El secreto de las personas con buena suerte: ¡apréndelo!

Quizá conocéis personas de esas que parecen tener muy buena suerte, no necesariamente en el sentido de que les toque el euromillones al día siguiente de haber tenido una herencia millonaria de un familiar lejano y desconocido… pero sí suerte en cosas más mundanas: tienen buena salud, les atienden bien en los comercios y nunca pillan a una persona borde, el maestro o la médico de sus hijos son súper majos y empaticos… ¿Cuál es su secreto?, ¿qué hacen para atraer la suerte en estas situaciones?

¿Existe la buena suerte?

Pues sí… hay personas que parecen tener relativamente buena suerte en el día a día, y otras que no tanto, quizá más bien todo lo contrario. Eso lleva a muchas personas a preguntarse qué diferencia a esas personas ente sí, qué hacen para tener suerte…

Quizá lo primero sea que intentemos acotar un poco lo que consideramos que es tener buena suerte. Por ejemplo, hay veces que decimos que una persona con buena salud es una persona con suerte, y quizá es así. Pero quizá no. Decir que alguien con buena salud tiene suerte nos sirve como expresión coloquial, pero poco más, porque la salud, aunque puede tener un factor aleatorio, no es totalmente cuestión de suerte. Especialmente cuando hablamos de patologías asociadas al estilo de vida, como por ejemplo el sobrepeso, la diabetes, los accidentes cerebrovasculares, el síndrome metabólico, la EPOC o incluso algunos tipos de cáncer. 

Otro ejemplo típico es el de los niños a los que les gusta la fruta, los que son educados y respetuosos con los demás, o los adolescentes que mantienen una relación cálida y amorosa con sus padres. A ver si no va a ser tanto suerte como decisiones y sacrificios que han tomado sus padres, siendo muy conscientes de cada paso y sus consecuencias en la educación de los hijos. O qué suerte lo bien que te llevas con tu pareja; a ver si tampoco va a ser suerte sino una serie de decisiones y pequeñas acciones que esa pareja lleva a cabo en su día a día…

La verdadera buena suerte

Y es que muchas veces entendemos como suerte algo que no es otra cosa sino decisiones, sacrificios y proyectos. Y nos podemos pasar la vida buscando trucos para atraer la buena suerte, leyendo El Secreto, la ley de la atracción y cosas parecidas, pero la realidad es que mientras estamos invirtiendo tiempo y energía en eso no estamos generando las condiciones necesarias para que al final las cosas se desarrollen como en verdad nos gustaría. Las personas que tienen buena suerte o mala suerte, habitualmente, es por algo: hacen algo que influye en que eso finalmente suceda. Un estudiante que ha estado trabajando duro todo el curso, llevando la asignatura al día, repasando, buscando información complementaria… puede sentirse un poco ofendido si luego le dicen que ha tenido mucha suerte por haber sacado buena nota. Efectivamente no es suerte, ha sido trabajo duro. 

Pero no toda la buena suerte queda reducida a esto, también hay situaciones que no dependen de nuestro esfuerzo directamente. Quizá son más cuestión de actitud. Ante una misma situación podemos sentirnos afortunados, desgraciados, o neutros. Y muchas veces depende sólo de nosotros que nos acabemos sintiendo así. 

Como hemos comentado en otras ocasiones hay personas que tienen la crítica como forma de vida; a todo le sacan punta, ya sea a cómo les han atendido en un restaurante, los compañeros de trabajo, los profes de sus hijos o los médicos que les han tocado. Tienen problemas allá donde van, no les tratan como se merecen… pero quizá la actitud con la que se enfrentan hace que finalmente ocurran estas cosas. No es la ley de la atracción ni el karma, quizá es más bien una profecía autocumplida. La actitud con la que nos enfrentamos a la vida acaba haciendo que, por un lado, nos fijemos más o menos en una parte de la realidad, pero además, esa actitud acaba influyendo en el modo en el que los demás nos tratan, convirtiendo de algún modo nuestros pronósticos en realidad. Por ejemplo, imaginemos que tenemos que ir a hacer unos trámites burocráticos. Llevamos toda la mañana pensando en lo perezosos e ineptos que son los funcionarios, que seguro que nos van a tener danzando de ventanilla en ventanilla, que solo piensan en su hora del almuerzo, etc. Esos pensamientos van a generar una actitud en nosotros que va a ser percibida por los demás, por ejemplo, por ese funcionario de turno, que verá cómo se le acerca una persona con mala cara y ganas de tornarle las narices. Quizá no le apetece perder el tiempo con esa persona y, efectivamente, le da peor trato del que le daría a otro con mejor actitud: ¿ha sido mala suerte que le hayan atendido mal, o ha sido fruto de su propia actitud? Si esto, además, suele suceder con cierta frecuencia, al menos nos debería hacer sospechar.

El secreto de la buena suerte

Quizá único secreto para atraer la buena suerte sea, por un lado, el trabajo duro (si aquello de lo que hablamos depende de nosotros), y por otro, tratar de ajustar nuestra actitud a la realidad que estamos viviendo, si es que nosotros tenemos poco margen en el resultado final. De hecho, si nos fijamos en esas personas que decíamos que tienen buena suerte, quizá podamos identificar alguno de estos factores, trabajo duro y actitud adecuada. Por lo tanto, mejor que maldecir nuestra mala suerte, mejor generar las condiciones adecuadas para que esa suerte, entre comillas, se dé. 

Y sí, sé que llegados a este punto algunos estaréis pensando: «hombre, de acuerdo con lo que has dicho, pero no estás hablando de buena o mala suerte “de verdad”, de esa para la que no podemos hacer nada, como que un tornado arrase tu casa, que tengas una enfermedad súper chunga e imprevisible, etc.» Pues si de verdad no podemos hacer nada, poco sentido tiene andar con brujerías y conjuros para atraer la buena suerte. Solo perderemos tiempo y nos volveremos un poquito más crédulos…

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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