemos nosotros ahora… o simplemente porque lo tuviste, pero fue hace mucho tiempo, ya es muy grande y ahora echas de menos ese momento. Porque cuando son pequeños somos muy conscientes del cansancio, del sueño, de los pañales, de las prisas, de los llantos… pero a veces se nos olvida la gran suerte que es poder tener ese sueño, ese cansancio, de tener que cambiar esos pañales o consolar ese llanto. Porque sí, ese hombre tenía mucha razón cuando decía que tenemos mucha suerte de tener un bebé tan pequeñito…
Y como además de estos hijos, tenemos la suerte de tener hermanos, padres, tíos, primos y amigos a nuestro alrededor, podemos decir que realmente somos muy afortunados. ¿Te has parado a pensar en esto últimamente? Seguro que en algún momento lo has pensado, pero suelen ser más frecuentes los pensamientos del tipo “pobre de mi, qué solito que estoy”. Así que, cuando te sientas así, te animo a reflexionar sobre las personas importantes que tienes cerca y sobre la suerte que supone tenerlas ahí.