Hipocondría: ¿y si es «algo malo»? Cuando nos obsesionamos por la salud

Si te duele la cabeza o te has mareado piensas que probablemente sea un tumor cerebral; si tienes dolor de estómago o la tripa un poco regular, quizá se trate de cáncer de estómago. Esa marchita en el brazo, tal vez un melanoma. ¿Que estás flojo? Leucemia. ¿Taquicardia? Un ataque al corazón, fijo. Todo esto te implica un gran malestar, lo pasas fatal, revisando páginas web y listados de síntomas que, conforme los lees, crees tener todos. ¿Te sientes identificado? Hoy hablamos de hipocondría.

Todos sentimos estrés, por ejemplo, ante un examen, una charla delante de otras personas o al conocer gente nueva. Ya vimos hace tiempo que el estrés no es, por si mismo, algo malo. Cuando además de estresarnos, nos preocupamos demasiado, podemos hablar de ansiedad, y uno de los tipos de ansiedad más frecuentes es la ansiedad sobre temas relacionados con la salud, lo cual es bastante lógico: ¿a quién no le genera cierto malestar pensar en la posibilidad de contraer una enfermedad grave? El problema viene, como muchas veces, cuando esa ansiedad es especialmente intensa y cuando no desaparece con el tiempo. Y esto es lo que les ocurre a muchas personas con hipocondría: que tienen mucha ansiedad y durante mucho tiempo sobre temas relacionados con su salud.

Qué es la hipocondría

La característica fundamental de la hipocondría es la preocupación y el miedo, o incluso la convicción, de padecer una enfermedad grave. Se llega a esa preocupación muchas veces, a partir de la interpretación errónea de alguna sensación corporal. Con frecuencia esta preocupación lleva a la persona a buscar ayuda médica y cuando los profesionales descartan la presencia de alguna enfermedad, esto produce un gran alivio en el paciente. Pero ese alivio es solo temporal, ya que la preocupación vuelve al cabo de poco tiempo: “¿cómo puede estar tan seguro que no tengo este problema, si no me ha hecho todas las pruebas?”, “ha estado muy poco tiempo conmigo, así no puede valorar bien lo que me pasa”, “puede ser un error médico”….

Y esto les lleva a buscar segundas o terceras opiniones, metiéndose en un bucle del que cuesta mucho salir. No es extraño que las personas con hipocondría tengan un seguro médico privado para poder acudir con rapidez y frecuencia a los especialistas que quieran, sin tener que pasar por el médico de cabecera. Pero bueno, al final llega un momento en el que se tranquilizan y comprenden que, por ejemplo, su dolor de cabeza no se debe a un tumor cerebral.

Un alivio, pero no cantemos victoria: al poco tiempo, al notar otra sensación, el objeto de su miedo cambia, ya no es un tumor cerebral. Ahora es esclerosis, cáncer de colon, un ataque al coración, o lo que sea que se les ocurra, pero nada bueno. Y vuelta a empezar. Ese es un patrón típico de los pacientes con hipocondría. Pero no es el único.

Mientras que algunas personas abusan de las visitas médicas como forma de comprobar y asegurarse que no se cumplen sus temores, sin embargo otras evitan todo aquello relacionado con enfermedades o síntomas. Esa evitación puede ir desde cambiar de canal en la TV cuando alguien habla de una enfermedad temida, evitar conversaciones, evitar visitas a médicos, demorar pruebas y análisis rutinarios, o incluso evitar estar en hospitales o centros de salud para acompañar o visitar a alguien. Y cuando no pueden evitarlo, lo llevan fatal. Por ejemplo, ante una prueba médica, el tiempo que pasa desde la prueba hasta los resultados puede ser verdaderamente angustioso, porque todos sus pensamientos giran alrededor de la idea de que algo muy malo pasará.

Estas dos estratégias, tanto la búsqueda de seguridad o comprobación como la evitación, en realidad buscan lo mismo: evitar la incertidumbre. Voy al médico para controlar la incertidumbre sobre de si tengo o no una enfermedad. Evito pruebas o conversaciones para evitar la incertidumbre (porque en su mundo, si no me hago una prueba, todo va bien). Son dos aproximaciones distintas, que en realidad buscan lo mismo.

¿Por qué se produce?

