Un problema bastante frecuente tanto dentro como fuera de consulta es la falta de amabilidad. Quizá podríamos hablar incluso crueldad en nuestra forma de hablar. Pero ojo, que no me refiero a cuando hablamos con los demás, sino cuando nos referimos a nosotros mismos. ¿Os habéis fijado en cómo os habláis a veces cuando metéis la pata en algo?, ¿en lo que os decís?, ¿le permitiríais a un amigo que os hablara así? Esta semana vamos a hablar de la importancia del autolenguaje, el modo en que nos hablamos a nosotros mismos.
Como os decía, este es un problema muy frecuente en nuestras consultas. Pero también es muy frecuente fuera, la diferencia es que, quizá en consulta, las personas que vienen solicitando ayuda, nos dicen cosas que en otras circunstancias no dirían, y entonces podemos escuchar alto y claro lo que en otras ocasiones sólo piensan y no llegan a verbalizar…
El autolenguaje
Me refiero a expresiones del tipo: “soy un puto desastre”, “todo lo hago mal”, “estoy imbecil”, “soy tonta”, “siempre tengo que meter la pata”, “no tengo remedio”, “nadie me quiere”, “no sé hacer nada bien”, “no puedo confiar en nadie”, “no le caigo bien a la gente…”. Este tipo de lenguaje (o autolenguaje), que puede tener sus orígenes muchos años atrás, puede condicionar mucho la forma de actuar de quien se dice estas cosas, y puede llegar a provocar lo que se conoce como una “profecía autocumplida”, por ejemplo:
Pensamientos del tipo: soy un desastre, no le caigo bien a la gente o no soy hábil socialmente, pueden llevar al aislamiento social, por un razonamiento del tipo: para que me voy a acercar, si me van a rechazar. O para qué voy a ir a esa fiesta si no voy a saber ni qué decir… De esta forma, se pierden oportunidades para socializar, e incluso podríamos decir que la pelota se va haciendo cada vez más grande, porque de hecho, cada vez se hace más complicado estar a gusto en contextos sociales cuando la evitación es la estrategia preferida.
Algo parecido ocurre con pensamientos del tipo: “no puedo confiar en nadie”, o “piensa mal y acertarás”, que pueden asociarse a comportamientos hostiles y evitación de relaciones interpersonales, lo que puede provocar reacciones de rechazo, confirmando así los pensamientos iniciales.
Podemos ver muchos ejemplos de esto en relación con la salud, tanto en lo que se refiere a la alimentación como a la práctica de deporte. Si nuestro autolenguaje se caracteriza por pensamientos del estilo: “no tengo remedio”, “no tengo fuerza de voluntad”, “soy muy perezoso”, “esto no es lo mío” o un “me lo merezco” cuando estamos a punto de zamparnos un donut, el resultado será muy diferente a si los mensajes que nos lanzamos son del tipo “yo puedo” (salir a correr, comer saludable, cocinar o lo que sea), “puedo merendar fruta”, “si me organizo puedo sacar tiempo para correr”, “mi salud depende de mi” o “tengo que aprender a cuidarme”.
Hay que tener en cuenta que en estos ejemplos el pensamiento inicial podía no tener mucha base real, pero la forma de actuar, guiándose por este tipo de pensamientos tan críticos e invalidantes, acaban produciendo la situación temida, aumentando las dificultades interpersonales, y perjudicando nuestro estado de salud y de ánimo.
En algunos casos estos pensamientos desagradables o incluso crueles, pueden llegar a tomar la forma de voces que hablar de ellos o les dicen que hagan cosas como castigarse o autolesionarse. Aunque esto no es tan frecuente, sí que lo es cuando ocurre en forma de pensamientos que nos llevan a actuar a veces en contra de nuestros propios intereses. Si piensas que algo así puede estar ocurriéndote, que a veces te comportas como tu peor enemigo, tirándote piedras a tu propio tejado, puede ser el momento de hacer un alto en el camino y pensar cómo quieres conducir tu vida. Si crees que hablarte así te hace algún bien, adelante, sigue así. Pero si piensas que igual esto te hace más daño que bien, puede ser el momento de ponerte manos a la obra para cambiarlo. Si necesitas ayuda con esto, te recomiendo que busques un psicólogo sanitario colegiado, que te ofrezca todas las garantías: porque estamos hablando de salud, y con eso, no se juega.