Esta es una pregunta que muchas familias con nenas y nenes pequeños se hacen: ¿qué podemos hacer para ayudarles a hablar?, ¿cómo favorecer el desarrollo del lenguaje? Esta semana vamos a repasar algunas recomendaciones muy prácticas para ayudarles desde bien pequeñitos. Vamos a verlo.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que si queremos ayudarles en su desarrollo del lenguaje lo más importante sería esforzarnos en no dificultarlo. Me explico: más que hacer cosas muy especiales, darles una estimulación súper específica y cosas muy llamativas lo más importante es identificar algunos de los obstáculos que a veces podemos poner sin darnos cuenta.
Dos grandes obstáculos del desarrollo del lenguaje son el uso excesivo del chupete y las pantallas. Estos son dos inventos modernos que nos facilitan bastante la vida a las familias a corto plazo, pero que pueden suponer problemas en el medio y largo plazo. Ambos nos pueden sacar del apuro en determinados momentos porque funcionan a modo de silenciador, son algo casi anestésico para los peques. Tenemos un niño nervioso, llorando, inquieto, molesto… le damos un chupete o le ponemos la tele, y mágicamente tenemos un niño calmado, en silencio… casi como si no hubiera niño. Eso está bien porque nos permite preparar la comida, comprar, comer, trabajar, hablar con nuestra pareja… Los adultos siempre tenemos un montón de tareas pendientes y echar mano de estos artilugios es una gran tentación. ¿El problema? Que el tiempo que les tapamos la boca con esto están perdiendo oportunidades de aprendizaje: dejan de escucharnos a nosotros, porque dejamos de hablarles, y también dejan de practicar con nosotros los diálogos que deberían estar practicando. El tiempo que el niño o la niña lleva el chupete en la boca es tiempo que no está hablando y el tiempo que pasa enganchado a una pantalla es tiempo perdido para interactuar con otras personas, que es como se desarrolla el lenguaje. La evidencia acerca de la relación que hay entre un pobre desarrollo del lenguaje y el uso de pantallas es abrumadora.
Así pues, si ya hemos hecho uso de estas herramientas, podemos plantearnos retirarlas, o al menos limitar el tiempo de uso. Respecto al chupete, a partir del año o año y medio estaría bien ir retirándolo, ya que su uso excesivo puede deformar la boca de niñas y niños, y como decimos, les dificulta el habla. Para hacerlo podemos ir retirándolo de forma progresiva para no generar resistencias; si pretendemos quitarlo de repente, los peques pueden angustiarse mucho y aferrarse aún más a él. Si tenemos muchos por casa, podemos ir reduciendo poco a poco su disponibilidad, que no lo tengan tan a mano. Olvidarnos de las cadenitas con las que los llevan siempre colgando, porque cuando lo llevan colgando lo tienen siempre demasiado a mano. Podemos tener uno o dos, para cuando nos lo pidan, pero empezaremos por retirarlos de su alcance y de su vista, y se lo daremos solo cuando nos lo pidan, nunca enchufárselos nosotros por nuestra propia comodidad. En los casos en los que la retirada del chupete cuesta un poco y nos desesperamos, está bien recordar que fuimos nosotros quienes se lo dimos en un primer momento y nos hemos beneficiado de su uso en múltiples ocasiones. Así que, como casi todo con los peques, paciencia y flexibilidad. Queremos retirarlo, pero no de cualquier forma ni a cualquier precio.
Otra forma en la que podemos estar dificultando el desarrollo del lenguaje sin ser consientes de ello es con la alimentación. Si no lo hemos hecho ya, otra cosa que podemos hacer es ir haciendo la transición hacia una alimentación sólida, que les permita masticar, ya que la masticación contribuye al correcto desarrollo de de la boca y con ello a la articulación del lenguaje. Las dietas a base de biberones, papillas y triturados no favorece el normal desarrollo de la boca y con ello del lenguaje.
Además, en relación con esto, otro aspecto a tener en cuenta son los mocos. Sí, sí, los mocos, esos que suelen acompañarles durante casi todo el curso escolar. Es importante enseñarles a sonarse bien los mocos para que puedan respirar bien por la nariz, lo cual les ayudará también a poder expresarse sin dificultad.