Bien, ya sabemos qué características tiene la hipocondría pero, ¿por qué se produce? Uno de los factores más importantes para explicarla es la interpretación errónea de señales físicas normales y su confusión con síntomas. Las personas con hipocondría atribuyen rápidamente a una enfermedad los cambios físicos o sensaciones normales que se producen en el cuerpo. Además, su propia ansiedad hacia estos temas les lleva a estar hipervigilantes y prestar más atención a su cuerpo que otras personas. Y ya se sabe que quien busca, encuentra.

Nuestro cuerpo experimenta a lo largo de un día numerosos cambios y oscilaciones, de los que habitualmente ni nos enteramos. Pero si empezamos a focalizar nuestra atención en cada pequeño cambio de nuestro cuerpo, al final, acabaremos por ver algo. Y ese algo nos preocupará. Piensa por ejemplo en el pulso o en la temperatura corporal. Si los mides varias veces al día igual encuentras valores que te preocupen, pero éstos no dejan de ser oscilaciones normales de tu cuerpo en busca de la homeostasis.

Esto se ve reflejado en el siguiente círculo vicioso, en el que la preocupación por la salud nos lleva a focalizar más la atención en las sensaciones, esto nos lleva a ser más sensibles, notar cambios en el cuerpo que interpretamos como síntomas, y esto aumenta más aún nuestra preocupación por la salud. Y vuelta a empezar.

A veces incluso acabamos provocándonos síntomas reales que vendrán a aumentar nuestra preocupación y a confirmar los miedos iniciales. Por ejemplo: hay personas que se ponen tan ansiosas al tomarse la tensión que ésta aparece siempre elevada. Pero se ha elevado como consecuencia de la ansiedad que les produce tomarse la tensión, no es que antes la tuvieran tan alta. O cosas más mundanas, como por ejemplo un dolor muscular. Puede empezar como una pequeña molestia, pero a base de comprobar y volver a comprobar, acabamos realizando muchas veces un mismo movimiento que nos puede producir un daño real.

Veamos otro ejemplo de círculo vicioso:

Juan nota palpitaciones. Entonces piensa: “¿ostras, y si es un ataque al corazón?”. Ese pensamiento le genera mucho miedo y malestar, con lo que su ansiedad se dispara. ¿Y cuál es uno de los síntomas típicos de la ansiedad? La taquicardia. Su pulso se acelerará todavía más, y él lo percibirá como una confirmación de su miedo. En este círculo vicioso los miedos hacen que interpretemos señales normales como síntomas, reaccionamos con temor, se eleva la ansiedad, y ésta acaba por producir reacciones que hacen parecer a estos pensamientos muy creíbles y hacen que la gente se convenza de que sus síntomas son la señal de que están gravemente enfermos, cuando no es así.

Como podéis ver, en la base de la hipocondría están una serie de pensamientos erróneos que llevan a la persona a creer que está enferma cuando en realidad no lo está y que mantienen esos miedos a pesar de las evidencias en contra. Por ejemplo, uno de esos errores es el de saltar a las conclusiones sin tener base para hacerlo, en plan “estoy sudando más de lo que debería, eso debe significar que estoy enfermo”. Otro error frecuente es el de catastrofizar, que implica no solo saltar a las conclusiones, sino a la peor conclusión. En este caso, una enfermedad muy seria o mortal: “seguro que es cáncer”, “voy a ser una carga para mi familia”, “esto no tiene cura”, etc. Pero también está el pensamiento supersticioso, del tipo “no pienses que estás bien o tentarás a la suerte” o ignorar las señales de salud y prestar atención selectiva a los temores. Pero estos son solo algunos ejemplos, hay muchos más. Por ejemplo, el pensamiento dicotómico o pensamiento de todo o nada, que consiste en creer que o se está sano, o se está enfermo. Y claro, como no siempre estamos 100% sanos, cualquier pequeño síntoma hace que creamos estar enfermos. O la ilusión de certeza, por la que creemos que podemos estar totalmente seguros de tener o no una enfermedad. Pues eso, que detrás de la hipocondría hay muchos de estos errores de pensamiento, y aprender a lidiar con ellos es una parte central del tratamiento, junto con otras técnicas. Pero la mayoría van encaminadas a ayudar a la persona a exponerse a la incertidumbre sin las conductas de evitación o de comprobación.

En resumen; que esto de la hipocondría genera mucho malestar, porque la persona está convencida de estar enferma, tiene mucho miedo, y su calidad de vida (y la de quienes le rodean) se puede ver muy afectada. La buena noticia es que es algo relativamente frecuente a lo que nos enfrentamos los psicólogos, y con el tratamiento adecuado (terapia cognitivo conductual, aplicada por un psicólogo colegiado) suele tener muy buena evolución.

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