Lo veo cada día; son muchas las personas que se sienten atrapadas con su vida, que no encuentran una forma de salir de su situación actual; algunas de estas personas experimentan situaciones vitales verdaderamente complicadas que tienen difícil solución, pero hay muchas otras que se sienten atrapadas cuando en realidad no lo están. Tienen el control de su vida en sus manos pero no lo ejercen. ¿Por qué pasa esto? Os lo cuento:
El Locus de Control es un concepto muy útil para conocer si una persona siente que tiene el control de su vida en sus manos. Tener un trabajo que no te gusta (o no tener trabajo), estar con una persona que no te llena y con la que no ves futuro, vivir en una ciudad que aborreces, sentir que la rutina del día a día poco a poco te va apagando… Son sensaciones que en mayor o menor medida todos hemos tenido en un momento u otro. Pero ante estas sensaciones, tienes dos opciones: esforzarte para conseguir un cambio, o dejarte llevar por la corriente.
En psicología solemos utilizar el concepto de Locus de Control para referirnos a la percepción que tiene una persona acerca de dónde se localiza el agente causal de los acontecimientos de su vida cotidiana. Dicho más sencillo, sería el grado en que un sujeto percibe que el origen de lo que ocurre en su vida (y de su propio comportamiento) es interno o externo a él, si es controlable o no. Por lo tanto, el Locus de Control puede ser de dos tipos: interno o externo.
• Locus de control interno: tenemos un LC interno cuando percibimos que las cosas que ocurren a nuestro alrededor se dan como consecuencia de nuestras propias acciones, es decir, sentimos que tenemos el control de nuestra vida.
• Locus de control externo: tenemos un LC externo si percibimos que las cosas que ocurren a nuestro alrededor lo hacen como consecuencia del azar, el destino, la suerte o el poder y decisiones de otros. De este modo no conectamos nuestro esfuerzo con las consecuencias, sentimos que no podemos controlar lo que ocurre en nuestra vida mediante esfuerzo o dedicación, y acabamos por atribuir el mérito o la responsabilidad de lo que ocurre a los demás.
¿Con qué tipo de locus de control te sientes identificado? Si es el externo, entonces deberías plantearte un cambio: las personas que tienen un Locus de Control externo es más probable que tengan una baja autoestima o problemas relacionados con la ansiedad o depresión. Son personas que se sienten frustradas por vivir condicionadas por las consecuencias de un mundo que perciben como incontrolable.
Para tener una mejor salud mental y una buena autoestima, es preferible no atribuir lo que ocurre (y mucho menos lo que hacemos o nuestro futuro) al azar, al destino, a otras personas, etc. La mayoría de las cosas que hacemos, aunque lo hagamos con el piloto automático puesto, depende de nostoros. Hay factores externos que nos influyen, está claro pero somos nosotros en última instancia quienes decidimos.
Por supuesto esto no quiere decir que no puedan pasar cosas totalmente incontrolables por nosotros, pasarán, pero son mucho menos frecuentes de lo que a veces creemos: un accidente, una enfermedad, que nos caiga una maceta en la cabeza… Pero en este sentido lo más importante es diferenciar entre lo que podemos cambiar y lo que no. A veces malgastamos mucha energía dándonos cabezazos contra la pared intentando de cambiar cosas que no podemos cambiar, pero mientras tanto estamos dejando de lado muchísimas otras cosas que sí dependen de nosotros y nuestro esfuerzo. Por ejemplo, podemos emplear toda una tarde en lamentarnos por la mala nota que hemos sacado en un examen (algo que ya no se puede cambiar), pero hacerlo nos quita tiempo para estudiar el siguiente (y eso sí se puede cambiar).
La clave estaría en tener la “serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar las que sí podemos y sabiduría para discernir la diferencia”, como dice la famosa plegaria de Alcohólicos Anónimos. Precisamente a esto le dedicamos otro artículo hace tiempo llamado “Aceptación, fortaleza y sabiduría”
Pero también es importante que diferenciemos aquellas situaciones en las que no podemos hacer nada de aquellas situaciones en las que no queremos hacer nada, y es necesario hacer esta diferenciación para evitar caer en la autocomplacencia. Al final, solemos actuar movidos por motivos un balance de coste – beneficio: si los costes superan a los beneficios, no hacemos nada. Si los beneficios superan a los costes, nos lazamos a la acción. Por ejemplo, si tienes fobia a los espacios cerrados puedes decir: “no puedo subir en un ascensor”. Pero quizá sería más adecuado decir algo así como “el malestar que anticipo ante la idea de subir en un ascensor no me compensa por el simple beneficio de no cansarme al subir andando un par de pisos”. El coste de subir en el ascensor (tener una crisis de pánico, en el peor de los casos) es muy superior al beneficio que se puede obtener (no cansarse al subir). Pero si cambian las condiciones y, por ejemplo, te hacen subir a un ascensor a punta de pistola, por mucha fobia que tengas, como el balance coste-beneficio cambia (crisis de pánico vs. morir), al final subirás.
La vida está llena de situaciones inciertas y si queremos avanzar, si queremos lograr éxitos, debemos arriesgarnos. Y arriesgarnos implica aceptar la posibilidad de que podemos equivocarnos. Si evitamos de forma constante el riesgo, en verdad lo que estamos es limitando nuestras posibilidades de lograr nuestras metas.
Recuerda que tú tienes el control de tu vida, tienes tu vida en tus manos. No eres como un tren, que avanza siguiendo unos raíles y sólo puede parar de vez en cuando. Eres más bien como un buen todo terreno, el cual en cualquier momento puede salirse de la carretera y crear su propio camino. Si no lo haces quizá sea porque no quieres macharte de barro, pero no porque no puedas. Tienes mucho más margen para cambiar las cosas del que piensas.