Cuando nuestros hijos nacen sólo quieren y necesitan una única cosa: a nosotros. Especialmente a su madre, y poco después a su padre y otras personas significativas, pero en resumen lo que necesitan es cercanía, afecto, apoyo, tiempo. Pero conforme pasa el tiempo, la cantidad de cosas que creen necesitar y quieren es prácticamente infinita, e incluso el apego que tienen hacia nosotros es cada vez menor, llegando a su cota mínima en la adolescencia. ¿Cómo se produce ese cambio?, ¿qué sucede para que crezca de ese modo su necesidad materialista? Ahora que se acercan las fiestas navideñas, momento en el que inundamos a nuestros hijos con muchos más objetos de los que necesitan, es un buen momento para reflexionar acerca de este tema.
Nuestros hijos no nacen querido cosas, sino que nacen queriéndonos simplemente a nosotros. Y somos precisamente nosotros quienes de manera progresiva les empujamos a ir sustituyendo esa necesidad tan pura y simple por otras muchas de corte más material. Les convertimos en seres materialistas e interesados.
No es fácil criar a los hijos hoy en día; los padres cada vez tenemos que enfrentarnos a más desafíos para lograr salir adelante con nuestros hijos. Una de las cosas que más nos falta es precisamente lo que más necesitan nuestros hijos: tiempo. Es por eso que llega un momento en el que nos piden brazos y les pedimos que se conformen con cosas: les llenamos el carro y la cuna de sonajeros, móviles, doudous, cualquier cosa para que se distraigan cuando lloran pidiendo nuestra presencia. Más tarde crecen y nos piden jugar, o nos piden un cuento, pero estamos tan ocupados que preferimos ponerles la TV o darles la tablet con una app “educativa”. Les distraemos de lo que verdaderamente quieren y necesitan, y hacemos que acaben queriendo cosas que en realidad no les hacen ninguna falta. Ellos no querían cosas, nos querían a nosotros, pero poco a poco van haciendo esa sustitución. ¿Cuántas veces sólo querían nuestro tiempo o atención y les hemos dado otra cosa sólo para lograr distraerles?
Todo esto no es enteramente nuestra culpa, no podemos alejarnos por completo del contexto en el que vivimos y la sociedad que nos ha educado. A nosotros nos han hecho así, y nosotros les hacemos del mismo modo casi sin pensarlo. Y nuestro entorno actúa del mismo modo.
Por ejemplo, también les hacemos materialistas e interesados cuando les enseñamos a cambiar afecto por objetos: “dame un besito y te doy esto”, “mira cuanto te quiere el abuelo que te ha comprado este osito”. ¿Qué mensaje implícito le estamos trasladando con esto? El afecto se gana, no se compra. Y se gana con tiempo y esfuerzo. Si queremos que la relación con nuestros hijos (o de éstos con sus abuelos, tíos o familiares) se base en un intercambio de afecto por cosas, en verdad el afecto nunca estará presente: sólo habrá interés por conseguir esas cosas. Y cuando estas desaparezcan, el afecto (que nunca estuvo) también lo hará.
Si queremos que nuestros hijos sean más afectuosos, comunicativos, que compartan tiempo con nosotros, que no sean tan materialistas, quizá deberíamos invertir menos esfuerzos durante sus primeros meses y años de vida en hacer que ellos fueran así. Porque todo lo que vivimos en esos primeros meses y años crea una huella, un aprendizaje, que aunque no lo procesemos de un modo consciente, acaba teniendo su impacto en la edad adulta. No les enseñemos a ser materialistas e interesados.
Recordad que ya está a la venta nuestro libro «Hijos y padres felices», en el que tratamos temas que van desde las rabietas hasta el sueño, pasando por la alimentación, lactancia, premios y castigos, límites, apego, colecho, etc. ¡Os gustará!
Y si os preocupa el sueño de los más pequeños, podéis acceder ya al curso que hemos preparado junto a Escuela Bitácoras llamado «El sueño en la infancia». Un curso con cerca de 4 horas de vídeo en alta definición que os ayudará a encontrar el equilibrio entre las necesidades de descanso de adultos y niños, tan necesario para favorecer la armonía familiar. Y en un formato especialmente pensado para madres y padres. ¡No os lo perdáis!
Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
¡Gracias por enlazar Alberto! «No les enseñemos a ser materialistas e interesados.» Me ha encantado, así es, y qué difícil es concienciar al entorno muchas veces, ¿verdad?
[…] ¿Sabíais que al menos hasta los 3 años de edad los niños no distinguen realmente lo que es un anuncio del resto del contenido que ven por la tele?, ¿y que al menos hasta tener 8 años creen que los anuncios que ven son esfuerzos bienintencionados que están orientados a ayudar a los espectadores? Cuando dejamos solos a los niños frente a una pantalla tenemos que tener presentes que en esa situación ellos son el producto. Y es que no podemos negar que vivimos en la sociedad del consumo. […]
Te escribo desde Lima-Perú. Me parece excelente este tema de los hijos materialistas, tienes mucha razón los padres muchas veces cometemos ese terrible error de pedirles algo a cambio de un regalo o premio. ¡Gracias! Te seguiré leyendo.
Siempre tan genio.