María tiene 32 años, trabaja, está casada y tiene un hijo pequeño. Desde siempre ha sido una persona ansiosa y preocupadiza, se agobiaba mucho cada vez que tenía un examen, sufría mucho cuando había algún conflicto con las amigas, etc. Pero desde hace meses que esas preocupaciones se han desbordado. Vive en un estado constante de ansiedad, preocupándose por problemas cotidianos que realmente no tienen mayor importancia. Si algo puede salir mal, ella está convencida de que saldrá mal, y no puede evitar angustiarse muchísimo. En el trabajo vive siempre en un ay, cada vez que su hijo tose ella lo vive como si fuera algo gravísimo… es un sinvivir. Y por si no fuera poco, cada vez le cuesta más concentrarse, tiene problemas de sueño y vive constantemente cansada. Lo que le ocurre a María le pasará a 1 de cada 10 personas a lo largo de su vida. ¿Qué es? Vamos a verlo.
¿Te preocupas con frecuencia por problemas cotidianos sin ningún motivo aparente?, ¿estás siempre esperando que ocurra un desastre o te preocupas demasiado por cosas como la salud, el dinero, la familia, el trabajo o la escuela?, ¿sientes que estás constantemente en alerta, con nervios, como si algo malo fuera a pasar? Estos síntomas son muy conocidos por las personas que tienen ansiedad generalizada, un trastorno de ansiedad muy frecuente y que prácticamente 1 de cada 10 personas experimentará en algún momento a lo largo de su vida.
Tener ansiedad es algo normal que forma parte de la vida, todos sentimos ansiedad y todos tenemos preocupaciones. Por ejemplo, ¿quién no se preocupa de vez en cuando por la salud, el dinero o su familia? Todos lo hacemos. Sin embargo, hay personas cuyas preocupaciones les abruman hasta el punto de llegar a interferirles con su día a día, haciéndoles sentir mal constantemente. Las personas con TAG se preocupan con mucha frecuencia por asuntos cotidianos, ya sean más o menos relevantes, incuso cuando no existen motivos racionales para preocuparse. No es lo mismo preocuparse de vez en cuando por algunas cosas o sentirse ansioso por los eventos estresantes en la vida que tener una sensación constante de ansiedad o miedo que interfiere en el día a día. Esto es lo que les ocurre a las personas con TAG, que pueden sentir ansiedad y preocupaciones durante meses o incluso años.
El TAG no aparece de la noche a la mañana, sino que es algo que se va desarrollando progresivamente; muchas personas con TAG reconocen que han sentido ansiedad y nerviosismo durante toda su vida. Es habitual que los síntomas comiencen alrededor de los 30 años, aunque niños y adolescentes también pueden sufrirlo (pero con menos frecuencia que los adultos). Por lo general, cuanto más pronto comienzan los síntomas más complicaciones suelen darse. La principal diferencia entre el TAG en adultos y en niños o adolescentes es el contenido de las preocupaciones, que suele estar relacionado con los asuntos típicos de cada edad.
Como hemos dicho, la característica fundamental del TAG es la presencia de una ansiedad y preocupación excesivas acerca de una serie de acontecimientos o actividades cotidianas, cuya intensidad, duración o frecuencia son desproporcionadas respecto al impacto real de lo que se anticipa; en otras palabras: que la ansiedad que se produce por la preocupación de que ocurra equis, acaba generando más malestar que si el propio hecho equis ocurriera realmente. De todas formas, el objeto de la preocupación no tiene por qué ser siempre el mismo, las personas con TAG es frecuente que vayan cambiando el objeto de sus preocupaciones: hoy puede ser una cosa y mañana otra, pero siempre con un elevado nivel de angustia y malestar.
Una consecuencia muy habitual del TAG es la dificultad para hacer las cosas de una forma rápida y eficiente, ya sea en casa o en el trabajo. La preocupación consume tiempo y energía a la persona, lo que le dificultan ser rápida y ágil. Y por si esto no fuera suficiente, los asociados al TAG, como la tensión muscular, el nerviosismo, el cansancio, la dificultad para concentrarse o los trastornos del sueño, no hacen más que echarle leña al fuego. Otra consecuencia del TAG se relaciona con la educación de los hijos, ya que las personas con preocupación excesiva suelen tener muchas dificultades a la hora de fomentar la confianza en sus hijos por su propia inseguridad.
Hay tres diferencias fundamentales entre la ansiedad que experimenta una persona con TAG de la ansiedad que puede tener cualquier persona: en primer lugar, la intensidad. La ansiedad que experimenta una persona con TAG es muy elevada e interfiere con el funcionamiento diario, por ejemplo, a nivel laboral, familiar o social, mientras que la ansiedad cotidiana ni es tan intensa ni afecta tanto a la persona. En segundo lugar, las preocupaciones de una persona con TAG son más penetrantes y duraderas, no se van de la cabeza con la misma facilidad que las preocupaciones cotidianas. Y, en tercer lugar, en las personas con TAG suelen aparecer de la mano de la ansiedad ciertos síntomas físicos como inquietud o nerviosismo, facilidad para fatigarse, dificultad para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular o trastornos del sueño.
Y bien, ¿por qué se produce este trastorno? Como ocurre siempre son muchos los factores que influyen, pero el componente genético es bastante importante. Se considera que un tercio del riesgo de sufrir TAG es genético, y son los mismos factores que predisponen a otros trastornos de ansiedad y del estado de ánimo, como la depresión, o a tener un temperamento neurótico. No obstante la genética no lo es todo; las experiencias vividas en la infancia, el ambiente familiar o el propio temperamento de cada uno pueden facilitar que finalmente se desarrolle el TAG o todo lo contrario, ser un factor de protección.
¿Y qué podemos hacer si tenemos estos síntomas, o si alguien conocido los presenta? La ansiedad generalizada no suele desaparecer por sí sola, pero afortunadamente la terapia psicológica suele funcionar muy bien, ayudando a que desaparezcan los síntomas y que la persona pueda recuperar un funcionamiento diario normal y satisfactorio con cierta rapidez. Con frecuencia se elige la terapia cognitivo conductual para el tratamiento del TAG, un tipo de terapia muy estudiada y con amplio respaldo científico que enseña a la persona diferentes formas de pensar, comportarse y reaccionar ante diversas situaciones para ayudarle a sentirse menos ansiosa o preocupada. Otro enfoque terapéutico muy empleado es la terapia de aceptación y compromiso, que utiliza estrategias como el establecimiento de metas para reducir la incomodidad de los síntomas y la ansiedad. En los casos más resistentes o con más síntomas también se pueden emplear temporalmente algunos fármacos como complemento a la terapia. En todo caso, estrategias basadas en un estilo de vida saludable, el deporte, la disminución del consumo de sustancias excitantes como la cafeína y cuidar el descanso nocturno suelen ser una buen punto de partida y un objetivo común en la mayoría de los tratamientos.