Un aspecto que no deberíamos olvidar si queremos favorecer un buen desarrollo del lenguaje es prestar atención a la forma que tenemos de relacionarnos y comunicarnos con los peques, y recordar que ellos aprenden siempre de nosotros, especialmente cuando no somos tan conscientes de ello. Así, tendremos que cuidar nuestro lenguaje y el clima en casa, hablar con ellos, atenderles, tenerles en cuenta, escucharles, permitirles que se expresen y concederles el tiempo necesario para contestar. Esto es muy importante, ya que muchas veces a los adultos se nos agota la paciencia y les acabamos las palabras o las frases cuando ellos podrían hacerlo si les permitiéramos ese tiempo. Nunca deberíamos acabar las frases de un niño que está aprendiendo a hablar, ni darles esa palabra que están buscando a la primera de turno. Sería como hacerles los deberes del cole. Paciencia, paciencia y más paciencia: les escucharemos con atención, con calma y sin presionarles.
Por esto es muy importante que vayamos con mucho cuidado a la hora de corregirles cuando están aprendiendo a hablar. A veces se tiene la idea de que hay que corregir cada palabra, estructura o expresión que no dicen de manera correcta porque si no, no aprenderán a hablar bien. Y nada más lejos de la realidad. El problema es que en ocasiones familia y educadores parece que tenemos una atención selectiva por los errores (y esto se aplica tanto al lenguaje como a otras áreas). Los niños están practicando y aprendiendo un montón de palabras, estructuras, pronunciaciones… todo nuevo para ellos, pero parece que en lugar de fijarnos en sus avances y cuando lo hacen bien, solo nos fijamos en los errores de pronunciación o en las palabras mal empleadas. Podemos corregirles, sí, no pasa nada, pero no hace falta hacerlo siempre ni de forma tan directa. Sobre todo, obviamente, no deberíamos castigarles, reírnos de ellos ni humillarles. ¿Cómo hacerlo? Por ejemplo, si nos dicen que “Marta no pudió subir al tobogán”, en vez de decirle “no, no se dice pudió, se dice pudo. A ver, ¿cómo lo dices tú? PUUU-DO, ¡muy bien!”, en vez de eso, es mucho más elegante, sutil y efectivo simplemente devolver la frase con la palabra corregida “Uy, y cómo es que Marta no PUDO subir al tobogán”. Tachán, listo. Corregido y sin señalar el error. Simplemente empleamos nosotros de forma correcta la palabra en nuestra interacción normal con ellos, y ellos solitos suelen darse cuenta de la diferencia y corrigen su error.
Algo que se hace con frecuencia y que ni es necesario ni es deseable es emplear nosotros lenguaje infantil y formas propias de los niños a l ahora de hablarles. La idea es hablar nosotros correctamente para que ellos puedan tener un modelo, pero sin necesidad tampoco de estar corrigiéndoles a todas horas. Cuando nos centramos demasiado en los errores ellos pueden inhibirse y preferir hablar menos. Un poco de sentido común: no hablemos como niños de dos años, pero tampoco es que seamos académicos de la lengua.
También es buena idea animarles a hablar haciéndoles preguntas abiertas para que nos cuenten sus cosas. Nada de sí, no, o darles solo dos opciones. Mejor preguntas abiertas. Y además de preguntarles, también tenemos que acordarnos de contarles nosotros a ellos nuestras cosas. La idea es que podamos compartir ratos agradables con ellos, no hacerles un interrogatorio de lo que ha pasado en la escoleta o con la abuela para enterarnos de todo.
Además, dentro de esas interacciones que tenemos con ellos otras forma divertida de favorecer el desarrollo del lenguaje es a través de los cuentos, canciones, poesías, trabalenguas, adivinanzas, juegos, y en general aprovechar cualquier oportunidad para hablar con ellos.
Y, finalmente, otro aspecto que también es positivo para ellos es que les facilitemos las oportunidades de interacción con otros peques, especialmente cuando aún no están escolarizados. Podemos quedar con otras familias con hijos pequeños, bajar al parque, a la plaza, al jardín, donde es fácil coincidir con otros peques y que se junten a “hablan de sus cosas”. A ver, que no es que vayan a tener conversaciones ni interacciones muy profundas; de hecho, muchas veces es normal que no tengan ningún interés ni en juntarse ni en interactuar con otros peques, pero no por eso debemos privarles de estas oportunidades. Quizá un día no quieren, pero otro sí. No es cuestión de forzarles ni obligarles a interactuar con otros si ellos no quieren, pero tampoco negarles las oportunidades para poder hacerlo.
En fin, que el desarrollo del lenguaje es un proceso natural y no necesita una intervención muy especial por nuestra parte; lo más importante es controlar aquellas cosas que pueden frenar este proceso, especialmente pantallas y chupetes. Y después, hablarles, hablarles y hablarles. Y dejarles hablar.