Uso de vibradores para tratar la histeria: del mito a la realidad

Hoy os traigo una píldora sobre una anécdota de historia de la psicología… hoy vamos a hablar sobre el conocido uso de los vibradores para tratar la histeria femenina. Como muchos ya sabréis, los médicos victorianos trataban a sus pacientes de histeria estimulándolas hasta el orgasmo con vibradores electromecánicos. ¡Vamos a verlo!

¿Qué es la histeria?

Pero empecemos por el principio… ¿Qué es la histeria? La histeria ha sido una de las enfermedades más atribuidas al sexo femenino que durante siglos, ha tenido diferentes visiones y tratamientos, empezando su historia ya en el antiguo Egipto y pasando por figuras tan relevantes como Aristóteles, Platón o Galeno. Se trataba de una enfermedad propia de la mujer ya que ellas eran un error de la naturaleza. En la mayoría de casos se trataba de una especie de diagnóstico comodín, por el cual, ante cualquier dolencia o malestar de una mujer, se le diagnosticaba de histeria y p’alante. Aunque situaban el origen de este mal en el útero, al final resulta que eran “fuerzas oscuras” que atravesaban el cuerpo de las mujeres, en fin… pero bueno, aunque ha sido una enfermedad “muy de mujeres” ya Galeno promovió la primera teoría de la histeria masculina, en este caso debido a la retención del semen causado por la abstinencia sexual. En la Edad Media no se andaban con chorradas y a las que se salían de lo esperado, directamente las acusaban de brujas y las quemaban en la hoguera… Y es que la visión de la mujer ha ido cambiando a través del tiempo: por ejemplo, en el siglo XVI, según Simon Geducos, las mujeres no podían ser reconocidas como seres humanos, y en el siglo XVII surge la idea de que la mujer es un macho inacabado. En el siglo XVIII la medicina llega a la conclusión de que la causa de todas las enfermedades femeninas tiene su origen en el útero. Todo muy lógico…

Pero volviendo a la histeria, en el siglo XIX la histeria era una enfermedad que afectaba supuestamente solo a las mujeres y consistía en una serie de síntomas como insomnio, irritabilidad, nerviosismo, infelicidad, desobediencia, impertinencia… básicamente, cualquier mujer que se saliera de los mandatos de género de la época, podía ser acusada, digo, diagnosticada de histeria. De hecho el término histeria viene del griego “hystero” que significa útero. Algo debía pasarle a aquellas mujeres en el útero para comportarse de aquella manera!! Cómo podían atreverse a desobedecer, mostrarse impertinentes o irritables. Desde luego, no es lo que cabría esperar de una dama… el origen de esta enfermedad se situaba en el útero y la causa era la falta de actividad sexual, debido a una retención o corrupción de la materia, ya que la falta de actividad sexual no permitía que los líquidos segregados durante el coito se liberen.

Vibradores para tratar la histeria

Así pues, una vez establecido el diagnóstico y con una idea clara de por dónde podría estar la causa, el siguiente paso sería aplicar un tratamiento para devolver a estas señoras a un estado más calmado o quizá más manso. Como decíamos en la introducción, muchos habréis escuchado hablar del uso de los vibradores por parte de los médicos victorianos para tratar a sus pacientes de histeria, estimulándolas hasta el orgasmo para tratar esta dolencia. Esta curiosa anécdota de la historia de la medicina circuló como la pólvora tras su publicación en un trabajo académico de la historiadora Rachel Maines publicado en el año 1999 y titulado “la tecnología del orgasmo”. De hecho fue uno de los trabajos más citados en su área en los últimos tiempos.

Total, que tan golosa fue esta historia que además de citarse en multitud de trabajos académicos, se publicaron también libros, obras de teatro y hasta una película que comenzaba diciendo: “esta historia se basa en hecho reales. En serio”.

