No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes

Hay una canción de John Lennon que se llama “What you got” y su estribillo repite una y otra vez “you don’t know what you got until you lose it”, no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Y es que las personas funcionamos así, vamos por la vida dándolo todo por sentado y en el momento en el que perdemos algo, o sentimos la amenaza de la pérdida, entonces comenzamos a valorarlo. Y es una pena, ¿no os parece?

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Esto es algo que nos pasa a todos y a lo largo de toda la vida. Pensad, por ejemplo, en los niños pequeños. Tienen la habitación repleta de juguetes a los que, habitualmente, no les hacen demasiado caso. Y basta que su hermano, primo, amigo o quien quiera que sea coja uno de esos juguetes para que en ese preciso momento sientan la amenaza de la pérdida y sea lo único con lo que quieren jugar.

A los mayores nos pasa lo mismo con muchos aspectos de la vida como la salud, las amistades, el trabajo… vamos, no precisamente cosas menores. Si hablamos de salud no es necesario que pensemos en graves enfermedades. Pensad, por ejemplo, en un simple dolor de cabeza o de muelas. Ahí es cuando nos damos cuenta realmente del valor que tiene el encontrarnos en un estado de equilibrio en el cual no sentimos ninguna sensación desagradable. Y, por supuesto, si pensamos en cuestiones más graves, mucho más. A veces necesitamos un susto de los gordos para cambiar algunos hábitos poco saludables que llevamos años arrastrando: hasta que no vemos las orejas al lobo y sentimos que realmente podemos perder la salud, venga la comida malsana y venga el sedentarismo. Cuando amenaza la pérdida, entonces sí que nos lo curramos: dieta, gimnasio, meditación budista o lo que haga falta. Y que está bien, ojo, pero sería más sencillo no tener que esperar a esa amenaza, ¿no?

Respecto a las relaciones de pareja ocurre lo mismo; muchas veces damos por sentado que la persona que está ahí a nuestro lado lo va a estar siempre. Y puede que sí, pero también puede que no. Lo estará si somos merecedores de su presencia, y creer que el otro estará de manera incondicional hagamos lo que hagamos quizá no es la mejor forma de ser merecedores de esa presencia. Y claro, cuando vemos las orejas al lobo y amenaza la pérdida, entonces a currarnos la relación como hace años que no hacíamos. ¿No sería más fácil no dar las cosas por sentado y trabajar cada día en cuidar la relación?

El error de darlo todo por sentado

La pandemia, y sí, lo siento, otra vez hablamos de la pandemia, ha venido a mostrarnos nuevamente que no podemos dar nada por sentado. Ni siquiera la libertad para bajar a dar una vuelta cuando te da la gana. Creo que nunca hemos deseado más salir a estirar las piernas que cuando nos dijeron que no podíamos hacerlo. Pensábamos que situaciones así de graves solo ocurrían en países extraños o en otros momentos de la historia, pero de repente, marzo de 2020, viene una pandemia a darnos un tortazo enorme a todos y a ayudarnos a valorar aquello que, hasta el día anterior dábamos por sentado: nuestra salud, nuestra libertad de movimiento, nuestro empleo, nuestras amistades, o el colegio de nuestros hijos.

Quienes tenéis hijos, ¿os habíais planteado en algún momento que, de repente, ese derecho a la escolarización se esfumara? Vale, que sí, que no se esfumó, que “educación a distancia”, zoom, y todo lo que queráis. Pero no pisaron la escuela desde marzo hasta septiembre. Y fueron unos afortunados, porque en otros lugares del mundo aún no han vuelto a clase. ¿Realmente valorábamos la importancia de la escuela hasta ese momento? Pues probablemente sí, y probablemente menos de lo que la valoramos ahora.

Y es que así funcionamos: lo damos todo por sentado y hasta que no lo perdemos o estamos a punto de perderlo, no llegamos a valorarlo como merece. Es difícil escapar de ese bucle, pero para hacerlo puede ayudarnos ejercitar nuestra gratitud: reflexionar sobre lo que tenemos y tomar conciencia de lo afortunados que somos por tenerlo. Por tener salud sí la tenemos, por tener una casa, por tener una pareja, una familia, amigos… No todo el mundo tiene todo esto, y también podríamos no tenerlo. Este ejercicio de valorar lo que tenemos, de gratitud, no deja de ser algo transgresor en una sociedad en la que prima la velocidad y la generación de necesidades. Pero, sin duda, nos puede ayudar a ser un poco más felices y sentirnos afortunados por quiénes somos, por quiénes tenemos a nuestro lado y por aquello que tenemos. Y no solo desgraciados por lo que hemos perdido o lo que aún no hemos logrado, que es hacia donde se nos acompaña de la mano de la publicidad. Quizá es un buen propósito para este verano, ¿no os parece?, probablemente sea más saludable que la famosa operación bikini, no? ¿lo intentamos?

Por nuestra parte, nos despedimos hasta septiembre para tomarnos nuestras merecidas vacaciones. Seguro que este año todos nos las hemos ganado un poquito más que otros años. Como siempre, aprovecharemos para descansar y también para preparar vídeos para la próxima temporada de píldoras. Pero seguid atentos al canal durante este mes de agosto porque quizá haya alguna sorpresa. No os digo más… si no os la queréis perder, activad las notificaciones dándole a la campanita de aquí abajo.

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