Lo posible y lo probable: aprende esta importante diferencia

Era febrero de 2020 y la gente estaba súper alarmada con nosequé virus que había en China. Los chinos, que son unos exagerados, venga a construir hospitales a correprisas, a ponerse mascarillas hasta para salir a la calle y a encerrarse en casa. Luego fueron los italianos, pero aquí eso no podía pasar. Nosotros no somos China, y tampoco Italia. Que nosotros tenemos la mejor sanidad del mundo. ¿Cómo va a pasar eso aquí? Total, por un constipado… Os suena, ¿verdad?

Ese discurso es el que muchos teníamos en aquel momento. Yo, al menos, lo tenía. Pensaba que, al igual que muchas de las otras calamidades con las que amenazaban los informativos, esto nunca iba a pasar. Que era posible, sí, pero muy improbable. Pero pasó. Y vaya que si pasó… Recuerdo mis últimos viajes los días antes del confinamiento cómo miraba con cierta prepotencia a las personas que llevaban mascarillas en el aeropuerto, ¡qué exagerados, por un resfriado de nada! También me pareció que Kontxín exageraba cuando dijo que quizá no era buena idea que celebráramos el cumpleaños de los peques la tarde del 14 de marzo… Y el resto, bueno, pues ya lo sabéis.

¿Y qué es lo que pasa? Como os decía, esto ha sido como el cuento de Pedro y el lobo, pero más gordo. Estamos cansados de ver noticias que vaticinan un final del mundo que luego nunca sucede. Que si el efecto 2000, que el final del mundo Maya, que si no se qué meteorito se acerca a la Tierra y nos puede mandar a todos a freír espárragos… Vemos cosas de estas constantemente. De hecho, ya hubieron antes alertas sanitarias similares que, por suerte, no llegaron al nivel de esta (al menos en nuestro país): el SARS, el MERS, o la gripe A. Teníamos motivos para pensar que esta nueva amenaza iba a ser como el resto, mucho ruido para que luego no pasara nada. Pero pasó. Y el hecho de que esto sí haya pasado ha instalado en muchas personas una especie de pensamiento fatalista ante nuevas amenazas del tipo: “Yo también pensaba que lo del coronavirus nunca iba a pasar y al final sucedió. Pues con esto lo mismo” Por ejemplo, lo del gran apagón. ¿Recordáis cómo llenaba hace unos meses los titulares?, ¿cómo la gente empezó a hacer acopio de víveres porque “yo también pensaba que lo del COVID no pasaría y mira lo que pasó”? Pues eso.

En inglés tienen una expresión para esto: “shit happens”, “la mierda pasa”, las cosas malas ocurren.

Eso lo sabemos todos. Pero una cosa es saberlo en abstracto, y otra cosa muy distinta es haberlo experimentado en tus propias carnes. Sí, la gente tiene accidentes de tráfico, eso lo sabes. Pero es muy distinto que tú hayas sufrido uno, o que lo haya sufrido alguno de tus seres queridos. La forma en la que te vas a enfrentar a la vida después de haber vivido ciertas cosas en primera persona es muy diferente.

Ahora todos tenemos esa experiencia de que hay cosas que, por muy lejanas o marcianas que nos parezcan, al final pueden acabar ocurriendo. Y ese pensamiento nos hace creer que la probabilidad de que otras cosas indeseables sucedan es más elevada, cuando en realidad no lo es. Es un pensamiento distorsionado. El miedo, y nuestra propia experiencia de que “shit happens”, hace que confundamos lo posible y lo probable. Y precisamente esa confusión entre lo posible y lo probable es lo que lleva a muchas personas a tener un gran sufrimiento emocional. Porque el miedo hace que sintamos que todo lo que es posible es probable, cuando no es así.

Cuando nos enfrentamos a una amenaza o peligro, de manera inconsciente o automática, valoramos si es posible o no que ocurra. Si no es posible, dejamos de lado la preocupación, a otra cosa. Pero si es posible, entonces tenemos que valorar hasta qué punto es probable. Porque hay cosas que son posibles, como que te toque la lotería, pero muy poco probables. Tanto, que la mayoría de las personas mueren sin que nunca les haya tocado. Pues con las desgracias igual. Si es poco probable, pues podemos seguir con nuestra vida como si nada. Total, estas cosas nunca pasan. Pero, el problema es cuando una de esas cosas va y sí que ocurre. Entonces, eso altera nuestro cálculo mental. Vivimos en primera persona que lo improbable es posible y que, de hecho, también ocurre. Pero haber vivido esa posibilidad no implica que a partir de ese momento todo lo que valoremos como “poco probable”, de repente, tenga más probabilidades de ocurrir. Sigue siendo poco probable.

Pues eso, que sí, que shit happens. Pero lo único que cambia es que lo hemos vivido en primera persona y eso ha distorsionado nuestra percepción de qué es probable y qué no lo es. Las pandemias, estadísticamente, son poco probables. Pero no imposibles. Quizá todo esto nos lleve a ser más cautos en un futuro, pero pagando el peaje de la angustia durante cierto tiempo ante las nuevas amenazas que aparezcan en el horizonte. “Porque yo también pensaba que lo del COVID no pasaría y mira lo que pasó”

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Licencia Creative Commons Este artículo, escrito por Alberto Soler Sarrió se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.
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