Así, este hecho histórico pasó a la categoría de “cultura popular”. El que más y el que menos, había escuchado hablar de esto en alguna ocasión… Hablamos, claro, de la película Histeria, del año 2011. ¿Que qué tal? Pues está entretenida… aunque por lo que hemos leído más recientemente, parece ser que no está tan claro que las cosas fueran realmente así. De hecho aunque la anécdota nos pueda parecer divertida, recientemente se ha puesto todo esto en cuestión.

Según Maines los médicos victorianos trataban la histeria estimulando a sus pacientes hasta el orgasmo mediante vibradores eléctricos creados para este fin, ya que mediante el masaje manual debían emplear una hora por paciente, mientras que con el nuevo invento con 5 minutos era suficiente, y así podían atender a más pacientes y aumentar sus beneficios. Según Maines, estas prácticas no se percibían como sexuales por no implicar penetración vaginal. Las ideas de Maines venían respaldadas por varias citas y, como  decíamos, este trabajo fue muy citado en posteriores trabajos académicos, sin embargo parece ser que las cosas no fueron realmente así.

Según Hallie Lieberman, historiadora y autora de un libro sobre la historia de los juguetes sexuales, cuando estaba investigando para escribir su libro, no encontró nada sobre este supuesto uso de los vibradores para tratar la histeria. Cuando consultó las fuentes que citaba Maines se sorprendió al no encontrar respaldo a lo que ella decía. Primero pensó que sería un error suyo y que no estaba entendiéndolo bien, pero lo consultó con sus profesores y le confirmaron que las fuentes no decían lo que Maines afirmaba.

Lo cierto es que los juguetes sexuales han existido desde siempre. Al menos desde hace unos 30.000 años, y muchas veces han sido vendidos como aparatos medicinales para usos supuestamente no sexuales. Así, los primeros vibradores se vendían a finales del s xix y principios del XX para múltiples usos: desde quitar las verrugas, tratar los resfriados, molestias estomacales, alivio de diversos dolores o hasta para tratar la sordera. Puede que la gente los usara también para masturbarse, pero aunque lo hicieran, de lo que no parece haber evidencias es de que los médicos los usarán para tratar a las pacientes “histéricas”.

Según Lieberman su intención es remarcar cómo a veces las ideas se difunden ampliamente a pesar de ser erróneas, y señala la importancia de revisar y corregir los conocimientos previos. El tema es que, aunque quede claramente establecido que la publicación original decía cosas imprecisas o directamente falsas, la historia es demasiado golosa como para dejar de contarla. Sería aquello de: “no dejes que la realidad te estropee un buen titular”.

Según Rachel Maines, autora de la publicación original, ella lo planteó solo como una hipótesis, no como un hecho cierto, y dice que nunca dijo tener pruebas de que esto fuera realmente así. Pero esta hipótesis resultó “tan golosa” que rápidamente se elevó a la categoría de “sabiduría popular”. La misma Maines dice que le sorprendió que hayan tenido que pasar 20 años para que alguien cuestionara sus argumentos.

En resumen…

En fin, que eso de que se usaran vibradores para tratar la histeria no está nada claro; pero lo que sí lo está es que, oh sorpresa, desde tiempos inmemoriales, las mujeres que se salían del tiesto eran tildadas de “locas”, se les ponían diagnósticos de todo tipo, e incluso se les ofrecían tratamientos para bajar los humos a estas “malfollás. Porque, podemos ponerlo en palabras bonitas, pero realmente el diagnóstico era ese. Y el tratamiento pasaba por poner solución a ese problema de origen. No está claro si con vibradores o no, pero un posible tratamiento venía a ser ese… desde darles “masajes pélvicos” hasta recomendar sexo con el marido, y si estaban viudas o solteras, casarlas para solucionar este problema. También existieron tratamientos algo diferentes como pesarios aromáticos o fumigaciones fétidas, pues se pensaba que el útero tenía “gran sensibilidad olfativa” (no me preguntéis por qué), histerectomías o mutilación genital femenina.

En el año 1933 la histeria fue oficialmente excluida de la clasificación de trastornos mentales y comportamientos por la OMS, es decir, hasta hace 4 días se seguía usando este diagnóstico tan curioso…

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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