Niños tiranos y síndrome del emperador: así son, así les educan

Seguro que habéis oído muchas veces la expresión de “niños tiranos”, ¿verdad? Es una expresión que se usa con cierta frecuencia para referirse a esos niños que llevan por la calle de la amargura a sus padres, tratando de imponer su ley, con sus constantes exigencias, caprichos y malas formas. Les llaman niños tiranos, niños con síndrome del emperador. Pues bien, hoy vamos a hablar de ellos y os contaré cómo son los auténticos niños tiranos y cuáles son sus características. Vamos a verlo.

Era el 12 de febrero de 1993. El pequeño James Bulger, de dos años, estaba paseando con su madre por un centro comercial al norte de Liverpool. En un momento determinado, cuando estaban comprando en la carnicería, su madre se despistó un momento y al girarse no encontró a James. Conforme pasaban los minutos se iba poniendo más nerviosa; no había rastro del pequeño por todo el centro comercial. A las pocas horas todo Liverpool estaba empapelado con fotos del pequeño James, y durante cuatro días la ciudad estuvo paralizada con su búsqueda. Lamentablemente, al cuarto día de búsqueda dieron con lo que nunca quisieron encontrar: el cuerpo del pequeño James estaba cortado por la mitad, junto a las vías del tren.

Durante la búsqueda del pequeño se revisaron una y otra vez, sin éxito, las cintas de seguridad del centro comercial donde desapareció, hasta que de repente se dieron cuenta de lo que había ocurrido, algo que habían tenido delante pero no habían visto: James Bulger no había sido secuestrado por un adulto, había sido secuestrado por dos niños. Unos niños que aparecían en las cintas, paseando de la mano de su hermano pequeño, en realidad eran los secuestradores llevándose al pequeño James del centro comercial ante los ojos de todo el mundo.

Robert Thompson y Jon Venables tenían 10 años por aquel entonces, y unas vidas casi paralelas. Ambos tenían importantes problemas académicos, durante toda su infancia habían sufrido malos tratos a nivel físico y psicológico, habían sufrido abandonos, padres con problemas con el alcohol, frecuentes faltas de asistencia a la escuela, así como también habían sido víctimas de acoso escolar. Cuando se conocieron se hicieron uña y carne. Aquel 12 de febrero del 93 faltaron a la escuela, nada raro en ellos, y se dirigieron al centro comercial New Strand. Allí vieron al pequeño James, a quien su madre le daba brevemente la espalda mientras hacía la compra. Aprovechando esa situación, simplemente le cogieron de la mano y se lo llevaron paseando sin oposición alguna por parte del pequeño. Poco después James comenzó a preocuparse y llamar entre sollozos a su madre, pero para aquel momento ya estaban muy lejos del centro comercial. Al final, se lo llevaron a rastras durante cuatro kilometros hasta las vías del tren, donde le desnudaron, abusaron sexualmente de él, le lanzaron ladrillos, le golpearon con una vara de metal, le patearon… hasta que finalmente comenzaron a saltar sobre su estómago hasta reventarle el vientre. De hecho le hicieron muchas más cosas que no quiero ni contar. Una vez muerto, le pusieron en las vías del tren, que le partió en dos al pasar, para simular un accidente. Una vez acabaron con el pequeño, simplemente volvieron a su casa a seguir con su vida, bromeando entre ellos por lo sucedido.

Tal fue la conmoción de todo el país que, a petición expresa del gobierno, estos niños fueron juzgados como adultos. Durante la investigación y el posterior juicio quedó demostrado que esos niños eran perfectamente conscientes de lo que estaban haciendo, pese a lo cual no dudaron en llevar a cabo su crimen, mostrándose después impasibles durante todo el proceso del juicio.Fueron sentenciados a prisión hasta que cumplieran la mayoría de edad, y luego se les amplió la pena en 10 años más, lo cual fue duramente criticado por Naciones Unidas. Una vez cumplida su pena fueron puestos en libertad bajo una nueva identidad para que nunca nadie pueda saber de su pasado. Uno de ellos se ha rehabilitado y lleva una vida hasta donde se sabe normal con su nueva identidad, mientras que el otro ha vuelto a la cárcel por delitos relacionados con la pederastia.

Pues bien, si tuviéramos que hablar de niños malos, de niños tiranos, estaréis todos conmigo con que Robert Thompson y Jon Venables eran efectivamente, “niños malos”. Podríamos decir que eran unos “niños tiranos”. Sin embargo hace casi veinte años que se puso muy de moda esta etiqueta de “tiranos” que padres, profesores, periodistas e incluso psicólogos no dudan en aplicar a un conjunto bastante heterogéneo de niños, en general caracterizado por ser niños demandantes, insistentes, que tienen cierta dificultad en asumir normas o hacer caso a sus padres. Características que, en mayor o menor medida, todos los niños muestran en un momento u otro.

Pero quizá una de las mejores definiciones sobre los niños tiranos nos la da Vicente Garrido, experto criminólogo y doctor en Psicología. Para él los auténticos niños tiranos serían los que encajan con los criterios diagnósticos del DSM para el trastorno de conducta, anteriormente conocido como trastorno disocial. Son niños que con frecuencia acosan, amenazan o intimidan a otros, que inician peleas, emplean armas, ejercen crueldad física contra otras personas o animales, perpetran robos, prenden fuego deliberadamente, destruyen la propiedad ajena, roban, invaden propiedades ajenas, mienten, estafan, huyen de casa, de la escuela… Todas estos, comportamientos muy preocupantes. De hecho, muchos de los niños que son diagnosticados de trastorno de conducta se convierten, una vez adultos, en lo que comúnmente se conoce como psicópatas. Y aquí, para bien o para mal, no estamos hablando solo de los supuestos errores de los padres en sus pautas de educación, ni mucho menos. Hay una importante predisposición genética, la cual se acaba activando o no en función de los factores ambientales, entre ellos, la educación recibida, pero no solo esta.

Y como vemos en el caso que hemos escogido como ejemplo, las pautas de educación de esos padres no estuvieron caracterizadas por un exceso de mimos, besos o abrazos, ni siquiera por pasarse con los regalos o por consentirles demasiado. Más bien fue lo contrario: una crianza oscilando entre la negligencia y el autoritarismo, con malos tratos, abusos, omisión de la responsabilidad paterna, etc. Robert y Jon no llegaron a este punto porque sus padres les consintieran de todo, les cogieran mucho en brazos, durmieran con ellos en la misma cama o les dieran teta a demanda. El hecho de haber sido maltratados en su infancia probablemente fue la gota que colmó el vaso.

Precisamente son esos niños más difíciles quienes requieren mucho más de sus padres, son niños que requieren un esfuerzo especial. Pero también con los que la mano dura no basta, quizá más bien todo lo contrario.

Tal vez, en el caso de haber tenido una infancia más amable, con un mejor trato, con unos límites claros acompañados de mucho amor y respeto les habría evitado acabar de este modo. Basta repasar la infancia de personajes como Hitler, Stalin, Mussolini, Franco o Mao Tse-tung, por citar algunos tiranos que todos podemos conocer, para darnos cuenta que en todos los casos coincidían unas mismas pautas, en las que el afecto, el amor y el respeto brillaban por su ausencia.

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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